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F. Maradei's Blog: Cuentos maradei, page 2

June 25, 2021

Kasai El Demonio

Kasai se preparaba para conseguir lo que sería su última entrega. La más importante de todas y con la que obtendría un puesto al lado de Alika, su máximo líder. Sin embargo, había algo que lo hacía dudar. Llevaba toda la tarde oculto en el templo esperando la oportunidad de atacar, pero no se decidía y los segundos corrían a pasos agigantados. Fue el brillo que expedía la joya en la mano de su víctima, lo que terminó por sucumbir cualquier plan que hubiera preparado con antelación. Aún dudando, prefirió replegar sus alas y desaparecer a través de las paredes. Por primera vez, necesitaba pensar.

Maixha lo observó mientras se acercaba caminando. Con solo verlo supo que algo no andaba bien. No era solo que había fallado, cosa que Kasai nunca hacía, también era la forma como se movía. Estaba tan inmerso en sus pensamientos que tropezaba con todo lo que se atravesaba a su paso.

– Ocúltate – le ordenó – o es que quieres avisarles a todos que estamos acá.

Kasai ni siquiera le respondió y siguió de largo.

>> ¡Hey! ¿qué sucede contigo?

Tuvo que cerrarle el paso para que su compañero se detuviera, aunque aún no había conseguido que lo mirara.

– ¿Hace cuánto que hacemos esto? – preguntó de repente Kasai.

– ¿Importa? – respondió encogiéndose de hombros. No estaban allí para cuestionar sino para obedecer.

Kasai no se detenía y caminaba a grandes zancadas.

>> ¿Qué sucede contigo?

Levantó los ojos. La expresión en su rostro era extraña, diferente. Maixha nunca lo había visto así.

>> Por lo menos lo hiciste ¿Cierto? – necesitaba estar seguro antes de alejarse de la isla.

– Se supone que estaba muerto – respondió.

– ¿De qué estás hablando? – Maixha comenzó a molestarse. No le importaba lo que sucediera con los demás ¿Qué le incumbía a él lo que su compañero estuviera pensando? – Responde a mi pregunta ¿Lograste cumplir la misión?

Kasai no respondió. Su mirada continuaba siendo esquiva y eso exasperó aún más a Maixha. Empuñó con fuerza el sable que colgaba de su cinturón y apretó los dientes. La rabia montaba con rapidez.

– No voy a fracasar por tu culpa. No sé qué rayos te pasa, pero esta noche es decisiva para mí. Después puedes hacer con tu vida lo que te plazca, pero hoy … – sus dientes rechinaban al hablar.

– No voy hacerlo.

– ¡¿Qué?! – le reclamó. – ¿Sabes que no puedo entrar a ese lugar? solo tu mitad humana puede hacerlo.

Kasai se encogió de hombros y trató de seguir avanzando.

– Irás allá y terminarás con el trabajo, sino … – lo amenazó.

– ¿Sino que? – respondió encarándose de frente.

– No puedo entrar a ese templo – se quejó casi gritando. – Y tú … me la debes.

– No te debo nada, ni a ti ni a nadie. Si hay alguna persona en el mundo a la que le debo algo es a él – y señaló la pequeña construcción circular con ventanas rectangulares que se extendían desde la puerta principal hasta la parte posterior.

El templo quedaba en el centro del pueblo y las casas lo rodeaban formando círculos concéntricos que se abrían hasta la pequeña muralla de piedra.

Aquello lo tomó por sorpresa ¿Qué sucedía?

– No sé con quién te encontraste, pero si no hacemos lo que nos ordenaron, hemos perdido todo lo conseguido hasta ahora. Todo tirado a la borda … años de trabajo. Esta vez, Alika no te lo perdonará.

– Dijo que estaba muerto.

Maixha puso los ojos en blanco. Ni siquiera se consideraba su amigo como para sostener ese tipo de conversación. Movió su cabeza con fuerza desaprobando todo aquello.

Hubiera preferido ejecutar la misión limpiamente, pero Kasai no le estaba dejando otra opción. Dio la vuelta para quedar en dirección del templo. No podía entrar, era cierto, pero podía quemar y destruir todo lo que estuviera a su alcance. Era un demonio, uno de los favoritos de la orden y ahora sabrían por qué.

Kasai lo vio alejarse y un extraño sentimiento de terror le invadió las entrañas. La única vez que sintió algo parecido, fue la noche en la que su hogar ardió en llamas y él siendo apenas un crío, quedó huérfano. Alika le ofreció refugio y de un día para otro, pasó a formar parte de la orden. Lamentablemente, Kasai en un afán de pertenecer a ese selecto grupo, tuvo que transformar su cuerpo en la medida en que su alma se perdía.

Las misiones ayudaban a exterminar las pocas trazas de humanidad que aún le quedaba a Kasai. Su líder creía que el poder del mitad humano aumentaría si la eliminaba por completo. Además, lo beneficiaba porque siempre viviría subyugado a él, su creador.

Kasai trató de detenerlo, pero Maixha más alto que él respondió blandiendo su sable e hiriéndolo en el hombro. La sangre negra comenzó a correr por su brazo, entonces retrocedió por un segundo, el tiempo suficiente para tomar su daga y atacar. El ruido del metal al chocarse activó las alarmas del templo y las campanas anunciaron el peligro en el que se encontraban.

En pocos segundos, quedaron rodeados de decenas de guerreros que protegían el lugar sagrado donde se erguía el templo de Exu, el dios de la misericordia y la armonía. Maixha volvió a maldecir a todo pulmón como un animal acorralado. Levantó su sable otra vez, Kasai ahora estaba a su lado y ambos demonios se prepararon para la contienda.

Maixha no esperó y arremetió contra los guerreros que tenían enfrente. Su sable fue detenido con dificultad por un joven de mirada nerviosa, pero la fuerza del demonio era tal que su espada se partió en dos clavándose en el pecho del chico. No hubo tiempo de ver lo que sucedía porque otro guardia lanzó una estocada que tuvo que detener sin contemplaciones. De reojo se percató que un tercero lo atacaba y desplegó sus alas negras para responder con sus extremos puntiagudos. Las dagas de sus extremos apuñalaron la carne tierna de sus atacantes y la sangre salpicó su rostro, se limpió con rapidez para continuar luchando, necesitaba deshacerse de ellos. Giró en redondo eliminando cualquier guerrero que se le cruzara en el camino y fue cuando vio a su víctima a lo lejos; fuera de la seguridad del templo.

“Por fin estás afuera” sonrió.

Kasai seguía combatiendo con varios hombres a la vez cuando el olor a humo llegó a su nariz. El brillo de las brasas se reflejaba en los ojos de sus contrincantes, que temerosos, comenzaron a retroceder por el espectáculo que el demonio estaba realizando. Maixha jugaba con las llamas, las tomaba con sus manos y luego las lanzaban a las viviendas que se extendían a lo largo del valle. Sus ojos poseídos por la oscuridad contrastaban con su sonrisa. De su boca se asomaba una lengua larga que no dejaba de relamerse. Estaba extasiado con lo que era capaz de producir: terror.

El fuego era una de las maniobras más básicas para cualquier demonio y la mayoría las disfrutaban, tanto como un humano ama bañarse debajo de una cascada. El último lanzamiento dio en el blanco y el techo del templo ardió en un minuto. Kasai al ver que Maixha se acercaba a la víctima, se deshizo apresuradamente de los últimos hombres que lo atacaban.

– DETENTE – le gritó y se abalanzó desde los aires sobre él para impedir que hundiera el sable sobre el pecho del hombre que permanecía de pie con expresión seria.

Ambos cayeron dando vueltas sin control. Cuando Maixha intentó levantarse para terminar con el asunto, una lanza larga atravesó su pecho desde atrás; había subestimado al enemigo y el hombre que debía ser su víctima, blandía un arma y lo atacaba con una destreza majestuosa dándole muerte.

“No recordaba que fuera un guerrero” pensó Kasai mientras lo observaba avanzar hacia él haciendo girar la lanza con las dos manos. Lo miró fijamente, sorprendido e incapaz de moverse a sabiendas que podía terminar en el piso igual que Maixha.

El ambiente cargado de humo los envolvió por un momento, fue cuando se percató que todos se habían esfumado. Solo estaban ellos dos y sin querer, dibujó una leve sonrisa. La primera en muchos años, pero la deshizo casi de inmediato cuando sintió el frío del metal dentro de su cuerpo. Extendió sus alas para alejarse de allí, pero un segundo ataque lo derrumbó en el suelo.

– ¿Quién te ha enviado?

– ¡¿Eh?! – masculló, aún no se reponía, todo había sido inesperado. Su corazón latía a mil por hora y eso lo conmocionó aún más, había olvidado que tenía uno.

– ¿Qué buscan en este lugar sagrado?

No se había hecho esa pregunta. No sabía la razón, solo sabía que debía matarlo, esas eran las órdenes. Aunque ahora intuía por qué Alika lo había enviado allí.

 “Es tu último trabajo hijo mío” había dicho y Kasai apretó los labios al recordarlo.

El hombre aferraba el arma contra su pecho y él la sentía a la altura de su corazón.

– Dímelo o te haré sufrir hasta que hables – le espetó con soberbia.

 Pero Kasai no podía dejar de mirarlo. Los recuerdos comenzaron a llegar a borbotones y una lágrima descendió por su mejilla.

El hombre abrió sus ojos sorprendido y por un segundo, dejó de presionar la daga en el pecho del demonio. Era la primera vez que alguien veía a uno de su especie llorar. Los valientes que se habían acercado a mirar, comenzaron a murmurar sin control. Todos sabían que los demonios no tenían sentimientos.

– Pensé … pensé que habías muerto – susurró.

– ¿Qué truco es este? – respondió el hombre con su expresión seria y volvió a hundir la daga, lo que hizo que Kasai gimiera.

– Me perdí – siguió hablando. – Ahora entiendo que mi alma perdió el rumbo.

El hombre había clavado sus ojos en él, pero por el brillo que expedían, Kasai supo que no lo distinguía. ¿Había cambiado tanto? preguntó a su pesar y tuvo que responderse afirmativamente. Entonces, sintió vergüenza por lo que era y pensó en esfumarse y así desaparecer utilizando el suelo como escudo.

Alika le había dado un hogar aunque había sido el verdugo de sus padres, pero él era muy pequeño en ese entonces y sin tener algo a qué aferrarse, buscó una familia.  Nunca la encontró, pero con el tiempo pensó que al menos su vida tenía un propósito … hasta ahora.

>> Lo siento mucho, papá – dijo y el hombre quedó de una sola pieza, estático con sus ojos perdidos buscando algo que no podía ver, un hijo que ya no existía y aferró aún más la daga que sostenía en sus manos.

Y de repente, Kasai, se esfumó.

Todos los derechos reservados. Obra protegida por derechos de autor. 2021. Fernanda Maradei

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Published on June 25, 2021 13:16

June 18, 2021

Luna Roja

En el momento en que la daga atravesó el pecho del Rey, el cielo se llenó de nubes espesas que oscurecieron el campo de batalla. Ya no había vuelta atrás, nadie imaginó que los tiempos venideros serían diferentes. Ninguno podría detener lo que había comenzado esa noche. Las fuerzas que habían sido contenidas en la tierra por siglos emergieron sin previo aviso y los culpables de su muerte, por primera vez, creyeron que se habían equivocado.

– Límpiala – le ordenó al viejo sacerdote que tenía al lado, pasándole el arma manchada de sangre.

– ¿Qué sucederá ahora? Aún no sabemos dónde está.

– Ayúdame a recostarlo sobre el muro – no le había contestado, su respiración estaba tan agitada como la de él.

El estruendo que había salido de la tierra, todavía podía escucharse, así que no debían quedarse más tiempo del necesario. Trabajaban con rapidez, el sucesor debía ser nombrado con la próxima luna roja, por lo que aún tenían muchas cosas que arreglar.

– ¿Quiénes son ustedes y qué hacen ahí? – la voz gruesa de un soldado terminó de desplomar el poco valor que aún les quedaba.

Se dieron la vuelta con la expresión contraída y el joven pudo ver lo que estaba detrás de los dos ancianos. Primero se irguió por el asombro conteniendo la respiración, pero se repuso rápidamente y empuñó el pomo de su espada.

– Detente – uno de los sacerdotes alzaba el brazo en un afán de protegerse.

– Lo que han hecho merece la muerte – repuso sin titubear.

– No lo entiendes, él debía morir para que el mundo continuara – el otro viejo intentaba colocarse de pie.

– Era el rey – le dijo con severidad. El guerrero no entendía por qué su señor se encontraba sin su escolta en medio de los bosques que limitaban con el castillo.

– Era un demonio … su lealtad estaba con la oscuridad.

– No te atrevas a levantarte – gritó el guerrero y colocó su espada en la garganta de su víctima. – ¿Cómo osan blasfemar de esa forma frente al cuerpo de nuestro soberano?

El suelo se calentaba y de él se desprendía una estela de humo que montaba lentamente. El más anciano de los dos retiró su mano sorprendido e intentó que el joven entrara en razón.

– Ayúdanos … No queda mucho tiempo – imploró con desespero.

El chico también veía los gases subir, y dio un paso hacia atrás, indeciso.

– Necesitamos terminar el ritual y …

– ¡BRUJOS! – el movimiento fue preciso, dando muerte a uno de los culpables del asesinato de su señor.

– ¿Pero qué has hecho? Estás condenado muchacho. Te maldigo a vagar por el mundo hasta encontrarla o de lo contrario, el mundo perecerá en la próxima luna roja …

Su voz también había sido silenciada.

– Malditos servidores de la oscuridad – escupió al piso y limpió el filo de su espada con sus ropas.

Los demás habían llegado al escuchar los gritos despavoridos de los sacerdotes antes de su muerte y contemplaron la escena sin intervenir. Sin embargo, la maldición profesada segundos antes mantenía a todos con la respiración contenida. Ya no era solamente el cielo ennegrecido, era también el aroma a muerte que se diluía por todo el valle unido a una sensación de desazón.

El día terminó y aunque el viejo rey Trion fue enterrado con los honores que le correspondía, el temor hizo que muchos decidieran darle sepultura allí mismo, en medio del bosque. Ninguno se atrevió a regresar con él al castillo.

El tiempo transcurrió y la atmósfera seguía viciada según profesaban los hombres que ahora dirigían la ciudad. Los mensajeros decían que en las inmediaciones donde reposaba la tumba del rey, aún se mantenía la estela oscura de neblina suspendida en el aire, era tan espesa que no dejaba ver la tierra. También, que fuera lo que fuera que estuviera reposando en el bosque, ahora se expandía como una enfermedad y pronto llegaría hasta ellos.

– ¿A dónde irás Bjorn? – el capitán se había acercado para despedirse.

– Debo encontrarla.

– Nadie sabe a dónde se la llevó la reina.

– Encontré una pista.

– Eso dijiste la última vez.

– Las runas del templo aseguran que…

– Eso también lo dijiste la última vez.

Bjorn frunció el entrecejo.

– Esta vez la luna roja se acerca, solo faltan unas semanas.

– Es cierto.

– Debo intentarlo o esa cosa terminará invadiéndonos. Has visto cómo está cambiando la tierra, sino hacemos algo pronto … – calló por un minuto y miró hacia el horizonte. – Esto es mi culpa, no los dejé terminar su maldito ritual. – sin dejar que su superior respondiera, se subió de un brinco al caballo.

– Espero que esta vez tengas razón.

– Yo también.

– Toma – el capitán alargó su mano para entregarle un saco púrpura. Bjorn lo miró sin comprender. – Es la corona … por si la encuentras.

– La ceremonia … yo no soy quién debe …

– Si la encuentras debes llevarla hasta la tumba. Parece que todo se resuelve solo.

Bjorn entrecerró sus ojos un poco.

– ¿Ahora escuchas a las brujas?

El viejo sonrió débilmente. No confiaba en ellas, pero eran tiempos difíciles y necesitaba aferrarse a cualquier cosa.

– Haz lo que debas hacer para que esto se detenga.

– Lo haré – le respondió el guerrero y azuzó a la bestia para emprender el viaje.

……

El encuentro había sido inesperado. Antes de llegar al lugar donde se suponía estaba escondida la princesa, tropezó con una joven de pies descalzos y cabello suelto que recogía fresas al lado del camino. Inclusive, sin querer, le había tumbado el canasto y todo el contenido había caído al suelo. El sitio era hermoso, de árboles frondosos y tapetes de flores que recorrían todo el valle. Hacía mucho que Bjorn no se encontraba en un lugar con tanta luminosidad.

– ¿A quién busca?

El guerrero no estaba acostumbrado a escuchar una voz tan suave y melodiosa como esa. De no ser porque no veía ningunas alas en la espalda de la muchacha, la hubiera confundido con una hada.

– Es un asunto del rey.

– El rey está muerto – dijo con sequedad.

Bjorn pasó saliva, pero al mismo tiempo se irguió como de costumbre cuando se trataban temas del estado.

– ¿Sabes dónde está el castillo celeste?

– Lo sé.

– ¿Y bien? – dijo molesto, no le gustaba la altivez con la que respondía aquella campesina.

La joven había señalado un pequeño punto en el horizonte, y él, dada la premura, ni siquiera se había despedido para continuar cabalgando en esa dirección. Fue hasta la noche que se dio cuenta de su imprudencia, cuando la misma joven descalza y de ropas humildes, lo invitaba a comer en uno de los balcones. De no ser por la servidumbre, nunca hubiera sabido que era ella.

– ¿Nadie me dijo que la reina había muerto?

– Nadie me dijo que mi padre había muerto – respondió Tyra con voz suave.

– ¿Pero dijiste …?

– Qué otra razón tendría la corte para venir a buscarme – respondió y tomó un poco de vino de la copa que tenía en sus manos.

Bjorn bajó la cabeza, no era capaz de mantener la mirada. Tyra irradiaba una fuerza que lo hacía sentir muy pequeño.

– Tu padre fue un gran hombre – susurró.

– Mi padre quiso matarme cuando supo que era diferente a él.

Bjorn alzó una ceja.

>> ¿No lo sabes? – preguntó extrañada y él se encogió de hombros. – ¿Qué te han dicho?

– Tu madre abandonó al rey cuando apenas eras una chiquilla, parece que no se llevaban bien.

– ¿Solo eso?

Él volvió a levantar una de sus cejas.

– ¿Por qué has venido? ¿Qué quieren de mí? – ahora estaba intrigada. Se levantó para alejarse del guerrero mientras lo escuchaba dándole la espalda.

Le narró lo que había sucedido. La insistencia del rey Trion de eliminar toda la horda de sacerdotes de una vez por todas. Los acusaba de conspirar contra él y lamentablemente, tenía razón porque lo habían asesinado. También le contó que el territorio comenzaba a sucumbir ante una nueva forma de vida que se manifestaba y debían arrancarla de raíz. Pero todo había salido mal y los sacerdotes habían asesinado al rey argumentando que adoraba al demonio. Lo cierto es que, después de ese día, la tierra no era la misma y ahora el bosque se mantenía en la oscuridad.

>> ¿Qué quieren de mí? – repitió.

Bjorn le mostró el saco púrpura que llevaba consigo y lo colocó sobre la mesa. La princesa caminó hasta él y lo abrió. Sonrió cuando descubrió la enorme corona de su padre que brillaba con los reflejos de luz que entraban por la ventana.

– Es tu corona mi reina – dijo el guerrero solemnemente y se arrodilló frente a ella.

Ella se rio mientras jugaba con la joya en su mano.

– No entiendes lo que va suceder ¿verdad? – le susurró con la misma voz dulce.

– Me dijeron que sí …

– No te preocupes, mi padre estaba empeñado en que fuera su logro por eso guardó muy bien el secreto de mi ubicación.

Tyra se colocó la corona en la cabeza, sosteniéndola para que no siguiera de largo y terminara en su cuello.

– Ahora soy tu reina – le dijo.

Él bajó su cabeza totalmente.

– Aquí no puede ser mi señora – murmuró apenado. – Debemos hacerlo frente a la tumba de su padre.

– ¡Ah! … yo si decía que no había sentido nada raro – se burló.

……

Emprendieron el viaje hasta el lugar donde descansaba el rey Trion. Bjorn estaba satisfecho porque esa noche habría luna llena y según sus cálculos, sería roja.

En la medida en que se acercaban, la tierra era diferente. Los pueblos que la habitaban, también habían cambiado y Bjorn no podía disimular el fastidio que eso le daba. Sin embargo, la princesa escuchaba y observaba con atención, pensativa. Solo hasta cuando llegaron al bosque y Tyra vio la neblina negra que reposaba en el suelo, la expresión en su rostro se contrajo y descendió inmediatamente del caballo.

– No hemos llegado – le dijo en un afán de detenerla. El sol poniente le indicaba que pronto llegaría la noche, pero la joven no le hizo caso.

Tyra tocaba suavemente las tumbas que yacían erguidas en medio de la arboleda, como recuerdo de aquel día nefasto en el que su padre había muerto. Cuando vio uno de los árboles que habían sido quemados, corrió hacia él y una lágrima mojó su mejilla. Bjorn al verla, se acercó para consolarla.

>> Fue un día horrible – le dijo aún con tristeza en su voz al recordar a sus compañeros caídos. Después de dar muerte a los asesinos, Bjorn y los demás guerreros habían encontrado la escolta del rey en el suelo. La magia negra era la única respuesta para que los sacerdotes hubieran eliminado a todos.

– Es verdad, fue un día horrible – le contestó secándose la lágrima con el dorso de su mano. – ¿Cómo pudieron hacer esto?

– Los sacerdotes lo atacaron cuando regresábamos al castillo. Se habían aliado con nuestros enemigos y …

– Destruyeron todo … ustedes y los demás son iguales.

– Vencimos mi reina.

Ella lo miró llena de rabia.

– ¿Te parece que vencieron?

Bjorn observó su alrededor en silencio.

>> Todos perdieron ¿No te das cuenta? – se quitó los zapatos y abrazó el piso con sus pies descalzos. Cogió el saco donde llevaban la corona y lo asió con fuerza – ¿Dónde está la tumba? – le dijo y giró sobre su talones para encaminarse a buscar a su padre.

El joven la seguía con dificultad, indicándole el camino correcto hasta que llegaron a un pequeño montículo donde habían colocado una cruz decorada con zafiros y otras piedras preciosas.

– Nunca lo entendiste – ahora la futura reina hablaba pasando sus dedos sobre el nombre de su padre. – Te negaste a sentirlo, aunque mi don solo pudo haber venido de ti.

La tierra se calentó y de ella aparecieron estelas de humo que subían perezosamente. Bjorn se asustó y retrocedió un paso.

– ¿Eres una bruja?

– Solo es la tierra, está enojada … Lleva siglos sin ser escuchada. Si quisieras, también podrías sentirla – murmuró mientras se mantenía arrodillada. – Está furiosa – continuó. – ¿Cómo pudieron destruirla así? ¿Cómo pudieron quemar sus árboles, matar sus animales, destruir sus ríos?

– La tierra – balbuceó Bjorn sin comprender.

– Mi padre y yo escuchábamos las voces de diferentes dioses – le explicó. Sacó la corona para contemplarla y la neblina retrocedió frente al brillo que ahora expedía la muchacha.

Esta vez el soldado enmudeció, mientras veía absorto que decenas de figuras se formaban con los gases que emanaban de la tierra. Se acercaban a ellos y Bjorn empuñó su espada con fuerza.

>> No te harán daño – le dijo mirándolo a los ojos. – Están aquí para ayudar.

– No lo entiendo.

– Es difícil entenderlo, los humanos solo ven lo bueno o lo malo de las cosas. El universo existe gracias al equilibrio entre fuerzas complementarias; la noche y el día, el frío y el calor, el amor y el odio, todo hace parte de lo mismo. Mi padre no lo entendía así, pensaba que la maldad oscura destruiría lo bueno y se obsesionó con acabarla, pero lo único que hizo fue fortalecerla. Mi madre huyó conmigo el día que él descubrió mi verdadera esencia.

De repente, de la espalda de Tyra emergieron dos alas que se sacudían armoniosamente.

– ¡Eres un hada!

– O un demonio – susurró. – Al menos él pensaba eso.

– El rey – dijo débilmente. – Dijiste que tu don venía de él.

– Mi padre podía escuchar a la naturaleza de la misma forma como yo lo hago en este momento. Solo que el mensaje era traducido diferente. Al final, él mismo fue el que se destruyó.

La luna llena se asomaba ya en la bóveda celeste y los seres etéreos le murmuraron algo al oído.

– Pronto llegará la luna roja – comentó y las figuras se colocaron a su lado, reverenciándola solemnemente. Bjorn retrocedió asustado.

>>No te lastimarán – le dijo.

 Tomaron la corona para colocarla en la cabeza de su dueña y Tyra se irguió conteniendo la respiración por un momento.

>> Mi legado, ha comenzado – exclamó solemnemente mientras que con la otra mano sostenía la corona para que se mantuviera en su puesto.

Las nubes del cielo se retiraron obedeciéndola, los rayos rojos entraron para limpiar toda la podredumbre que los hombres habían hecho. La joven se levantó del suelo ahora convertida en reina, desplegando sus alas. Nunca más volvería a ocultarlas. La reina hada ahora, cambiaría el mundo.

Todos los derechos reservados. Obra protegida por derechos de autor. 2021. Fernanda Maradei

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Published on June 18, 2021 17:52

June 17, 2021

El Rey Dragón

Su báculo tocó el suelo un segundo antes de que él terminara en la boca del dragón. Luego, el cristal de su punta disipó la neblina que los cubría formando un círculo perfecto alrededor de ellos.

 

– Ahora me obedecerás – le dijo a la criatura que permanecía congelada con sus fauces abiertas de par en par.

 

El hechicero sonrió con malicia al ver que ni el más enorme de los animales podía revelársele. Su plan estaba marchando a la perfección y ahora solo quedaba disfrutar el dulce sabor de la venganza.  

 

Miró más allá de las montañas, en dirección del pueblo de su padre. Aquel hombre que lo rechazó cuando supo de lo que era capaz, que se atrevió a llamarlo fenómeno porque controlaba la mente de cualquier animal, que lo expulsó como una rata después de gritarle que era un demonio.

 

– Extermínalos a todos y tráeme su cabeza.

 

Los ojos del dragón parpadearon y el infierno se desató.

Todos los derechos reservados. Obra protegida por derechos de autor. 2021. Fernanda Maradei

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Published on June 17, 2021 05:16

June 11, 2021

La Piedra de Eón

Una mariposa blanca bailaba enfrente suyo, a ella, le siguió una más y luego otra. Cuando se levantó del suelo para sentarse mejor, se encontraba rodeado de decenas de ellas que volaban formando una espiral hacia arriba.

– Perdidos – se quejó su compañero que vaciaba la última gota de agua que quedaba de la cantimplora.

– Hicimos todo lo que está escrito … este es el sitio – Zak se colocaba de pie para contemplar mejor el espectáculo que realizaban los pequeños insectos voladores enfrente suyo. – Además la luna ya apareció.

– Por eso – gruñó Teo molesto. – No te das cuenta que estamos en medio del desierto siguiendo los deseos de un pergamino escrito por un anónimo.

– Por uno de los dioses.

– ¿Cómo?

– Escritos por uno de los dioses, no por un anónimo – le corrigió y alzó sus ojos hacia el cielo. La luna montaba con rapidez llevando consigo pequeñas estrellas fugaces a su alrededor.

Suspiró.

– ¿Ves las mariposas?

– Si – se encogió de hombros sin entender.

– Son una señal.

Teo lo detallaba desconcertado, moviendo su cabeza para desaprobarlo. – No sé cómo me dejé convencer por ti para venir hasta acá … Estamos en el fin del mundo sin agua y agotados completamente.

– Mira – le señalaba a los pequeños insectos que ahora se confundían con la superficie de la luna, por lo que era difícil seguirlos.

– Zac deja de soñar, tenemos que pensar cómo vamos a hacer para regresar o de lo contrario moriremos de sed.

 En ese momento, la luz del astro se intensificó. El viento se detuvo y los pequeños insectos quedaros suspendidos en el aire, estáticos, como adornos colgados por hilos transparentes. Ambos se quedaron perplejos.

El movimiento de la arena los despertó del trance. Un torbellino consumía con rapidez el piso donde estaban parados, así que retrocedieron para salir de su centro, pero el embudo los chupaba y poco a poco perdieron el apoyo cayendo al suelo. A cuatro patas intentaron huir sin conseguirlo. Aterrizaron sobre una gran roca que emergía del mar de arena. Teo se golpeó en la cabeza y comenzó a sangrar, pero su amigo embelesado como estaba, ni siquiera se había dado cuenta.

– Lo conseguimos – murmuró Zac para sí mismo, pero no sonreía, sus nervios habían tomado el control de su cuerpo y temblaba ligeramente.

– ¡Aléjate! Puede ser peligroso – Teo lo tomó de los hombros mientras una gota roja descendía por su mejilla.

– Espera – insistió Zac.

Se mantuvo estático contemplando la piedra del conocimiento que ahora brillaba a la luz de la luna. Era gigante, con más de dos metros de altura y su exterior brillaba; la superficie era lisa y estaba completamente pulida. Se sorprendió que las mariposas blancas revoloteaban por todos lados, más aún, que brillaban con la luz blanca del cielo que caía como si fuera un gran farol.

– ¿No te das cuenta? Estamos enfrente de la famosa piedra de Eón. Una de las piezas que componen la biblioteca más grande de todos los tiempos.

– Eso veo, porque de biblioteca más bien poco, solo es una roca – comentó avanzando para quedar a lado suyo. Parecía tan confundido como él.

Una pequeña mariposa se posó en la mano de Zac  y él respiró profundo.

– Voy a tocarla – anunció alargando su mano.

Con solo acercarse a la superficie lisa, sintió un corrientazo que traspasó su piel viajando a través de sus huesos, de sus venas, dilatando sus pupilas. El piso volvió a temblar y la piedra comenzó a emerger nuevamente. Crecía a pasos agigantados y los dos hombres retrocedieron para evitar ser arrastrados por la estructura. Cada minuto que pasaba reflejaba toda su magnificencia.

>> Es hermosa – balbuceó Zac mientras Teo atónito solo alcanzaba a mover su cabeza como gesto de aprobación.

La edificación estaba hecha de piedra de más de cuatro pisos de altura. La superficie que Zac había tocado hacía parte del techo de lo que parecía ser el ala principal. Desde donde estaban parados, podía verse los amplios corredores con barandas decoradas de figuras geométricas y miles de puertas que invitaban al interior. En la mayoría de ellas, caían delicados hilos de agua que expedían destellos titilantes a pesar de la escasa luz. Teo no pudo evitar salir corriendo para tomar toda la que su cuerpo podía.

>> Vamos – lo animó Zac cuando llegó hasta él.

Durante el viaje, Teo no había dejado de hablar, pero ahora, parecía enmudecido completamente y se dejaba llevar del brazo como un chiquillo.

El interior era más majestuoso, habían pequeñas hojas de luz que caían desde las ramas de un árbol viejo que yacía en el centro del gran salón. Aunque eran pequeñas, la luz que emitían era suficiente para dar claridad a todo el recinto. Era como si la noche ya no existiera y además de mariposas blancas, ahora volaban otras de colores amarillos y azules. Una de ellas se posó en una de las piedras del conocimiento que se encontraban distribuidas de forma equidistante. Zac al verla, se apresuró a cogerla.

– ¡Espera! – le dijo su amigo y él volteó a mirarlo. Le señalaba a su alrededor.

Zac abrió sus ojos, de no ser por Teo no se hubiera dado cuenta que habían más personas alrededor de ellos. Decenas de hombres y mujeres permanecían cerca de las otras piedras o sentados en mesas llenas de comida y con piedras del conocimiento más pequeñas en sus manos. Su primera reacción fue saludar, pero nadie contestó. El silencio era absoluto y fue cuando ambos se percataron que parecían estar congelados, estáticos, perdidos en el tiempo.

>> ¿Qué sucede Zac? – preguntó con recelo.

Su amigo había conseguido el pergamino que los había conducido hasta allá, en una venta de baratijas. Había sido una ganga según él que era conocedor de los misterios antiguos que involucraban a los dioses. Para Teo, todo eso era basura, pero para Zac, aquello lo era todo y él lo sabía. Decidió acompañar a su amigo en esa aventura por más dudosa que fuera, era eso, o dejarlo ir solo sin que nadie lo protegiera. Zac era el que usaba la cabeza, él usaba las armas.

– No estoy seguro – empezó diciendo su amigo dubitativamente. Caminó con cautela hasta el grupo más cercano y pasó su mano enfrente de los ojos de uno de ellos.

– ¿Están congelados?

– No lo creo – colocó su mano debajo de la nariz del hombre que tenía enfrente. – Respira … pero débilmente.

Teo hizo lo mismo con la mujer que tenía al lado y asintió.

– Entonces, ¿Qué les pasa?

Zac fruncía el entrecejo, pensativo.

Después de un rato, señaló a una pequeña mariposa que posaba sobre la mano de la mujer y Teo se acercó a detallarla más de cerca.

>> Sus alas parecen moverse, pero muy lentamente. Casi no se ve … – dedujo.

– ¡El pergamino! – dijo de repente Zac ensimismado y hurgó en su morral para sacarlo. Se sentaron en el suelo y lo abrió para buscar la frase exacta que rondaba por su cabeza. – Aquí … donde menciona a Eón el dios del tiempo.

– “… El conocimiento conlleva a la sabiduría y esta es una forma de vida eterna concedida por los dioses …” – leyó Teo.

Se miraron por un rato sin decir palabra.

– Voy a entrar – murmuró Zac.

– NO.

– Vine hasta acá para esto.

– Es una trampa, quedarás congelado quién sabe por cuantos siglos.

– No estaré congelado – le aclaró. – Iré a otra dimensión … es lo que dice pergamino. Creo que allá, el tiempo se mueve diferente.

– Pues aquí estarás congelado eternamente.

– … Una forma de vida eterna – susurró para sí.

Enmudecieron.

– Es lo que deseo hacer Teo … Es lo que vine a hacer. Esto es lo más maravilloso que hay en el mundo, puedo vivir leyendo durante toda la eternidad. Nunca me arrepentiré de haber decidido quedarme.

Teo asintió con dificultad y pasó saliva.

– ¿En serio quieres irte?

– Si.

– Entonces, al parecer vine solo a acompañarte para verte partir.

– Temo que sí.

Se levantaron lentamente y se abrazaron.

Un búho que se había mantenido oculto entre las ramas del árbol viejo, salió entre las lágrimas de luces mostrándose ante ellos.

– Los recibiré a los dos si así lo desean – les dijo. La voz que utilizaba era gruesa y profunda.

– ¿Quién eres? – preguntó Teo mostrando por primera vez su arma.

– Solo soy el guardián del palacio que pertenece al dios Eón; dios del tiempo eterno, sin inicio y sin final. Protector de la sabiduría – respondió sin moverse de la rama donde se encontraba iluminado completamente. – Los recibiré a los dos si así lo desean – repitió. – El tiempo de los humanos viaja con premura y es necesario regresar.

Teo miró a Zac.

– Eres el mejor amigo que una persona como yo, puede tener en su vida. Me vas a hacer mucha falta.

– ¿Estás llorando? – se burló, porque de los dos, Teo era el guerrero.

– Quieres cerrar la bocota … – respondió con severidad y volvió a abrazarlo con fuerza.

Amanecía cuando la brisa se llevó el último rastro de la biblioteca que contenía la famosa piedra de Eón y Teo suspiró largamente. Había logrado llenar sus cantimploras y recogido comida del interior. Ahora solo le quedaba regresar a casa, solo.

Todos los derechos reservados. Obra protegida por derechos de autor. 2020. Fernanda Maradei

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Published on June 11, 2021 16:25

June 3, 2021

Haz de Luz

– “Ya casi” pensó mientras cerraba uno de sus ojos para apuntar mejor.

 

Había logrado tomar casi todos los colores del arcoíris. Los sostenía con fuerza con la punta de su flecha, y ahora, solo debía volver a disparar por última vez para atraparlos completamente.

 

>> “Por fin, lo voy a conseguir”

 

El suave cantar de la saeta dibujó una fina línea en su mejilla haciéndola suspirar.

La punta de Jade atravesó la distancia en pocos segundos para mezclarse con los haces de luz, pero … algo inesperado pasó.

 

Miles de destellos explotaron inmediatamente frente a sus ojos. El resplandeciente brillo la encegueció y luego un chillido melodioso se esparció por todo el valle.

 

>> ¿Qué sucede? – preguntó atónita.

 

Pequeñas criaturas volaban encima de su cabeza, viajando de un lado a otro con la rapidez y la precisión de una flecha, pero con la hermosura del arcoíris. Las había liberado.

 

Se quedó perpleja, admirándolas, eran tan pequeñas y al mismo tiempo tan hermosas. Una de ellas se posó sobre el dorso de su mano y la diosa sopló sobre ella regalándole el aliento divino de la creación.

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Published on June 03, 2021 07:59

May 30, 2021

El Hada de Loto

Reía a carcajadas de solo ver a la pequeña hada sonreír cuando él abría y cerraba los ojos intermitentemente para luego hacer una mueca con su boca. Le encantaban los bebés porque nunca se fijaban en la apariencia de los demás, solo veían el alma.

Lloraba y temblaba de frío cuando la encontró flotando sobre uno de los lotos sagrados de flores rosadas que arrastraban la corriente, pero después de un rato en sus brazos, la pequeña hada comenzó a brillar.

 

–¿Qué crees que estás haciendo? – una voz lo alteró y por poco la bebé se le resbala de las manos.

 

–Yoo … – alcanzó a balbucear.

 

– ¡Devuélvela! Es un hada del agua y tú eres …

 

– ¿Y yo soy …?

 

El hada se quedó mirándolo por un rato sin responder.

 

– Mi nombre es Odo – le tendió la mano, pero el hada parecía estática, asustada y dio un paso hacia atrás.

 

Al darse cuenta, le cedió a la criatura para que se tranquilizara.

 

– Gracias, soy …

 

Pero nunca alcanzó a escuchar su nombre porque del bosque resurgieron más hadas del agua que lo cercaron. Así que hizo lo que mejor sabía hacer cuando estaban en peligro: Desaparecer.

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Published on May 30, 2021 14:15

La Princesa

La historia se repetía y frente a sus ojos solo veía destrucción. De pequeña habían huido para que estuviera a salvo. Esas habían sido las palabras que utilizó en ese momento la mujer que la cuidaba. Pero después de diez años lejos de casa, el horror besaba sus pies nuevamente.

 

– Acompáñeme princesa – escuchó que le decían.

– No quiero seguir huyendo.

 

Las llamas se acercaban y comenzaban a devorar todo con tanta ferocidad, que la madera gemía sin tener escapatoria. Una gota de sudor descendió dibujando a su paso un brillo a lo largo de su espalda.

 

– No hay tiempo para discutir – le respondió y entre trompicones la sacó de allí.

 

Mientras tanto, ella con lágrimas en los ojos veía como el techo se fundía completamente y sus recuerdos desaparecían otra vez.

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Published on May 30, 2021 14:09

Polvo de Cristal

– Dámelo tenemos que purificarlo– le dijo Luna.

El unicornio inclinó su cabeza y el hada tomó la esencia de luz con sus manos para sumergirla en el polvo de cristal. El tono verde debido a la energía que absorbía de la criatura se tornó transparente al contacto con la superficie y luego pasó a su tono dorado habitual.

– Ya está – murmuró contenta y volvió a pasárselo por el cuello.

Keros pertenecía al mundo de los espíritus y solo las hadas podían verlos. Había crecido desde cachorro con Luna, cuando ella lo encontró casi moribundo dentro de un saco de estambre. La pequeña criatura había sido lastimada y el rojo de su sangre manchaba casi por completo el blanco de su pelaje. Luna aquella vez, había notado estupefacta que sobre la piel de Keros habían marcado con el filo de un cuchillo runas antiguas que solo los elfos adoradores de la oscuridad conocían.

Desde entonces, tres veces por semana debían realizar la misma rutina, para liberar la energía maligna que aún corría por la venas de el inocente unicornio.

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Published on May 30, 2021 14:07

May 28, 2021

La Cueva Bakartia

La Cueva Bakartia

Se levantó de la cama y cubrió su cuerpo con una sábana. Caminó hasta el balcón para ver toda la ciudad. Sus ojos eran completamente negros porque el tono original de su iris nunca había regresado después de la ceremonia.

– Retírate, quiero estar sola – le ordenó Maya.

El guerrero acató las órdenes inmediatamente, así que se puso de pie sin decir palabra y desapareció de la habitación dejándola sola. Habían pasado dos meses desde el ritual en la cueva Bakartia y ahora se encontraba en la ciudad principal de las tierras del norte. Curiosamente, siempre que regresaba de sus estados de letargo, ese joven estaba junto a ella. Sabía que se llamaba Kenia y parecía tenerle mucha devoción.

Se cubrió los brazos con sus manos, las emociones vividas en el ritual se colaban de vez en cuando y la piel se le erizaba de solo recordarlo. La brisa cargada de humedad movió su trenza y suspiró. Se sentía diferente; ni bien, ni mal, solo diferente. Tanto que no se reconocía.

– ¿Mi ama desea algo?

Alguien habló desde el fondo de la recamara y la sacó de sus cavilaciones. Aún no se acostumbraba a que la llamaran de esa forma.

– Tráeme de comer, muero de hambre – le dijo sin voltear a mirarlo.

La ciudad era tan lúgubre como sus tierras, la bruma siempre se mantenía a ras de suelo, impidiendo que plantas pequeñas pudieran crecer fácilmente. También, las nubes oscuras se mantenían constantemente cubriendo el cielo, estorbando la entrada de los rayos del sol, así que, la oscuridad era una constante a lo largo de todo el territorio.

Después de la fusión con la Sombra, su consciencia era intermitente. No recordaba qué había pasado después de la ceremonia, ni mucho menos cómo había llegado a la ciudad. Parecía que compartía su mente con aquel ser, quien a veces tomaba posesión completa de su cuerpo y ella se perdía en una especie de limbo. ¿A dónde iba en esos momentos? no lo sabía, pero cuando retomaba otra vez el control, la embargaban los sentimientos de venganza, ira y dolor sin saber el por qué. A veces llegaba uno parecido al amor, pero era absorbido por la oscuridad que hospedaba su alma y entonces solo quedaba el sufrimiento. Era como cuando peleaba con sus amigos de pequeña, con el tiempo solo quedaba el malestar, pero sin recordar la razón del disgusto. Por otro lado, sentía que sus verdaderos recuerdos se esfumaban poco a poco y eran reemplazados por los de la Sombra, era como si se estuvieran convirtiendo en una sola persona.  Cuando despertaba de aquellos trances se sentía ahogada, sin poder respirar y tenía que salir a tomar aire, como en aquel momento.

Se arregló y se apresuró a salir, debía buscar a los Beltza, los magos que la habían llevado hasta allá y la habían convencido de que se sometiera al ritual para unirse con la Sombra. Ahora que estaba lúcida debía indagar la forma de revertir todo eso.

– Ama – dijo una figura esquelética de torso largo y brazos cortos apenas la vio ingresar al gran salón. El hombre se inclinó para recibirla.

El resto de los Beltza se giraron al verla y se arrodillaron con sus cabezas gachas en señal de sumisión. Todos se parecían, eran delgados y mantenían una mirada ansiosa sumergida en dos ojos negros sin pupilas. La piel era blanca como una vela, pero con venas negras que podían verse a simple vista, debido a la bebida oscura que consumían para mantener la comunicación con la Sombra.

– Cada día la esencia mortal que alberga en su interior, está desapareciendo mi ama – comentó contento otro al alzar su vista y quedar enfrente de ella.

– Si, es verdad – respondió siguiéndoles el juego. Tal vez así podría descubrir cómo sacar al demonio de su interior. – Aunque siento que podría volver en cualquier momento.

Impossible – esta vez la que hablaba era una mujer que siseaba. Sus ojos brillaban a la luz de las fogatas y su cara estaba tan pálida como una calavera.

– ¿Pueden asegurármelo?

– El ritual fue realizsado a cabalidad mi ama. Ademáss, noss retiramoss inmediatamente. Esstamos muy lejoss para que exissta cualquier influencia. Verá que en pocos díass la joven mortal dessaparecerá y no volverá a sentirla.

– ¿Qué quieres decir con eso? ¿Qué no puedo acercarle a la cueva Bakartia?

– ¡NO! – dijo sobresaltado el que había hablado primero. – Debemos esperar varias lunas antes de querer volver.

Maya sonrió y después de permanecer unos minutos en el gran salón para no levantar ninguna sospecha, se retiró apresuradamente a sus aposentos. Necesitaba huir. Su única escapatoria era regresar a la cueva e intentar revertir lo que habían hecho con ella.

Mientras caminaba por los pasillos, se encontró con Kenia, el guerrero que horas antes había estado en su alcoba y apretó la boca con fuerza. No tenía tiempo para discusiones, debía marcharse lo más rápido posible de ese nido de serpientes.

– ¿Se encuentra bien mi ama? – preguntó colocando su mano sobre su brazo.

– No me interrumpas – le espetó con soberbia soltándose para que la dejara pasar. Si la llamaban ama entonces era porque la adoraba, así que lo utilizaría a su favor. – Tengo prisa.

– Estoy a sus servicios – respondió haciendo una reverencia más exagerada de lo normal.

– Esto puedo hacerlo sola, sin ayuda de nadie.

– Ama, nunca me lo permitiría. Estoy a sus órdenes – y volvió a reverenciar.

– Basta – soltó de repente, le fastidiaba todo aquello. El muchacho se levantó sin comprender.

– Puedo ayudarle si me lo pide – le dijo, su expresión había cambiado, ahora había calidez en ella. – Puede pedirme cualquier cosa – le insinuó.

Maya dudó y apretó los dientes mientras pensaba con rapidez. Tenía que llegar a la cueva Bakartia antes de que la Sombra volviera a apoderarse de su conciencia, por tanto no podía permitirse dormir. Debía partir de una vez, para llegar antes del mediodía y arreglar el problema de una vez por todas, pero no sabía si podía hacerlo sola. La vigilaban. Sabía que todos los Beltza estaban pendientes de lo que realizaba durante el día, parecía que aún sospechaban que su “ama” aún era vulnerable.

– ¿Cualquier cosa? – le preguntó.

– Cualquier cosa … Maya – respondió y ella abrió sus ojos, la había llamado por su nombre, no con ese detestable apodo.

El silencio los invadió por varios minutos en los que ella no se decidía.

– Está bien – dijo al rato. – Llévame a la cueva Bakartia. – le ordenó con voz severa y Kenia se flexionó como respeto. – No vuelvas a llamarme por mi nombre.

El guerrero la miró avergonzado, confundido. Maya se irguió y caminó delante de él para dirigirse hacia las caballerizas, pero sonrió por lo bajo, necesitaba que siguiera pensando que ella era la Sombra, no la mortal que había poseído o su plan no funcionaría.

Mientras Kenia alistaba los caballos, ella se paseaba inquieta. No sabía cuánto tiempo le quedaba de lucidez antes de que la Sombra volviera.

– Te estás demorando demasiado – le espetó.

– Ya están listos – respondió reverenciando y con la mirada clavada en el piso le pasó las riendas.

La ayudó a montar y cuando él estuvo listo, emprendieron su viaje hasta el lugar donde todo comenzó. Todo estaba saliendo a la perfección, no habían tenido ningún contratiempo y Maya se permitió una sonrisa triunfal cuando descendieron de los animales.

– ¿Qué estamos haciendo aquí ama? – le preguntó Kenia en un susurro.

La pregunta había sido simple, pero la respuesta no lo era tanto. ¿Qué tenía que hacer ahora para deshacer lo que los Beltza habían hecho? No tenía la menor idea. ¿Tal vez si se lo contaba a Kenia? Pensó. Dudaba y él lo notó inmediatamente. Maya se movía inquieta de un lugar a otro en el umbral de la puerta.

>> Entremos – le propuso el guerrero y ella asintió.

La cueva tenía una bóveda amplia, tallada en piedra de color rojo. Al pasar la mano sobre ella, soltaba polvo por lo que sin querer manchó sus ropas al tratar de limpiarse. El ambiente era sofocante y muy caluroso porque no había corrientes de aire que lo refrescaran. También había antorchas que estaban colgadas alrededor de las paredes, que aumentaban la temperatura interna. Miró al techo y vio murciélagos colgados dormitando. Comenzó a sudar.

>> ¿Qué desea hacer ama?

La voz de Kenia la devolvió a la realidad.

– Dame tu daga – le espetó largando su brazo para poder tomarla.

El guerrero obedeció sin refutar, pero tenía el ceño fruncido y Maya lo notó.

>> Vete … quiero estar sola.

Kenia comenzó a marcharse y mientras lo hacía, ella se acercó a lo que parecía el altar. Allí habían utilizado su sangre para hacer salir aquella cosa de su escondite bajo tierra, así que utilizaría la misma táctica.

“¿Qué haces?” una voz en su cabeza la detuvo. “Pierdes el tiempo … mi tiempo, esclava” siguió hablando.

– No soy tu esclava – se acercó con paso firme con la daga en su mano – y ahora vas a salir de mi cuerpo – cortó una de sus muñecas y la sangre comenzó a fluir.

“¿Qué has hecho?”

– Eliminarte.

Kenia sentado en los escalones que conducían a la entrada de la cueva, esperaba que su ama lo llamara. Jugaba con la espada cuando sintió que los pasos de Maya se dirigían hacia él y se levantó inmediatamente.

Caminaba despacio, apoyada de una de las paredes como si en cualquier momento se fuera a caer. Se veía débil. De una de sus muñecas manaba sangre, como cualquier mortal. Esta había dibujado una finísima línea en el piso, indicando el camino que había seguido para resurgir de la oscuridad de la cueva y salir al exterior. El guerrero se apresuró a tomarla antes de que cayera, pero ella lo empujó con tanta fuerza que cayó sentado aún más perturbado.

– ¿Se siente bien ama? – preguntó consternado mientras se levantaba.

Maya alzó su mano, aquella donde su muñeca estaba cercenada y comenzó a crear una esfera gaseosa que crecía rápidamente. Al principio no funcionó, pero luego comenzó a llenarse de poder, crecía. La admiró complacida.

– Mejor – respondió aún con su mirada fija en los hilos rojos y violetas que centelleaban de la energía que mantenía en su mano.  

Kenia pudo ver como la herida de su muñeca absorbió los rayos luminosos y cerrándose completamente.

>> Esa imbécil solo apresuró todo, pero ya me encargué. No volverá a molestarnos.

Todos los derechos reservados. Obra protegida por derechos de autor. 2021. Fernanda Maradei

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Published on May 28, 2021 15:37

May 21, 2021

El Guardián del Bosque

El Guardián del Bosque

Siete días de caza y no había encontrado el venado de cachos dorados que tanto buscaba. Los sacerdotes habían profetizado que cuando el animal llegara, traería nuevamente las lluvias a los campos. De eso, ya habían pasado mucho tiempo y aún los dioses no los habían bendecido. La última gran guerra había dejado destrucción y desolación y ya no podían seguir soportando la sequía que azotaba todo el territorio. Por eso más de veinte guerreros habían salido en diferentes direcciones, buscando el tan deseado objeto.

– ¡OUCH! – escuchó el grito de una mujer. – ¡NO! – volvieron a gritar y Leo tensó su arco mientras corría en dirección del bosque.

Los alaridos cesaron de repente. Giró sobre sí mismo con sus sentidos en alerta para encontrar un nuevo indicio que le permitiera auxiliar a la mujer en apuros. Los árboles en esa parte eran tan altos y frondosos que la luz del sol entraba con dificultad. Se quedó estático por unos segundos y cerró sus ojos mientras su respiración se tranquilizaba; necesitaba rastrear con sus oídos todo el perímetro. Contuvo la respiración por unos segundos y …

– ¡DETENTE! – escuchó la voz un poco más cerca y giró su cabeza en esa dirección como si tuviera un resorte en su cuello. No lo dudo, comenzó a correr desenfrenadamente para salvarla.

Al llegar al claro del bosque, la visión que se mostraba ante él lo detuvo de sopetón. Una bestia hecha de roca, tan grande como una montaña amenazaba a un hermosa joven de piel canela y cabello negro, tan liso que brillaba con los rayos del sol.

Disparó varias flechas seguidas impactando directamente sobre el lomo de la descomunal mole sin siquiera hacerle el más mínimo daño. Cargó nuevamente tomado tres flechas con su mano y apuntó a su cabeza, pero las cuencas vacías de su rostro lo miraron con sorpresa y Leo retrocedió temeroso. Cuando se recobró un segundo después, la figura de piedra avanzaba hacia él para atraparlo, así que volvió a embestir con tres setas que salieron al mismo tiempo.

La mano gigante lo tomó de sus ropas y lo levantó como facilidad para mirarlo más de cerca.

– SUÉLTAME MALDITA BESTIA … – gritó, mientras se agitaba incansablemente para que lo dejara en paz. – LIBERA A LA DONCELLA O SABRÁS QUÉ PASA CUANDO ME ENFUREZCO.

– ¿Liberarme? – preguntó la joven avanzando hacia los dos. Le apuntaba con una lanza dorada en sus manos.

– ¿Se encuentra bien señorita? – dijo con voz preocupada y la joven dibujó una leve sonrisa.

– ¿Por qué crees que necesito tu ayuda?

– La estaba atacando – respondió con firmeza aún cuando estaba tambaleándose de un lado hacia el otro por culpa del viento. El monstruo lo sostenía del pecho.

– Roka nunca haría eso – bajó la lanza para apoyarla en el suelo. – Jugábamos … digo, entrenábamos – se corrigió inmediatamente.

“¿Roka?” pensó Leo “¿Quién era esa mujer?” Ahora estaba confundido.

>> Además, eres tú quién lo atacó primero.

– Oí sus gritos de auxilio – insistió.

– Roka … Bájalo, pero no lo sueltes – le espetó con firmeza y la enorme criatura obedeció como si fuera una mascota doméstica.

Ivy avanzó para estar frente a Leo y lo miró con detenimiento.

>> No eres de este bosque ¿o sí?

Él negó suavemente mientras volvía a agitarse para quedar libre sin conseguirlo.

>> ¿Qué haces aquí?

– Estoy buscando algo.

– ¿Qué?

– Un objeto sagrado para mi pueblo.

– ¡Ah! – exclamó y se retiró un poco para quedar debajo de uno de los haces de luz. Sus ojos brillaban con intensidad y su piel había tomado un tono canela que contrastaba con ellos. – ¿Cómo llegaste hasta aquí?

– ¿Cómo? – la pregunta lo desconcertó. – C- caminando.

– ¿Pero cómo entraste a mi bosque?

– Ya te lo dije, escuché que alguien pedía auxilio y …

Ella lo miró extrañada y se sentó sobre una roca para contemplarlo. Reflexionaba mientras jugaba con la lanza que aún mantenía en sus manos.

Leo pensó que era una joven muy bella, mientras seguía con sus ojos el arma que giraba.

– Mis hechizos de protección están fallando – está vez Ivy hablaba con Roka.

Leo los miraba con aprensión, buscaba seguir el hilo de la conversación para entender en dónde se había metido.

>> Tendremos que comenzar de cero nuevamente. Es la tercera vez en menos de un año, primero los animales y ahora esto – se quejó. – ¿No sé lo que está pasando? – dijo mirándose las manos y luego alzó la vista para observar la bóveda celeste.

Leo la imitó.

>> ¿Crees que la diosa ya no me necesite?

Roka se encogió de hombros.

>> Tal vez deberíamos dejar de jugar – lo regañó – y concentrarnos más en nuestros deberes. Sácalo del bosque mientras yo organizo todo para la ceremonia.

– ¡ESPERA! – grito Leo levantando su mano instintivamente. No quería irse y nunca volver a verla.

Ivy volteó a mirarlo, esperando que continuara, pero el joven se había quedado mudo.

– ¿Y bien?

– Q-quiero ayudarte – espetó sin saber muy bien lo que estaba diciendo.

Ella sonrió y expulsó un poco de aire por su nariz.

– La diosa nos encomendó este trabajo solo a los dos.

– Puedes soltarme – se quejó zarandeándome nuevamente y ella le hizo un gesto a Roka que obedeció sin replicar. Por fin libre, caminó hacía ella. – Soy un buen guerrero y puedo ayudarte a cuidar el bosque. A protegerte …

– No cuido el bosque. Mi magia solo cubre una pequeña porción de él. Además, no necesito que me protejan – le respondió con un matiz de desespero en su voz.

– Lo sé … Perdón – necesitaba convencerla. Necesitaba volverla a ver. – Puedo ayudarte con los hechizos.

– Tampoco soy una bruja.

– Lo sé, eres una sacerdotisa … ¿Siempre es tan difícil hablar contigo?

– No estoy aquí para hablar – respondió de forma enfática. – Hay una guerra en el exterior y yo debo proteger el … – calló e hizo una pausa mientras lo observaba. – Mira no es tu culpa … Roka – llamó, ahora miraba a la enorme mole que reposaba sentada cerca de ellos. – Acompáñalo para que pueda salir del bosque.

– No hay una guerra – refutó Leo.

– ¿Qué estás diciendo? Claro que la hay … los pueblos están destruyendo todo …

– No la hay – insistió. – La hubo, pero eso fue hace muchos años.

– ¿De dónde vienes? Parece que has caminado mucho.

– Salí de Xhisa hace siete noches y te puedo asegurar que nadie está peleando en estos momentos.

La sacerdotisa se dejó caer sobre el prado sin comprender. Había huido hacía cinco años, por orden de su diosa y en medio de los gritos de su pueblo que morían a manos de los invasores.

– No lo entiendo – dijo tartamudeando.

– ¿De qué pueblo vienes? – preguntó Leo que ahora se sentaba al lado de ella.

– De Xhisa.

El silencio se instauró entre los dos, mientras ambos miraban al piso queriendo comprender qué sucedía.

– ¿Cuánto llevas aquí?

– Cuatro años, tres meses y 35 días – respondió como lo haría un prisionero en su celda.

– Pero hace cuatro años no había una guerra … Terminó hace treinta.

– ¡¿Treinta?! ¿Estás seguro?

Leo asintió lentamente.

– Mira … – empezó diciendo. – He dejado mi pueblo porque busco el venado de cachos dorados – la joven abrió los ojos y empuñó su lanza con fuerza. Él se dio cuenta y habló lo más rápido que pudo. – La historia cuenta que fue escondido por la diosa para protegerlo, pero si no lo encontramos la sequía acabará con nosotros. Desde que el objeto sagrado dejó nuestros campos, las cosechas no dejan de secarse y los animales se están yendo para encontrar agua. No podemos soportar más tiempo en esta situación o moriremos de hambre – su voz sonaba triste. – Algunos hablan de abandonar todo lo que por siglos fue nuestro y muchos han comenzado a hacerlo, pero … yo creo que debemos quedarnos a luchar. Por eso estoy aquí, buscando devolver la lluvia a Xhisa para que sea tan próspera como en el pasado.

Ivy lo escuchaba sin hablar.

>> También creo que encontrarte no fue un accidente … La diosa me ha guiado a ti – le soltó y ella clavó su mirada en él. 

Sabía que tenía razón, su hechizo de invisibilidad no estaba funcionando, la diosa se lo había advertido, pero solo ahora lo recordaba … Le había dicho que cuando eso sucediera era porque el peligro había terminado. 

>> Ven conmigo y regresa a casa.

La joven miró con tristeza a Roka, no respondía y se mojaba los labios mientras reflexionaba.

>> ¿Tal vez si le preguntas a la diosa?– continuó insistiendo Leo.

Ivy se levantó y caminó para tocar a su amigo de tantos años, mientras hablaba.

– Ya lo hice – dijo observando a Roka.

La inmensa criatura que se encontraba sentada, la miraba con tristeza. Aunque no tenía ojos, Leo podía ver el dolor reflejado en la expresión de su rostro. Estaba hecho de piedra completamente y en algunas partes de su cuerpo se podía observar que la vegetación crecía encima de él. Habían flores de diferentes colores que se resaltaban con el verde que se adhería a la superficie.

>> Todo terminó mi amigo – la voz de Ivy era suave y se subió sobre sus piernas para verlo más de cerca. 

Leo observaba la escena con el corazón estrujado. Ahora que lo contemplaba con más calma, podía darse cuenta que era una criatura magnífica, sin agresividad alguna.

Los dedos de Roka se iluminaron y de ellos retoñó una pequeña flor de pétalos rosados que ofreció con una sonrisa a Ivy. Ella la tomó y después de olerla, sonrió con lágrimas en los ojos. Su tiempo había terminado.

Se miraron por varios minutos.

Leo continuaba viéndolos sin intervenir. Después de unos minutos, pequeñas luces de mil colores salieron de los poros de la piel de Roka, danzando frenéticamente en espiral, llevados por la brisa hacia la copa de los árboles. Ivy retrocedió aún con las lágrimas cubriendo sus mejillas y suspirando suavemente. La luz se intensificó y luego el monumental Roka desapareció ante sus ojos para dejar en su lugar a un venado de cachos de oro que brillaba con los rayos del sol.

– Vamos … es hora de regresar – dijo Ivy en un suspiro.

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Published on May 21, 2021 13:43

Cuentos maradei

F. Maradei
Por el placer de LEER y de escribir. Cuentos
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