DOS ESCRITORES EN M�XICO (11)







Apuntando el fin de semana, el p�blico empieza a acudir en masa a la Feria, pero como nosotros tenemos nuestros actos por la tarde, durante la ma�ana nos dedicamos a hacer turismo por donde podemos, que no es mucho porque el centro contin�a acordonado por la polic�a, que sigue limpi�ndose las botas, comiendo bocadillos o hablando por el m�vil. Como ratas en un laberinto, sorteamos una y mil veces los caminos del Z�calo intentando llegar a las ruinas del templo mayor o acceder al edificio donde los murales de Rivera todav�a siguen esper�ndonos, porque est� cerrado a cal y canto desde hace meses.





Tomamos cervezas con Juan Madrid, que tiene una conversaci�n llena de an�cdotas y experiencias y nos embelesa con sus historias. Juan es todo un personaje, digno de una novela en s� mismo. Nos cuenta que no fue a ning�n colegio hasta los diez a�os, que abandon� pronto los estudios porque se aburr�a, que trabaj� de botones en una editorial, que se sacaba un sobresueldo vendiendo puros en los cabarets y que fue boxeador en sus a�os mozos, y que entr� tarde en el mundo de la literatura. Nos refiere su admiraci�n por las mujeres de Chicote (unas se�oras elegant�simas, con unos talles de impresi�n, recalca, un tipo de mujer que ya no existe), y de su amistad con Fernando Fern�n G�mez, a quien imita a la perfecci�n no solo en la voz, sino en el gesto, y de quien nos revela la verdad aprendida, una de esas verdades machistas como un templo, que tanto Juanmi como yo atesoramos desde hoy: el hombre lo que quiere es follar sin hablar. Esa es la cuesti�n.





Como Juan comparte alg�n libro en Edeb�, la delegaci�n mexicana tiene el detalle de invitarnos a los tres, junto con Marina Taibo, a comer a un restaurante. No s� qu� impresi�n sacaron los editores de nosotros, dos tipos que escriben una ciencia ficci�n disfrazada de juvenil y otro que escribe obras maestras del g�nero negro y que con ellos tiene una novela de aventuras.





El restaurante es c�lido y caro, europeo en su forma y estilo. Nos ponen tequila antes de comer (el �nico tequila que bebemos en nuestra estancia en M�xico, por cierto), y y pido un Matarromera para todos. Entre los platos que se eligen, pese a mi reticencia inicial, gusanos de maguey tostado y escamoles, que son larvas de hormiga.





Yo juraba y perjuraba que ni probarlos, y probablemente en otro sitio no me habr�a acercado a ellos, pero los platos tienen tan buena presentaci�n que venzo el resquemor, cojo un gusano y lo muerdo. Tostado sabe a bacon, o a kikos. No da asco verlos en el plato. En el taco, con su salsa y sus av�os, son como cualquier otro taco. Los escamoles parecen pi�ones y est�n exquisitos. No hab�a, o se nos pas� pedirlos, chapulines, l�stima.





Por la tarde tenemos una mesa redonda con Paco Taibo y Eduardo Monteverde sobre novela negra. Es entretenida a pesar de que un borracho se cuela en el acto y hace todo lo posible por llamar la atenci�n. Admirable la manera en que Paco logra quit�rselo de encima. Luego, ya ca�da la noche, despu�s de la cena, se reparte el libro gratuito de relatos, poemas e ilustraciones que ha publicado la Brigada para Leer en Libertad. Hay centenares de personas en cola para que el mont�n de escritores les firmemos, y todos se acercan casi con reverencia, deseando una firma y, m�s que la firma, la dedicatoria: "A Fernanda" (hay muchas Fernandas), "a Cuauht�moc" (hay un par de ellos). Yo soy el �ltimo de la larga mesa, y como me parece un tanto absurdo dedicar sobre lo ya dedicado, solo estampo mi firma. Sigo sin comprender qu� atractivo puede tener mi feo garabato.




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Published on December 19, 2013 03:41
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Rafael Marín Trechera
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