F. Maradei's Blog: Cuentos maradei, page 5

February 19, 2021

La Gracia de los Draco (Maya*Parte 2)


Maya * Parte 2

Si quieres leer la Parte 1


Su madre la miraba fijamente mientras la joven permanecía sentada al lado de la ventana pensando en Axel y en lo que había sucedido. Se sentía normal, como siempre y sin embargo, su muñeca le ardía. Volteó a mirarla para encontrar algo que le hiciera suponer que todo había sido real, pero aparte del dolor no había nada.

“Tal vez lo soñé” pensó. Comenzó a jugar con sus manos, en ellas había una pequeña llama de fuego que viajaba a través de sus dedos.

– Debes dejar de hacer eso – la regañó.

– Nadie está mirando … solo estamos tu y yo.

– No importa, me pones nerviosa.

La joven cerró su mano y la llama se desvaneció, luego giró su cabeza para mirarla.

El interior de su bohío era sencillo, había un gran espacio que les servía a las dos para todo, y un cuarto que quedaba en el fondo donde dormían. Mientras la veía cocinar, pensaba en lo bella que era; tenía más de cuarenta años y su piel era clara, contrastaba con su cabello oscuro que caía hasta la cintura y tenía unos ojos grandes de color azul que reflejaba una mirada tranquila detrás de unas largas pestañas.  En cambio, ella era más parecía a su padre, o bueno eso le decían porque murió cuando apenas tenía cinco, por lo que no se acordaba mucho de él, decían que tenía el mismo color de piel canela, ojos cafés y cabello liso, era totalmente opuesto al rizado de Allen, su madre. Ella acababa de cumplir los doce años, y su nombre era común en el pueblo de Kato, su padre, pero no en el de su madre.

– Deja de perder el tiempo y ven a ayudarme – le dijo Allen.

Maya se levantó y caminó hasta la pequeña cocina que tenían en el bohío.

– ¿Por qué estás tan nerviosa mamá?

– Escuchaste lo que andan diciendo en las cuevas … parece que hay problemas otra vez con los Draco y no quiero que venga a molestarnos nuevamente.

Después de comer salió de la casa en busca de Axel porque necesitaba hablar con él. Entonces comenzó a caminar por entre los pasillos que abrían paso a las diferentes cuevas del pueblo. No era difícil encontrar a alguien en aquel lugar, ya que era un sitio pequeño y todos se conocían.

Los ancianos contaban que sus abuelos habían llegado allí del oeste, huyendo de la guerra, pero al ser un pueblo nómada, su estancia debió haber sido por poco tiempo. Sin embargo, con el pasar de los años, habían preferido habitarlas, ya que era un lugar con inmensos recursos. El lugar tenía ríos subterráneos donde brotaba abundante agua pura, también estaban al lado del mar Njord y hacia el sur, los territorios estaban cubiertos por bosques espesos donde se podía cazar y abastecerse.

Encontró a Axel al lado de su cueva, sentado con un libro en las manos. Él apenas la vio se levantó apresuradamente mientras la miraba llegar. Vivía solo con su padre y su abuelo, Maya había tratado de preguntarle sobre su mamá, pero él siempre evadía ese tema de conversación, así que con el tiempo había dejado de insistir.

– Necesitamos hablar – le dijo Maya.

– Si, te estaba esperando, pero vámonos de aquí, hay demasiados oídos cerca – respondió entre murmullos.

El día era caluroso y el cielo estaba completamente azul, así que comenzaron a sudar mientras caminaban.

– ¿A dónde vamos?

– A dónde no nos puedan escuchar – dijo Axel con voz seria.

Llegaron a un árbol que tenía un tronco grueso y se sentaron sobre una de las raíces que sobresalía entre la vegetación. Maya comenzó a hablar inmediatamente.

– Sé lo que hiciste ayer con tus manos – le dijo con voz serena. Tenía recuerdos borrosos, pero estaba segura de haber visto luz que salía de Axel.

– No sabes lo que viste … no te sentías bien en ese momento.

– Tus manos – mientras hablaba las señalaba – se iluminaron … Yo sé lo que vi.

Axel apretó la boca y la miró fijamente.

– No debes decírselo a nadie … por favor – le suplicó.

– ¿Por qué? … ¿por qué no podemos decirle a nadie? – no entendía que ocurría, siempre había pensado que solo ella tenía ese “problema con sus manos” y ahora…

– Sabes lo que ocurrió la última vez – Maya negó con la cabeza mientras lo miraba con ansiedad. – Lo que pasó cuándo éramos pequeños … lo de tu padre.

Abrió los ojos y Axel se dio cuenta por la expresión de su cara, que ella desconocía todo aquello.

– ¿Tu madre no te lo ha contado?

– ¿Decirme qué? … qué sucede, no te estoy entendiendo nada.

– Tu padre se fue para protegerte, al igual que mi madre.

Maya ladeó un poco la cabeza y pasó saliva.

– ¿No está muerto?

– No … – hizo una pausa ­– hace unos años la Estirpe Draco decretó que estaba prohibido relacionarse con otros pueblos y tu padre … bueno él, mamá y otros más, violaron la ley.

– ¿Por qué los Draco hicieron eso? y ¿dónde está mi papá?

– Mi abuelo dice que los llevaron a Isla Dragón y que están en prisión.

Maya bajó su cabeza mientras reflexionaba, tenía que hablar con su madre sobre esto y comenzó a sentirse muy molesta con ella por habérselo ocultado; toda su vida había pensado que estaba muerto. Luego alzó su rostro para seguir preguntando.

– ¿Qué pasó ayer en la cueva?

– Estaba al lado del arroyo cuando observé que Jens y Erika salían corriendo muertos de la risa, pero no te vi y me preocupé, así que regresé a buscarte y te encontré inconsciente en el suelo.

Lo miraba, sabía que no le estaba contando toda la verdad, juraría que él también había sentido aquella cosa, pero no le insistió. Lo conocía y sabía que él se enojaba con facilidad.

– Quiero ver lo que haces con tus manos.

Axel respiró profundo y mientras la observaba, sus manos se iluminaron, era como si sostuviera una lámpara de luz.

– ¡Wow! – exclamó y él sonrió tímidamente.

– ¡QUIETOS AHÍ! – espetó con voz gruesa un hombre que aparecía entre la maleza.

Maya y Axel se colocaron de pie rápidamente para disponerse a correr, pero detrás de ellos aparecieron más guerreros con armas en sus manos y los amenazaban. Entonces, los dos levantaron sus manos como señal de rendición.

– Tendrás que acompañarnos mestizo – dijo el que parecía el líder, señalando a Axel y luego lo tomó del hombro con fuerza.

– ¡NO! – gritó Maya. – ¡Suéltalo! no tienes derecho.

– ¿También eres uno de ellos? – preguntó una guerrera.

– Si – respondió Maya.

– No – refutó Axel inmediatamente. Hablaba más fuerte que ella y le tapaba la voz.

El guerrero los miró por un momento y luego comenzó a caminar llevándose a Axel consigo. Este forcejeaba, pero no había forma de luchar contra aquellos gigantes y después de varios minutos, en los que Maya pateó y mordió a los guerreros, estos la empujaron para dejarla sentada sobre la hierba, mientras veía impotente cómo raptaban a su amigo.


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Copyright © 2020 Fernanda Maradei. Todos los derechos reservados. Obra protegida por derechos de autor.
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Published on February 19, 2021 12:53

February 17, 2021

Gratis - Cuentos de Tunxho


Este sábado 20 de Febrero podrás descargar gratis el primer libro de la serie Los Cuentos de Tunxho por Amazon.  



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Published on February 17, 2021 05:22

February 12, 2021

La Cueva de Yamhuy (Maya * Parte 1)


Maya * Parte 1


La zarandeaba con fuerza y el tamiz de la voz que le hablaba era de miedo.

– Levántate Maya …

Abrió sus ojos lentamente para mirarlo.

– ¡Regresaste!

– Vamos de prisa, debemos salir de aquí – la respiración de Axel era entrecortada y sus manos estaban frías como una tapia.

Se encontraban en una cueva oscura, en la parte este del Bosque Dorado. Axel la ayudó a colocarse de pie con dificultad, estaba mareada y su visión era borrosa. La cogía de la mano y la tiraba para que huyera junto con él. Trataba de seguirle el paso, pero era como si sus sentidos no funcionaran y sentía que estaba corriendo a ciegas. Las ramas se interponían en su marcha, le impedía avanzar y la hacían caer con frecuencia, pero Axel la volvía a levantar del suelo una y otra vez. Luego sintió el frío en sus pies cuando sus zapatos se mojaron y la luz del sol comenzó a aparecer poco a poco, así que tuvo que cerrar sus ojos porque la enceguecía. Descendió el risco aún con la visión borrosa y sintiendo que el corazón quería dejar de latir en cualquier momento.

– !Espera! … déjame descansar un poco – se quejó.

Axel se sentó a su lado hasta que Maya pudo levantarse por ella misma.

– ¿Te sientes mejor? – le preguntó preocupado.

Ella asintió débilmente y continuaron con su marcha. Axel la acompañó hasta la puerta de su casa. Inclusive se despidió con un fuerte abrazo que la sorprendió porque era raro verlo en esa actitud.

Al día siguiente, se sentó en la terraza exterior de su casa. Vivían en un pequeño bohío, al lado de los riscos que se alzaban al lado del mar Njord o del lago como se le conocía comúnmente. La mayoría de los pobladores habitaban en el interior de las cuevas porque eran más frescas y seguras. Pero Kato, su padre, les había construido aquella pequeña casa de madera y barro, y su madre había luchado contra viento y marea para conservarla, tratando de que su hija continuara con una vida “normal”.

Rememoraba el día anterior, necesitaba entender lo que había pasado. 

Había salido a jugar con sus amigos de toda la vida, con los que había crecido.

– ¿Para dónde vamos? – les preguntó mientras intentaba alcanzarlos. La habían ido a buscar a su casa.

– Jens dice que escuchó de un cementerio más allá de los riscos – contestó Axel.

– ¡¿Un cementerio?!

– ¡Si … no es emocionante! – exclamó Erika con nerviosismo.

El mayor de todos era Jens que iba a cumplir trece años el mes siguiente, era el líder del grupo, había crecido tanto en los últimos meses que se notaba los diferentes colores en la bota de su pantalón. Aunque Maya le gustaba el color de su cabello que era naranja como una zanahoria, él lo odiaba. También estaba Axel, el más pequeño de los cuatro, de temperamento conflictivo, siempre discutía por todo, le gustaba leer y entonces creía que sabía de muchas cosas. Al igual que ella, también era mestizo porque su madre pertenecía a los Draco mientras que en su caso, era Kato quien había nacido en ese pueblo. Por último, estaba la bella Erika de temperamento amigable y paciente, tenían casi la misma edad, pero había crecido tanto como Jens y ya no parecía una niña, como ella. Su cabello y ojos eran de color café claro y en los últimos días parecía que Jens fuera su novio o por lo menos tenían algo.

Se acercaron al risco más próximo a la playa y comenzaron a escalar para llegar a la cima. No había llovido por meses, lo que hacía que la tierra estuviera dura, pero al mismo tiempo arenosa, entonces la estela de polvo que despedía cada vez que una de las manos asía con fuerza las rocas, se esparcía directamente en sus caras. Asimismo, ese día no había nubes en el cielo por lo que el sol caía directamente sobre sus cabezas. El trayecto les tomó más de media hora y llegaron completamente bañados en sudor.

– Es por aquí – les dijo Jens, señalando la dirección con su brazo derecho.

Después de media hora lograron vislumbrar un pequeño bosque a lo lejos.

– Vamos bien… mi hermano me dijo que queda en la mitad de la arboleda.

– Nos estamos alejando mucho del pueblo – les insinuó.

– ¿Tienes miedo Maya? – se burló Jens.

– Claro que no, un cementerio no me asusta, pero no es bueno alejarnos tanto – su madre le había comentado que había rumores de que los Draco estaban inmiscuyéndose nuevamente en los asuntos del pueblo de las cuevas.

La Estirpe Draco era el pueblo de su padre, vivían en el Bosque Dorado al otro lado de las cuevas en dirección oeste. Ambos pueblos estaban separados por la playa del mar Njord, lo que hacía que el contacto entre ambos pueblos fuera constante. Sin embargo, Allen su madre después de la muerte de Kato, temía por la seguridad de Maya y de otros mestizos como su hija que habitaban en aquel pueblo. Hacía más de un siglo que habían llegado a habitar aquellas cuevas, pero los Draco ya llevaban más de mil años de estar allí en el Bosque Dorado, desde la época del Gran Dragón Azul. En los primeros años de convivencia, nunca tuvieron problemas y el comercio entre ambos pueblos fue próspero, pero en la última década, los mestizos no eran bien vistos y habían ocurrido enfrentamientos a causa de ello.

– Aquí no hay nadie, solo estamos nosotros – refutó Jens con seguridad. – Vamos estamos perdiendo el tiempo – y sin decir nada más, los chicos se internaron entre la vegetación.

Caminaron en dirección este, hasta que llegaron a un pequeño claro. Maya miró a todos lados, había mariposas que se posaban tranquilamente entre las flores y recorrían un pequeño riachuelo que se asomaba tímidamente en el fondo del claro. En los árboles se veían colibríes que revoloteaban de flor en flor mientras se peleaban entre ellos. Estaban enfrente de un hermoso paisaje.

– ¿Este es tu cementerio? – preguntó incrédula Maya mientras observaba todo a su alrededor. – Es muy bello.

Jens la miró apretando la boca y comenzó a caminar en dirección al riachuelo.

– Es por aquí.

Lo siguieron. Caminaban por el borde del arroyo y mientras se adentraban, las copas de los árboles hacía que la luz del día se fuera perdiendo. Para los rayos del sol era difícil atravesar las ramas y hojas cada vez más densas. De pronto, se toparon de frente con una pared rocosa llena de plantas que se descolgaban hacia todos lados.

– Creo que llegamos – anunció Jens.

– ¿A dónde? – preguntó de forma recelosa Axel.

– Solo sígueme chiquitín.

Axel lo fulminó con la mirada y apretó la boca con fuerza.

Jens se escurrió entre la maleza para luego desaparecer. Los demás lo siguieron y uno por uno entró a lo que parecía una cueva. Marchaban en fila, y poco a poco comenzaron a quedarse ciegos debido a la oscuridad que envolvía el lugar. De pronto, Jens se detuvo y los demás se chocaron mientras detenían el paso.

­        – ¿A dónde nos has traído? No podemos ver nada – se quejó Axel.

– Ten un poco de paciencia – le replicó Jens – nuestros ojos se acostumbrarán y podremos ver un pasillo, del otro lado hay luz y está el cementerio.

– No hay nada aquí además de cuevas – le refutó Axel.

– No comiences a pelear … – le suplicó Erika que siempre trataba de calmar los ánimos del grupo.

– He visto los mapas, sé de lo que hablo.

– Si quieres devolverte, ya sabes por dónde está la salida –Jens le señalaba con el brazo.

– Eso es lo que haré, no necesito ver una cueva porque vivo en una y ustedes también – les espetó y comenzó a marcharse apresuradamente.

– Déjenlo … con él siempre es así – dijo desanimado Jens.

Maya negó con la cabeza lamentando que se hubiera ido. Le gustaba pasar tiempo con Axel, él siempre tenía una respuesta a todas sus inquietudes. 

Después de varios minutos, comenzaron a ver una tenue luz en el fondo de la cueva, entonces avanzaron por el pasillo y se introdujeron hasta llegar a un segundo espacio, que evidentemente estaba más iluminado. Jens colocó su mano para que las chicas se detuvieran.

– Lo olvidé … mi hermano me dijo que aquí está escondida Yamhuy, así que si ven una sombra moviéndose, no la sigan por ningún motivo, puede ser peligroso – ambas asintieron con la cabeza y pasaron saliva. – ¿Estás nerviosa Maya? 

Mantenía un tono burlón que a ella le molestaba. Jens cogió la mano de Erika para entrar y se quedó un instante sola en aquel lugar sintiendo que la oscuridad la engullía, así que los siguió rápidamente. 

Aunque la luz que había era poca, observaba el lugar detalladamente. De las historias que contaban los Draco, estaba la de Yamhuy; el centro de la creación, pero no era un cuento bonito que una madre contaría a su hija para hacerla dormir, así que de Allen, solo había escuchado la versión corta que hablaba de la oscuridad y de la luz, y de cómo todo se había creado.

Mientras avanzaba, sentía la humedad en el aire, al bajar la vista al piso, se encontró rodeada de huesos de animales. Se colocó de cuclillas y miró con más detenimiento.

“Son dragones” pensó “!¡Es un cementerio de dragones!” exclamó.

Alzó la vista para tratar de encontrar a sus amigos, pero no los detectó entre la oscuridad. Le pareció interesante ver que los huesos no estaban completos, parecía haber sido triturados por algún animal más grande.

“Tendré que preguntarle a Axel que animal es más grande que un dragón” – pensó.

De pronto, sintió un ruido sordo que venía del fondo de la cueva e inmediatamente escuchó a Erika con voz alterada.

         – ¿QUÉ ES ESO?

         – Quédate tranquila … no es nada. Maya solo quiere asustarnos.

Quiso avanzar hacia ellos para decirles que no era ella, pero escuchó que Erika salía corriendo y detrás Jens. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, se quedó sola en aquella cueva como petrificada sin poder respirar. Trató de avanzar, pero algo la detenía y la incipiente luz que había en el lugar comenzó a perderse. Escuchó un murmullo y giró su cabeza para tratar de identificar de dónde venía aquel ruido, pero estaba ciega. Luego sintió que algo comenzaba a enrollarse por su pierna y subía lentamente por su cuerpo.

– Gulp! – pasó saliva, estaba asustada.

Aquella cosa reptó hasta llegar a su muñeca que había comenzado a arder con intensidad y luego su mente se nubló. Poco a poco la realidad se le escapaba y una bruma espesa de un color oscuro invadía su visión para mostrar lugar diferente a la cueva donde se supone que estaba.

– ¿Dónde estoy?

El silencio era sepulcral y después de unos minutos, vislumbró el umbral de una caverna en el centro de una planicie rocosa. El ambiente era hostil; extremadamente húmedo y caliente. Luego escuchó el graznido de un ave y entonces miró al cielo. Había una figura etérea que volaba en círculos encima de ella, el terror se apoderó de su cuerpo y la inmovilizó.

El pájaro bajó para diluirse en una niebla que comenzó a acercarse lentamente. Maya trataba de correr, pero su cuerpo no se lo permitía. Veía con impotencia su avance hasta tocarla, la envolvía como una serpiente. Abrazaba sus piernas y luego su tronco hasta llegar a su rostro. Después simplemente se introdujo por su boca y Maya la absorbió incapaz de impedírselo.

– Maya … Maya – en su letargo escuchaba el susurro de su nombre en la lejanía. – Levántate Maya …

Abrió sus ojos lentamente. Axel estaba allí.


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Copyright © 2020 Fernanda Maradei. Todos los derechos reservados. Obra protegida por derechos de autor.
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Published on February 12, 2021 08:12

La Cueva de Yamhuy


Primera Parte de Xué Poniente


La zarandeaba con fuerza y el tamiz de la voz que le hablaba era de miedo.

– Levántate Maya …

Abrió sus ojos lentamente para mirarlo.

– ¡Regresaste!

– Vamos de prisa, debemos salir de aquí – la respiración de Axel era entrecortada y sus manos estaban frías como una tapia.

Se encontraban en una cueva oscura, en la parte este del Bosque Dorado. Axel la ayudó a colocarse de pie con dificultad, estaba mareada y su visión era borrosa. La cogía de la mano y la tiraba para que huyera junto con él. Trataba de seguirle el paso, pero era como si sus sentidos no funcionaran y sentía que estaba corriendo a ciegas. Las ramas se interponían en su marcha, le impedía avanzar y la hacían caer con frecuencia, pero Axel la volvía a levantar del suelo una y otra vez. Luego sintió el frío en sus pies cuando sus zapatos se mojaron y la luz del sol comenzó a aparecer poco a poco, así que tuvo que cerrar sus ojos porque la enceguecía. Descendió el risco aún con la visión borrosa y sintiendo que el corazón quería dejar de latir en cualquier momento.

– !Espera! … déjame descansar un poco – se quejó.

Axel se sentó a su lado hasta que Maya pudo levantarse por ella misma.

– ¿Te sientes mejor? – le preguntó preocupado.

Ella asintió débilmente y continuaron con su marcha. Axel la acompañó hasta la puerta de su casa. Inclusive se despidió con un fuerte abrazo que la sorprendió porque era raro verlo en esa actitud.

Al día siguiente, se sentó en la terraza exterior de su casa. Vivían en un pequeño bohío, al lado de los riscos que se alzaban al lado del mar Njord o del lago como se le conocía comúnmente. La mayoría de los pobladores habitaban en el interior de las cuevas porque eran más frescas y seguras. Pero Kato, su padre, les había construido aquella pequeña casa de madera y barro, y su madre había luchado contra viento y marea para conservarla, tratando de que su hija continuara con una vida “normal”.

Rememoraba el día anterior, necesitaba entender lo que había pasado. 

Había salido a jugar con sus amigos de toda la vida, con los que había crecido.

– ¿Para dónde vamos? – les preguntó mientras intentaba alcanzarlos. La habían ido a buscar a su casa.

– Jens dice que escuchó de un cementerio más allá de los riscos – contestó Axel.

– ¡¿Un cementerio?!

– ¡Si … no es emocionante! – exclamó Erika con nerviosismo.

El mayor de todos era Jens que iba a cumplir trece años el mes siguiente, era el líder del grupo, había crecido tanto en los últimos meses que se notaba los diferentes colores en la bota de su pantalón. Aunque Maya le gustaba el color de su cabello que era naranja como una zanahoria, él lo odiaba. También estaba Axel, el más pequeño de los cuatro, de temperamento conflictivo, siempre discutía por todo, le gustaba leer y entonces creía que sabía de muchas cosas. Al igual que ella, también era mestizo porque su madre pertenecía a los Draco mientras que en su caso, era Kato quien había nacido en ese pueblo. Por último, estaba la bella Erika de temperamento amigable y paciente, tenían casi la misma edad, pero había crecido tanto como Jens y ya no parecía una niña, como ella. Su cabello y ojos eran de color café claro y en los últimos días parecía que Jens fuera su novio o por lo menos tenían algo.

Se acercaron al risco más próximo a la playa y comenzaron a escalar para llegar a la cima. No había llovido por meses, lo que hacía que la tierra estuviera dura, pero al mismo tiempo arenosa, entonces la estela de polvo que despedía cada vez que una de las manos asía con fuerza las rocas, se esparcía directamente en sus caras. Asimismo, ese día no había nubes en el cielo por lo que el sol caía directamente sobre sus cabezas. El trayecto les tomó más de media hora y llegaron completamente bañados en sudor.

– Es por aquí – les dijo Jens, señalando la dirección con su brazo derecho.

Después de media hora lograron vislumbrar un pequeño bosque a lo lejos.

– Vamos bien… mi hermano me dijo que queda en la mitad de la arboleda.

– Nos estamos alejando mucho del pueblo – les insinuó.

– ¿Tienes miedo Maya? – se burló Jens.

– Claro que no, un cementerio no me asusta, pero no es bueno alejarnos tanto – su madre le había comentado que había rumores de que los Draco estaban inmiscuyéndose nuevamente en los asuntos del pueblo de las cuevas.

La Estirpe Draco era el pueblo de su padre, vivían en el Bosque Dorado al otro lado de las cuevas en dirección oeste. Ambos pueblos estaban separados por la playa del mar Njord, lo que hacía que el contacto entre ambos pueblos fuera constante. Sin embargo, Allen su madre después de la muerte de Kato, temía por la seguridad de Maya y de otros mestizos como su hija que habitaban en aquel pueblo. Hacía más de un siglo que habían llegado a habitar aquellas cuevas, pero los Draco ya llevaban más de mil años de estar allí en el Bosque Dorado, desde la época del Gran Dragón Azul. En los primeros años de convivencia, nunca tuvieron problemas y el comercio entre ambos pueblos fue próspero, pero en la última década, los mestizos no eran bien vistos y habían ocurrido enfrentamientos a causa de ello.

– Aquí no hay nadie, solo estamos nosotros – refutó Jens con seguridad. – Vamos estamos perdiendo el tiempo – y sin decir nada más, los chicos se internaron entre la vegetación.

Caminaron en dirección este, hasta que llegaron a un pequeño claro. Maya miró a todos lados, había mariposas que se posaban tranquilamente entre las flores y recorrían un pequeño riachuelo que se asomaba tímidamente en el fondo del claro. En los árboles se veían colibríes que revoloteaban de flor en flor mientras se peleaban entre ellos. Estaban enfrente de un hermoso paisaje.

– ¿Este es tu cementerio? – preguntó incrédula Maya mientras observaba todo a su alrededor. – Es muy bello.

Jens la miró apretando la boca y comenzó a caminar en dirección al riachuelo.

– Es por aquí.

Lo siguieron. Caminaban por el borde del arroyo y mientras se adentraban, las copas de los árboles hacía que la luz del día se fuera perdiendo. Para los rayos del sol era difícil atravesar las ramas y hojas cada vez más densas. De pronto, se toparon de frente con una pared rocosa llena de plantas que se descolgaban hacia todos lados.

– Creo que llegamos – anunció Jens.

– ¿A dónde? – preguntó de forma recelosa Axel.

– Solo sígueme chiquitín.

Axel lo fulminó con la mirada y apretó la boca con fuerza.

Jens se escurrió entre la maleza para luego desaparecer. Los demás lo siguieron y uno por uno entró a lo que parecía una cueva. Marchaban en fila, y poco a poco comenzaron a quedarse ciegos debido a la oscuridad que envolvía el lugar. De pronto, Jens se detuvo y los demás se chocaron mientras detenían el paso.

­        – ¿A dónde nos has traído? No podemos ver nada – se quejó Axel.

– Ten un poco de paciencia – le replicó Jens – nuestros ojos se acostumbrarán y podremos ver un pasillo, del otro lado hay luz y está el cementerio.

– No hay nada aquí además de cuevas – le refutó Axel.

– No comiences a pelear … – le suplicó Erika que siempre trataba de calmar los ánimos del grupo.

– He visto los mapas, sé de lo que hablo.

– Si quieres devolverte, ya sabes por dónde está la salida –Jens le señalaba con el brazo.

– Eso es lo que haré, no necesito ver una cueva porque vivo en una y ustedes también – les espetó y comenzó a marcharse apresuradamente.

– Déjenlo … con él siempre es así – dijo desanimado Jens.

Maya negó con la cabeza lamentando que se hubiera ido. Le gustaba pasar tiempo con Axel, él siempre tenía una respuesta a todas sus inquietudes. 

Después de varios minutos, comenzaron a ver una tenue luz en el fondo de la cueva, entonces avanzaron por el pasillo y se introdujeron hasta llegar a un segundo espacio, que evidentemente estaba más iluminado. Jens colocó su mano para que las chicas se detuvieran.

– Lo olvidé … mi hermano me dijo que aquí está escondida Yamhuy, así que si ven una sombra moviéndose, no la sigan por ningún motivo, puede ser peligroso – ambas asintieron con la cabeza y pasaron saliva. – ¿Estás nerviosa Maya? 

Mantenía un tono burlón que a ella le molestaba. Jens cogió la mano de Erika para entrar y se quedó un instante sola en aquel lugar sintiendo que la oscuridad la engullía, así que los siguió rápidamente. 

Aunque la luz que había era poca, observaba el lugar detalladamente. De las historias que contaban los Draco, estaba la de Yamhuy; el centro de la creación, pero no era un cuento bonito que una madre contaría a su hija para hacerla dormir, así que de Allen, solo había escuchado la versión corta que hablaba de la oscuridad y de la luz, y de cómo todo se había creado.

Mientras avanzaba, sentía la humedad en el aire, al bajar la vista al piso, se encontró rodeada de huesos de animales. Se colocó de cuclillas y miró con más detenimiento.

“Son dragones” pensó “!¡Es un cementerio de dragones!” exclamó.

Alzó la vista para tratar de encontrar a sus amigos, pero no los detectó entre la oscuridad. Le pareció interesante ver que los huesos no estaban completos, parecía haber sido triturados por algún animal más grande.

“Tendré que preguntarle a Axel que animal es más grande que un dragón” – pensó.

De pronto, sintió un ruido sordo que venía del fondo de la cueva e inmediatamente escuchó a Erika con voz alterada.

         – ¿QUÉ ES ESO?

         – Quédate tranquila … no es nada. Maya solo quiere asustarnos.

Quiso avanzar hacia ellos para decirles que no era ella, pero escuchó que Erika salía corriendo y detrás Jens. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, se quedó sola en aquella cueva como petrificada sin poder respirar. Trató de avanzar, pero algo la detenía y la incipiente luz que había en el lugar comenzó a perderse. Escuchó un murmullo y giró su cabeza para tratar de identificar de dónde venía aquel ruido, pero estaba ciega. Luego sintió que algo comenzaba a enrollarse por su pierna y subía lentamente por su cuerpo.

– Gulp! – pasó saliva, estaba asustada.

Aquella cosa reptó hasta llegar a su muñeca que había comenzado a arder con intensidad y luego su mente se nubló. Poco a poco la realidad se le escapaba y una bruma espesa de un color oscuro invadía su visión para mostrar lugar diferente a la cueva donde se supone que estaba.

– ¿Dónde estoy?

El silencio era sepulcral y después de unos minutos, vislumbró el umbral de una caverna en el centro de una planicie rocosa. El ambiente era hostil; extremadamente húmedo y caliente. Luego escuchó el graznido de un ave y entonces miró al cielo. Había una figura etérea que volaba en círculos encima de ella, el terror se apoderó de su cuerpo y la inmovilizó.

El pájaro bajó para diluirse en una niebla que comenzó a acercarse lentamente. Maya trataba de correr, pero su cuerpo no se lo permitía. Veía con impotencia su avance hasta tocarla, la envolvía como una serpiente. Abrazaba sus piernas y luego su tronco hasta llegar a su rostro. Después simplemente se introdujo por su boca y Maya la absorbió incapaz de impedírselo.

– Maya … Maya – en su letargo escuchaba el susurro de su nombre en la lejanía. – Levántate Maya …

Abrió sus ojos lentamente. Axel estaba allí.


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Published on February 12, 2021 08:12

January 29, 2021

27. La Invasión de Suesux


El olor a humo lo despertó. Miró a través de la ventana para contemplar atónito el incendio que arrasaba con la ciudad. No entendía lo que estaba sucediendo porque desde que llegaron todo había transcurrido en calma. Hacía tres noches que se encontraban en Suesux y los preparativos para la ceremonia estaban casi terminados. 

El ruido de la puerta lo despertó de sus cavilaciones y se giró para mirar.

– ¿Qué sucede? – preguntó sin esperar a que su amigo ingresara a la habitación.

– Nos atacan – respondió agitado y luego comenzó a toser sin poder detenerse.

Yaku tomó la jarra de agua para servirle un vaso, pero estaba distraído mirando a los niños que dormían plácidamente sin percatarse de lo que sucedía afuera.

 – Así está bien – Rumi se acercó para arrebatarle el vaso antes de que el líquido se desbordara. Había dejado de toser y también contemplaba a los pequeños protectores al igual que Yaku. – ¿Qué hacemos? Si los encuentran estarán en peligro.

– Hay que sacarlos de aquí – respondió con voz resuelta el más anciano de los dos.

Después de despertarlos comenzaron a avanzar en medio de los pasillos del palacio. Las personas se movían de un lado para otro buscando la forma de huir de la catástrofe que se avecinaba. Los pequeños caminaban tomados de las manos, habían sido elegidos por la diosa Sia como protectores del pueblo del Agua. La más pequeña de los cuatro miraba con ojos nerviosos el aspecto que ahora tenía el gran salón. Unas horas antes había servido para conocer al futuro cacique del pueblo del Sol, pero en ese momento las llamas lo consumían lentamente. Un estruendo que derrumbó parte de la pared que tenían enfrente los hizo retroceder.

– Hay que dividirnos – espetó Rumi.

– No estoy seguro – Yaku observaba todo a su alrededor, el espacio por donde iban a salir ahora se encontraba bloqueado por el muro que había caído. – Los necesitamos a los cuatro.

– Por eso – Tosió, la estela de polvo que se había levantado más el humo del ambiente no lo dejaban respirar. – Nos vemos en la laguna.

– ¿En la laguna?

– No pueden capturarlos o todo estará perdido – hablaba con firmeza. –  Sin ellos no habrá ninguna ceremonia.

–  ¿No estará pensando en el portal?

Rumi asintió nervioso.

– Tampoco me gusta, pero hoy los astros nos favorecen. Temíamos que el eclipse ayudara al pueblo de la Luna de alguna forma, pero nadie imaginó que lo utilizarían para destruir la ciudad esta misma noche. Quieren desalojar al pueblo del Sol de estas tierras, pero si nombramos al príncipe como cacique su plan habrá fallado.

– Está bien, pero no se demore o no podrán atravesarlo. 

Tomó a dos de ellos de las manos y se acuclilló para mirarlos a los ojos mientras les explicaba calmadamente lo que iban a hacer. Miró a su amigo y sin perder un minuto más, comenzó a huir hacia el punto de encuentro.

La oscuridad de la noche y el aire cargado de humo reflejaba el caos y la caída del cacicazgo. Su contextura robusta hacía que se moviera con dificultad, pero eso no lo haría desistir. Sudaba copiosamente mientras corría a través del palacio llevando consigo a los dos niños que con dificultad le seguían. 

Entraron a un gran salón sin techo, que tenía jarrones de barro inmensos a lo largo del pasillo. En el centro se levantaba una hermosa fuente de agua cristalina con la figura de una mujer. La estatua sostenía un cuenco mientras parecía tocar con sus dedos el estanque donde decenas de pececillos de colores nadaban sin percatarse de lo que estaba sucediendo a su alrededor.

Una mujer le cerró el paso y tuvieron que detenerse.

– Yaku – susurró. – Han bloqueado la entrada principal, no podrás salir por ahí.

– Iré por el bosque hasta llegar a la laguna, no te preocupes. Todo saldrá bien.

Aquella mujer se había quedado contemplando la fuente, sus ojos estaban desorbitados por el miedo y temblaba ligeramente. Yaku la conoció cuando llegó a Suesux porque hacía parte del séquito personal del príncipe del pueblo del Sol, al verla tan desesperanzada tuvo que hablarle con voz gruesa para que reaccionara.

– Sia los protegerá … ya deberían saberlo.

Ella asintió y se mordió los labios.

– ¿A dónde los enviarás?

– A Bacatá.

La mujer asintió y se retiró para que marcharan, pero no dejó de observarlos hasta que se perdieron en medio de las calles.

Siguieron corriendo sin parar, atravesaban la arboleda mientras los gritos que venían de la ciudad comenzaban a apaciguarse. Lo estaba logrando y en la quietud momentánea que la noche le estaba regalando, pensó en la suerte que tendrían los pequeños al llegar a ese mundo desconocido.

“Sia los protegerá” se convencía.

– Ya casi llegamos – los animó mirando al cielo. – ¡Vamos! aún se puede hacer – dijo aliviado apresurando la marcha.

Una pequeña sombra de forma circular comenzaba a devorar a una de las lunas y la oscuridad que los abrazaba se tornaba cada vez más profunda.

Las aguas tranquilas de la laguna aparecieron ante sus ojos y el hombre los invitó a que se acercara a la orilla. Los pequeños obedecieron. Estaban muy asustados, la niña temblaba mientras su hermano se acercaba a ella para protegerla. Al tomarla de la mano un ligero brillo se desprendió de sus cuellos. Cada uno tenía un tatuaje dibujado al lado de la oreja derecha en honor a su protectora, la diosa Sia.

– Vengan – les dijo Yaku mientras les ofrecía su mano para que lo siguieran. Hablaba con ternura porque había notado el miedo en los ojos de los niños. – Todo saldrá bien – les dijo para calmarlos.

– ¿Por qué tenemos que irnos? – Nym era el mayor de los dos.

– No quiero irme – Quyn comenzó a sollozar y se limpiaba las lágrimas con el dorso de su mano.

– Si se quedan puede que ocurran cosas malas … allá estarán a salvo. No deben temer.

Los gritos de varios guerreros que parecían acercarse alteró al viejo. Sacó de su bolsillo dos pequeños dijes de oro que colocó en sus cuellos y luego los besó suavemente en la frente. Los pequeños no se habían soltado de las manos y el agua había empezado a vibrar.

“¿Dónde estás Rumi?” pensaba mordiéndose los labios. El tiempo se agotaba y cuando el eclipse acabara no podrían irse. Reflexionaba sobre las opciones que tenían mientras esperaba con ansias que su amigo llegara.

Vislumbró unas figuras que venían del fondo y respiró aliviado. Volvió a observar al cielo, si se apresuraban podrían lograrlo, bajó la mirada y el ruido de la voces comenzaron a llegar.

– QUÉDESE QUIETO – gritaban y una flecha surcó los aires para incrustarse a unos pasos de él y los niños.

El anciano se arrodilló inmediatamente frente a los pequeños. Tenía que enviarlos por el portal, no podía esperar un minuto más.

– Todo saldrá bien – les dijo calmadamente mientras se separaba para dejarlos solos. – Recuerden que aquí siempre los estaremos esperando y no olviden que la diosa Sia los protegerá hasta que regresen a casa.

Los pequeños avanzaron con timidez como les habían enseñado a hacer en el pueblo del Agua. La diosa se manifestaba de muchas formas, pero su favorita era la neblina. Llegó y se enredó en sus cuerpos para cubrirlos completamente.

– Deténgase anciano – espetaron los guerreros del pueblo de la Luna que ya lo habían alcanzado.

– ¿Qué hace aquí? Todos han sido convocados a la plaza principal.

– Nada, ya iba para allá – respondió con firmeza el sacerdote, pero sus ojos estaban clavados en la bruma.

Respiró aliviado porque los protectores de Sia se habían marchado.


Este cuento hace parte del prólogo del libro El Colibrí de Plata.


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Published on January 29, 2021 13:36

January 23, 2021

26. La Fuente Dorada


Planeaba sobre el mar Njord. Había descendido tanto que sus patas acariciaban el agua creando una estela de color blanco al pasar. Era la primera vez en quinientos años de vida que estaba solo. Los dragones eran fieles a las alianzas que tenían con la Estirpe Draco e inclusive, estas se transmitían de generación en generación. Por eso, sin Niku, se sentía perdido. Al buscarlo sin éxito en Isla Dragón, decidió retirarse y dirigirse más allá de los acantilados en las tierras que ellos llamaban El Aliento de Fuego; tierras vírgenes que les habían pertenecido desde los tiempos del Gran Dragón Azul.

– Brrrgh – el estómago había sonado tan alto que lo despertó de sus cavilaciones.

Observó a través del agua y no tardó en encontrar un cardumen de peces. Subió agitando sus alas con fuerza y cuando consideró que la altura era la apropiada, se giró para dejarse caer al vacío. El viento se introducía con fuerza a través de sus escamas forzándolo a ceder, pero él replegaba aún más sus extremidades para mantener su cuerpo lo más retraído posible. La velocidad aumentaba y con ella, la sensación de vértigo. La percepción de libertad y poder que era inexplicable. Solo cuando sintió el olor a mar se permitió abrir sus fauces y entró al agua en picada. La pesca había sido perfecta.

Estaba recostado lamiéndose las patas sobre una de las rocas altas que limitaban con el mar, cuando sintió que lo llamaban y miró al horizonte pensativo.  “El llamado” no podía venir de Niku porque sabía que estaba preso bajo tierra. Bajo esas profundidades un dragón no podía sentir a su compañero. Las prisiones de la Estirpe Draco estaban diseñadas para que un guerrero no pudiera utilizar la energía que fluía de sus cuerpos y comunicarse con su dragón.

“¿Será alguien de su linaje?” pensó Ryu, era la única explicación posible.

Cerró los ojos para captar mejor las sensaciones ¿Cómo era posible que no lo hubiera detectado antes? Además, siempre estaba con Niku en Isla Dragón, eran casi inseparables ¿Cómo no le contó que tenía más familiares y que él no era el único que quedaba?

Ese último pensamiento lo molestó tanto que una estela de humo salió de su nariz. Movió con fuerza la cabeza para alejar los pensamientos y comenzar a notar el llamado en su corazón. La energía que fluía de aquel ser era intensa y sin perturbaciones; no había odios, ni rencores, pero tampoco ambiciones, solo una inmensa alegría mezclada con temor y eso lo desconcertó. Estaba tan acostumbrado a sentir la de Niku que había olvidado que no todas eran iguales, y esta, evidentemente no se parecía a la de su compañero de aventuras.

Hizo un barrido rápido con su vista para localizar la fuente del llamado. Comenzó por el Bosque Dorado y terminó en los árboles que estaban después de los riscos. Estaba dándose por vencido, cuando a último momento lo percibió y rugió con satisfacción.

“Allí estás” pensó.

Los dragones solo se hacían visibles con los Draco debido a la alianza que mantenían, así que se ocultaban de los demás pueblos de las tierras del Sur. Desde que la Estirpe Draco abandonó el territorio, los dragones también lo hicieron. La guerra que sostenía la Estirpe Dorada con las tierras Norte, a ellos no les gustaba y menos que la bruma oscura que el Gran Dragón Azul ya había logrado desaparecer, hubiera vuelto para infectar los bosques con su inmundicia.

Miró en dirección del llamado y pensaba.

“¿Por qué un guerrero Draco estaba en esas tierras que ya no les pertenecían?”

Un mal presentimiento le recorrió hasta la última escama de su cuerpo, y se encaminó con cautela en la dirección que su corazón le indicaba.

Llevaba más de dos horas de vuelo, pero en la medida en que avanzaba sentía que el llamado venía de más lejos. Así que continuaba bajando hacia el sur, hacia los límites con el Mar Central.

El trayecto le tomó dos días. La señal con el pasar de las horas crecía y se convenció de que el Draco que la emitía debía ser un poderoso guerrero.

“¿Cómo era posible que no lo hubiera sentido antes? Y ¿Por qué Niku nunca se lo había dicho?” Aquellas preguntas se las repetía sin cesar y cada vez que las recordaba, lo enfurecían. Enrolló su cola a modo de protesta para tratar de dormir. Mañana continuaría bajando y esperaba que al medio día pudiera divisar los pueblos costeros al lado del Mar Central.

El número de personas aumentó al acercarse a Fanar, el primer pueblo que divisó y donde el llamado era más fuerte, así que se encaminó en dirección del bosque Aqua para ocultarse. Para su satisfacción el lugar estaba vacío y se metió entre la vegetación.

Para ser un dragón, Ryu era discreto, además tenía la ventaja de que los árboles que crecían en la arboleda eran robustos con ramas que caían por su peso, llenos de hojas de gran tamaño que cubrían casi totalmente su piel de escamas de color naranja. También había un río ancho de aguas tranquilas y cálidas que lo bordeaba y en el fondo se podía divisar a uno de los diez árboles sagrados de las tierras del Sur. Lo contempló por un momento porque la energía que fluía de él era la misma que viajaba por sus venas.

Agachó su trompa para seguir el rastro. La sensación que le producía la energía era tan fuerte que por momentos lo nublaba. Sin embargo, no era mala, al contrario, se sentía dulcemente atraído por la pureza que la contenía. Eso lo llenó más de curiosidad, porque en sus quinientos años de vida, y desde que se había unido al linaje de Niku y sus ancestros, nunca había sentido algo así.

Un brillo en el fondo le llamó la atención y se apresuró para mirar de qué se trataba. Venía del río. Se había creado una especie de fuente natural bordeada de matorrales repletos de flores y rocas grises que contrastaban con el azul del paisaje. Metió su pata para tocar los hilos dorados que fluían a través del agua. Los peces podían verse con claridad y pasó saliva, tenía hambre, pero primero quería encontrar al guerrero Draco que era capaz de hacer eso.

Se ocultó lo mejor que pudo y se concentró para escuchar todos los sonidos que venían del lugar.

Había una rana que croaba con suavidad y luego un pájaro que descendió en picada sumergiéndose para luego salir agitando sus alas completamente mojado. Un poco más allá escuchó varios grillos y luego el salpicar del agua cuando uno de los peces saltó para comérselos. Había tanta quietud y sin embargo, no encontraba lo que estaba buscando, hasta que alguien le habló.

– ¿!Un miau¡? – dijo una vocecilla y acercó su mano.

La reacción de Ryu fue alejar su cabezota, pero un segundo después la pequeña volvía a tocarlo con curiosidad caminando a través del agua que ya le llegaba a la cintura.

“¡Espera! ¡detente!” le dijo, pero no estaba seguro que pudiera escucharlo en su mente. El cachorro humano era muy pequeño para lograr hacer algo así.

– ¿Pod qué? – la voz de la chiquilla era suave y hablaba a media lengua. Supuso que no podía tener más de cuatro o cinco años.

“Sal del agua, deben estar buscándote” – contestó aún preocupado y miró a su alrededor para saber si había algún adulto que pudiera descubrirlo.

La niña obedeció, y el tono dorado del agua desapareció al salir de ella. Ryu abrió los ojos asombrado y sin percatarse la chiquita ya estaba otra vez cerca de él. Había bordeado la orilla y ahora acercaba su mano para acariciarlo. Confundido por lo que estaba viendo se dejó hacer. La energía fluyó hasta su cerebro con rapidez y sus pupilas se dilataron maravilladas por la pureza que emanaba de ella. La niña debió haber sentido lo mismo porque comenzó a reírse como si le produjera cosquillas.

“¿Dónde están los demás?” le preguntó buscando infructuosamente a un adulto.

La expresión de su rostro cambió y comenzó a morderse el labio atemorizada.

“¿Estás sola?”

Ella negó con la cabeza y miró entre la vegetación con intranquilidad. Había puesto las manos hacia atrás y apretaba los labios. En eso escucharon las voces de un hombre que llamaba con desespero. La pequeña se sobresaltó y retrocedió aterrorizada.

– QORI, PEQUEÑA DEMONIO – los gritos se acercaban – YA VERAS CUANDO TE ENCUENTRE.

“¿Es tu padre?”

La niña estaba tan asustada que no contestaba.

Ryu cavilaba con rapidez. Evidentemente el llamado venía de ella, pero no era una guerrera y por la ropa que llevaba, no podía decirse que era una Draco. Entonces ¿por qué había energía en ella? ¿Por qué podía escuchar a un dragón?

– QORI. NIÑA ¿DÓNDE ESTÁS? – el tono lleno de soberbia era cada vez más audible.

La voz estaba encima de ellos y Ryu se escondió abandonándola. Se maldijo por su cobardía, pero no podía arriesgarse si no estaba seguro. Los dragones no podían mostrarse en las tierras del Sur.

Sus fosas nasales detectaron que el hombre estaba ebrio, era de contextura gruesa y la ropa que llevaba estaba en muy mal estado. Avanzó hacia la niña para cogerla, estaba visiblemente molesto y caminaba entre trompicones a causa de su estado de borrachera.

– ¿Qué sucede contigo? – le recriminó. – Te quiere ver – y la tomó de la mano para jalarla. – ¿¡Estás mojada!? – le dijo.

– Miau – dijo Qori señalando la vegetación.

Lo llamaba, pero Ryu no se decidía.

– ¿Un gato? – gritó el hombre mientras la tiraba para que se moviera. – La paga que recibo por ti no incluye una mascota, así que camina niña.

El dragón pensaba mientras los veía desaparecer en el bosque. La última frase le hizo suponer que no era su padre y que tal vez la había secuestrado. ¿Y si se la robaron a Niku? Pero él hubiera sabido si tenía una hija. Él era su dragón. Negó con la cabeza, no entendía qué sucedía, pero si iba a intervenir debía ser ahora, después sería demasiado tarde.

Se apresuró para cerrarle el paso. Abrió sus alas para elevarse cuando una segunda voz le llegó de improviso y retrocedió.

– Aquí está – dijo el hombre. – Debió haberme esperando a que la llevara. Siempre hace lo mismo, no se que tiene este lado del bosque que le llama tanto la atención. Pero ya ve, está en perfecto estado.

– Un poco flaca – la que hablaba era una mujer. – En cambio tú engordas cada tanto.

El sujeto soltó una carcajada.

Qori seguía mirando en su dirección y Ryu sentía sus ojos clavados en él. La mujer utilizaba el uniforme propio de los guerreros de la Estirpe Dorada, no había duda en eso. Aparentemente, era quién le pagaba al hombre, pero ¿Por qué?

– Su madre murió – dijo escuetamente la guerrera. – Así que necesito que la desaparezca – Le dio una bolsa de monedas y lo miró fijamente. – ¿Me entiende lo que estoy diciendo?

Para sorpresa del dragón, el hombre pasó saliva y largo la mano para alcanzar el dinero que le ofrecían.

– ¿Lo harás? – inquiero la mujer con voz gruesa.

– Buscaré la forma de hacerlo – dijo pausadamente. – Pero con ella podríamos ganar mucho dinero, mire sus ojos … nadie tiene un tono así en todas las tierras del Sur. Los hombres pagarían por estar con ella.

“¡Sus ojos!” se recriminó Ryu ¿Cómo no lo había notado? solo los Draco tenían ojos color ámbar. Se le revolvió el estómago y abrió sus alas con fuerza para rescatar a la pequeña Qori de las garras de esos maleantes.

El sonido que produjo el roce de su cuerpo con los arbustos que se atravesaban, alertó a la guerrera Dorada y al hombre que ahora miraba con ojos desorbitados la bestia frente a ellos. Ryu no había alcanzado a llegar cuando la mujer atravesó con su espada el pecho del sujeto, quien sin fuerzas, soltaba la mano de la pequeña para caer inerte en el suelo. Con rapidez la guerrera trató de alcanzar con el filo de su espada a Qori, pero la niña se escabulló a través de sus piernas y corrió al abrigo del bosque.

Cuando Ryu logró aterrizar, varios guerreros del bosque Dorado que habían aparecido de repente le impidieron el paso. Vio con impotencia cómo la mujer se internaba a la caza de Qori y expulsó una bocanada de fuego para acabar de una vez por todas con su enemigo, así quedaría libre para rescatar a la niña. Aunque perdió toda la discreción que los dragones habían conservado por años.

“Me castigarán por esto” pensó a su pesar.

Una espada le lastimó uno de los costados, agitó con fuerza su cola golpeando a dos de los guerreros que volaron por lo aires para quedar estrellados en uno de los árboles en llamas. Los otros dos atacaron de frente y Ryu utilizó sus garras para reducirlos y terminar con ellos.

El peligro había cesado … por ahora. Las personas del pueblo comenzaron a llegar. Venían corriendo desde Fanar, desesperadas al ver su bosque incendiándose y al árbol sagrado en peligro. El dragón retrocedió maldiciendo entre dientes. Necesitaba esconderse, no podían verlo o los demás dragones nunca lo dejarían volver a su hogar.

Tuvo que aguardar tres días dentro de una cueva hasta que las cosas se calmaron y dejó de ver humanos cerca. Fue en ese momento que se permitió salir nuevamente. Durante varias semanas, buscó con desespero el llamado de Qori, pero no lo encontró y temió lo peor. Con tristeza desplegó sus alas y decidió alejarse de allí.

Regresó a su casa en el Aliento de Fuego y el tiempo siguió su camino.

Mientras esperaba que Niku lo volviera a llamar, recordaba a la pequeña niña que pintaba con hilos dorados una de las fuentes naturales del bosque Aqua. La que poseía la energía pura que lo había cautivado. Todos los días lamentaba terriblemente su pérdida. Después de lo que había ocurrido, él había perdido la confianza en los habitantes de los pueblos del Sur.

Años después, una noche mientras cazaba con la escasa luz que le proyectaba el atardecer, su corazón se aceleró inexplicablemente y su mente se nubló. Por poco se estrella con las rocas y tuvo que planear peligrosamente mientras recuperaba el control del vuelo. Se posó sobre el risco y miró al norte en dirección del mar Njord, hacia el lugar donde había sentido el llamado.

“¡Está viva!” exclamó y sus ojos brillaron de alegría.


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Published on January 23, 2021 07:08

January 15, 2021

25. En el Interior de la Mansión


Era de noche, la hora perfecta para entrar a hurtadillas en la mansión abandonada. Las abejas hacía décadas que se habían declarado propietarias de todo el lugar. Alborotadas se amontonaban sobre las cabezas de los intrusos y más de uno salió corriendo entre gritos para que no los picaran. Pero ella no era como las demás niñas y su última raspadura, que ahora le dolía como un demonio porque se había abierto al flexionar las piernas para acuclillarse en una esquina, se lo recordaba.

La vida es para los valientes se animaba cuando …

– ¡Augh! – gimió. La habían picado.

Xamira, su mayor enemiga la miró con una sonrisa maliciosa.

– Estoy escuchando un quejido Tara.

Su expresión burlona hacía que la detestara un poco más. Buscó el aguijón y lo retiró de un solo tirón al tiempo que le respondía con el mismo sarcasmo.

– No te preocupes, no voy a dejarte sola, voy a estar aquí para ver como sales llorando.

– Ni lo pienses.

La apuesta había sido clara. El último se llevaría todo el lote.

Después de media hora, quedaron solas. Los demás habían huido como ratones asustados buscando refugio. Se miraban recelosas la una con la otra. Xamira era alta de tez blanca y ojos azules. En cambio, ella tenía un hermoso color chocolate en su piel y su cabello lleno de trenzas combinaba perfectamente con sus intensos ojos negros. Eran tan diferentes, pero al mismo tiempo tan iguales que por eso no podían llevarse bien, bueno eso era lo que siempre decía la profesora Katia cuando se peleaban. Las dos tenían el mismo temperamento, aunque, para Tara el solo hecho de pensar que se parecía en algo a Xamira le producía náuseas.

– ¡Aich! – ahora fue Xamira la que se quejó.

Se levantó de un salto.

Demasiado rápido pensó Tara al ver el movimiento de su contrincante.

– ¡Augh! – volvió a decir y esta vez golpeó con fuerza la indefensa abeja que aún luchaba por abandonar su brazo.

El número de insectos voladores aumentó y la joven comenzó a mover sus manos descontroladamente para alejarlas, sin conseguirlo.

Maldijo entre dientes y un segundo después salía de la casa entre gritos desesperados.

Tara sonrió con suficiencia y recostó su espalda sobre la pared. Pensó en quedarse un poco más para demostrarles que no estaba desesperada por salir. Se tomaría todo el tiempo que se necesitara, hasta que aburridos, terminaran llamándola. Sonrió con complacencia.

Se levantó despacio y comenzó a explorar la casa. Según las historias del pueblo, llevaba más de cien años desocupada. De un momento a otro, su dueña, una señora que amaba la naturaleza desapareció. Los familiares la buscaron por meses, pero nadie dio con su paradero y luego con el tiempo, simplemente la casa quedó en el olvido.

Decidió que tenía suficiente tiempo para dar un vistazo, pero cuando se disponía a subir al segundo piso, escuchó que gritaban.

– ¡TARA!

La voz silbaba y parecía ser de un adulto, así que tuvo miedo, pero solo por un minuto. La casa estaba vacía no podía haber nadie, luego pensó en su abuela y el temor regresó triplicado. Buscó la puerta trasera para escapar, pero cuando se disponía a hacerlo, Xamira volvió a entrar y se toparon de frente.

–¿Qué haces acá? – le espetó.

– Como no salías pensé que te habías desmayado – había sarcasmo en su voz.

– Pues no lo estoy.

Un grupo de abejas que zumbaban a su alrededor se alborotaron al percibir los gritos de ambas.

– ¡Shh! – exclamó Tara molesta.

Pero era demasiado tarde y Xamira sintió uno de esos aguijones ardientes en su cuello y se quejó.

– ¡Quédate quieta! – le dijo Tara mientras se acercaba para calmarla porque la cara de estupor de su mayor enemiga le decía que estaba perdiendo el control.

Los manotazos que Xamira lanzaba al aire aumentaron y con ellos la agresividad de los pequeños insectos que ahora se encizañaban con la pobre niña.

Al ver lo que sucedía, Tara rasgó una de las cortinas gruesas que colgaban de las ventanas y la cubrió. La niña parecía sollozar de rabia y ella resopló de mala gana. Se encogió de hombros y se introdujo dentro de la tela para socorrerla.

– Tenemos que salir de aquí – le dijo a Xamira.

Ella asintió y comenzaron a moverse para acercarse a la puerta, pero sin poder ver con claridad tropezaron con una de las lámparas que se erguían con elegancia desde el piso. La estructura metálica no dudo en pendular sobre sí misma y como estaban dentro de la manta no pudieron atajarla. Así que tuvieron que presenciar con impotencia cómo se aporreaba violentamente contra las baldosas. El sonido metálico hizo mella en los insectos que, alborotados, buscaban a las culpables de semejante desfachatez.

Las dos, debajo de la cortina, permanecían agazapadas aguantando la respiración, pero el zumbido no parecía cesar y al tratar de moverse para avanzar el ruido aumentó.

 – ¡VEN TARA!

La voz silbante había regresado.

– ¿Quién está hablando? – preguntó Xamira nerviosa.

Tara se encogió de hombros y con lentitud se asomó por debajo. Su mejilla apoyaba el piso lleno de polvo mientras uno de sus ojos miraba a través de la cortina. El susto al ver lo que había del otro lado fue tan grande, que al retroceder chocó con el cuerpo de la antipática Xamira, quién reaccionó empujándola hacia adelante.

– DILE A TU AMIGA QUE TAMBIÉN PUEDE VENIR – el silbido se escuchaba tan claro que parecía que estuviera al lado de ellas.

– Debemos salir de aquí … rápido – Tara hablaba con la voz entrecortada.

– Estás nerviosa – el tono burlón de Xamira había regresado.

– Cállate y cuando te diga, no pares de correr – y acto seguido, Tara se levantó con la cortina aún cubriéndolas.

Parecían dos fantasmas en una mansión embrujada, pero uno que estaba ciego y a cada paso que daban, las cosas se atravesaban por su camino impidiéndoles caminar en línea recta. Entre tantos atajos terminaron chocándose con un viejo reloj de torre. La estructura hecha de madera se tambaleó, inclinándose peligrosamente y amenazando con caer.

Tara se apresuró a cogerlo y salió de su manto protector quedando al descubierto. Las abejas no dejaban de zumbar alrededor suyo. Pero solo cuando puso sus manos sobre la madera, se dio cuenta que había sido una enorme equivocación porque ella era muy pequeña y no tenía la fuerza para impedir que se viniera abajo. El objeto cayó y fue tanto el estruendo que el reloj se fracturó en varios pedazos. Ella quedó inmersa en una nube de abejas alborotadas que no sabían para dónde volar.

En medio del gran salón, sin una cortina que la cubriera, pudo ver quién estaba hablando. La criatura se movía como si danzara. Crecía en tamaño en la medida en que las abejas acudían a su llamado en una especie de red viviente que comenzaba a tocar el techo de la mansión.

Tara estaba congelada a causa del estupor. Trató de hablar, pero no salía nada de su boca. De repente, Xamira la tomó de la mano y al jalarla varias veces, consiguió que entre trompicones su enemiga comenzara a caminar. Sin embargo, la nube de insectos zumbó en un claro mensaje de reproche, bloqueándoles la salida. Así que tuvieron que improvisar, sin pensar mucho y aún tomadas de la mano, corrieron escaleras arriba mientras los llamados de la criatura no cesaban.

Les pisaba los talones, pero, las pequeñas eran tan ágiles como una liebre y en pocos minutos encontraron una ruta de escape para lograr abandonar el lugar. Entraron a una de las habitaciones que estaban abiertas y saltaron por la ventana sin mirar lo que había del otro lado. Rodaron por el techo y luego del vacío siguió el golpe sordo contra el piso. No hubo tiempo para quejas, ambas se colocaron de pie como si estuvieran hechas de un material resistente y atravesaron el inmenso jardín de la mansión.

Ninguna de las dos hablaba. El silencio se prolongó por varios minutos mientras no dejaban de jadear. Miraban de vez en cuando hacia atrás por si aquella cosa pudiera salir a perseguirlas. Fue Xamira la que rompió el mutismo en el que se encontraban.

– Salvarte la vida es agotador.

– Estaba bien hasta que entraste … la histérica a causa de las abejas era otra.

– Eso es cierto – apuntó. – Pero si no te cojo la mano aún estarías congelada por el susto.

– Y qué susto – Tara la miró por un momento. – ¿Qué no se te suba a la cabeza?

– No te preocupes, siempre he sido humilde – Sonrió.

Tara también sonrió y se miraron con complicidad. No necesitaban palabras para saber, que si no hubiera estado juntas, tal vez no hubieran podido salir de allí.

– Nos veremos de nuevo Xamira – le dijo moviendo la cabeza hacia atrás mientras se alejaba calle abajo.

– Eso espero – le respondió y tomó la dirección opuesta.


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Published on January 15, 2021 08:29

January 5, 2021

24. Los Hacedores de Eca


Caminaba en la espesura de la selva. La travesía desde el pueblo de la Luna había sido larga y tediosa. Desde que salió hace siete días nada lo distraía. Entendía los riesgos a los que se enfrentaba, pero su resolución era firme. Hasta su viejo amigo Kallpa del pueblo del Bosque le había dado albergue por una noche. Le había rogado que regresara, pero él, tozudo, no descansaría hasta cumplir con lo que se había propuesto. Era eso o ver morir a su pequeña, cruzado de brazos sin ni siquiera luchar por su vida. Ya había perdido al amor de su vida con las fiebres de la temporada de lluvia y no permitiría que le siguiera su adorable Lilik.

Alcanzó a ver la cima al final del camino. Solo le faltaba terminar de atravesar el puente y alcanzaría el monte de Ixcha. Rezaría e imploraría a los dioses que sanaran a Lilik. Llevaba días pensando en lo que les diría, ensayando la forma como los convencería para que le dieran una segunda oportunidad, pero estaba varado sin poder avanzar por culpa de las cinco figuras que tenían enfrente suyo y que le cerraban el paso.

– Estábamos esperándote – dijo uno de ellos, pero no supo cuál porque todos eran exactamente iguales y la bruma los cubría casi completamente.

Había subido tanto que desde allí se podía observar las nubes reposar a sus pies tranquilamente. Estaban suspendidas como un valle brumoso blanco, naranja y amarillo que se movía con lentitud a la más mínima perturbación.

Wanka abrió los ojos sorprendido. Los miró con más detenimiento para saber si llevaban armas, podrían ser atracadores y no había caminado por tantos días para terminar a merced de unos bandidos. Empuñó su bastón con fuerza y apretó los dientes. Llegaría a su destino así fuera lo último que haría. No es que él fuera un guerrero, solo era un campesino decidido a salvar a su hija.

– Baja el arma – le dijo otra voz. – No estamos aquí para lastimarte.

Wanka permaneció estático por unos segundos y luego con temor comenzó a avanzar lentamente. Mientras se acercaba las figuras ocultas entre la neblina se aclaraban. Los hombres vestidos con túnicas de colores oscuros utilizaban capuchas que cubrían sus cabezas. No tenían armas ni siquiera ostentaban joyas, sus atuendos eran lisos y simples sin decoraciones. En la medida en que se acercaba, ellos también lo hacían. Lo rodearon formando las puntas de una estrella. Estaba a solo tres metros de distancia de cada uno y fue cuando notó que no tenían rostro. Se asustó tanto que trató de retroceder, pero lo tenían cercado.

– No temas Wanka. No te haremos daño.

La voz de la derecha lo hizo girar ¿Cómo podían saber su nombre?

La figura ocultaba sus manos dentro de los pliegues de su túnica. Era delgada y más alta que él, pero ahora dudaba de que fuera un hombre. De por sí, si los miraba con detalle, no sabía de qué sexo eran. Sus voces tampoco sonaban masculinas, pero no eran mujeres.

– ¿A qué has venido? – ahora hablaba el que estaba enfrente suyo.

– ¿Quiénes son? – contestó Wanka con la voz temblorosa – ¿Y cómo es que saben mi nombre? – no había dejado de empuñar su bastón, aunque ya no los amenazaba.

– Somos los hacedores, guardianes del monte de Ixcha – la figura de la izquierda contestó.

– ¿Qué deseas de nosotros? ¿Por qué nos buscas? – le dijo otro.

– Necesito hablar con los dioses.

– Te escuchamos. Somos la voz de los cinco pueblos de Hischa.

“¡Los hacedores de Eca!” pensó Wanka asombrado. “¡Realmente existen!”

Había escuchado las leyendas que se tejían en torno a los misteriosos creadores de los pueblos. Se decía que los dioses les dieron el poder para decretar el destino de los primeros humanos. Los pueblos del Sol, la Luna, el Bosque, la Luz y el Agua habían nacido gracias a ellos. La nueva tierra creció en medio del caos, pero los hacedores de Eca los organizaron y dictaron las normas que los regirían. Cada pueblo asumió una parte del territorio conforme los dones que les eran otorgados.

Se convirtieron en guardianes de los dioses, figuras sin rostro, desprovistas de cualquier objeto terrenal que simbolizara poder, pero conservando las diferencias propias de los cinco pueblos que habitan Hischa. Los dioses no querían que los hacedores fueran a ser utilizados como excusa por los mortales para la guerra, por eso los aisló y desde siglos protegían el monte de Ixcha.

– ¿Qué deseas de nosotros? – repitieron al unísono.

– Mi hija – comenzó diciendo. – Está muriendo.

– Lo sabemos – dijo el que estaba enfrente asintiendo con la cabeza.

– ¡Es solo una niña! … no es justo – su última frase había sonado débil, como un suspiro. – Deben ayudarla. Deben protegerla.

– No podemos hacerlo.

– Por favor, se los suplico – imploró el viejo.

– Todo tiene un precio a los ojos de los dioses. El equilibrio de la energía es nuestra prioridad …

– ¿Qué estás dispuesto a darnos? Debe ser algo igual o más grande – dijo otro.

– Mi vida misma si con eso puedo salvarla – repuso sin pensarlo abriendo sus ojos como dos maras a punto de salir.

– ¿Sabes que si lo hacemos ya no podrás dar marcha atrás?

– Asumo las consecuencias, pero sálvenla.

– Aceptamos tu palabra. El trato se ha sellado.

– Cada mañana tú le regalaras un día y ella vivirá los días que estaban destinados para ti. – contestó el que estaba a su espalda y cuando giró para verlo, se diluyó entre la bruma que ahora volvía a tomar posesión del territorio.

Quedó solo en medio de la nada, pero con su corazón aliviado. La angustia que por meses le oprimía el pecho desapareció de pronto y sonrió.

“¡Lo logré!” se dijo, no podía creerlo y emprendió su regreso a casa con el mismo ímpetu con el que lo había comenzado la mañana que partió de su hogar.

Cuando terminó de atravesar el puente se encontró con Kallpa. Abrazó a su amigo lleno de emoción y le contó lo que había sucedido, aunque le omitió la parte donde él perdería días de su vida, no quería que nadie se preocupara por él. Ambos lloraron de alegría por la buena noticia y sin retrasar su regreso, Wanka partió con las primeras luces del alba para ver a su pequeña Lilik.

El trato había funcionado y él enfermó, pero eso no importaba porque todas las mañanas su hija se hacía más fuerte y hermosa. Verla así lo llenaba de gozo y satisfacción.

Por el contrario, la vida de Kallpa cayó en desgracia. Paqari, la esposa de su amigo se apagaba poco a poco. Era como si la luz de su interior de un momento a otro se hubiera extinguido. Kallpa desesperado la había hecho revisar por varios curanderos, pero no habían encontrado la causa de su agotamiento físico. Todos llegaban a la misma conclusión; no estaba enferma y lo que le sucedía era inexplicable. El viejo desesperado viajó hasta el pueblo de la Luna para contarle lo que le estaba sucediendo.

Vio con asombro que Lilik ahora llena de vida jugaba como cualquier chiquilla con otros niños del pueblo, pero también se acongojó al encontrar a su amigo débil y demacrado. La ira lo invadió y pensó en vengarse de los Hacedores de Eca porque se sentía engañado.

Wanka lo tranquilizó, pero él con una voz inflexible, le confesó lo que le sucedía a su esposa. Le contó que esa noche había esperado su partida y después él mismo había ido a verlos, pero a diferencia de Lilik, su amada había enfermado.

Wanka lo miró sin comprender, porque no era justo para su amigo. Con él había funcionado y ¿por qué con Kallpa no? Entonces le narró la conversación que había sostenido con los hacedores de Eca.

– Como ves mi enfermedad es solo parte del trato y la acepto porque ahora Lilik podrá tener una larga vida.

Kallpa retrocedió con sus ojos clavados en el piso. Su trato había sido diferente. Les había pedido fuerza, quería ser un poderoso guerrero a costa de lo que fuera, pero los hacedores de Eca no habían sido claros con lo que ellos llamaban el equilibrio de la energía.

Al darse cuenta de lo que había sucedido, golpeó con su puño la pared que tenía enfrente quebrándola como si fuera una hoja de papel.

– ¡Me engañaron! – gritó con soberbia.

Trató de calmarlo, pero su amigo encolerizado partió para vengarse de los cinco hacedores.

Wanka, enfermo como estaba, lo siguió y marchó hasta el puente que conectaba con el monte de Ixcha para suplicar por la vida de su amigo, pero no encontró a nadie. Todo había desaparecido, al igual que el paso que conducía hacía los dioses.

Regresó cabizbajo con el corazón contraído por lo que había sucedido. En su trayecto a casa, pasó a visitar a Paqari. La encontró en cama, ardiendo en fiebre. La cuidó con esmero mientras él sentía que su vida se le escapaba, pero eso no importaba. Su amigo se merecía eso y mucho más.

Kallpa nunca regresó, pero Wanka al ver a la esposa de su amigo rebosando de vida supo que él había terminado haciendo lo correcto.

Wanka murió una tarde cuando el sol alumbraba con su máximo esplendor el valle donde reposaba su casa. Cerró sus ojos al lado de Lilik y de Paqari que ahora cuidaba de ella como si fuera su propia hija.


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Published on January 05, 2021 04:33

6. La Muerte y el Lobo

A. Castellanos.10 años.
El ángel de la muerte había sido enviado para acabar con la vida del lobo feroz. Seguía vivo después de haberse quemado el rabo, de que Caperucita le hubiera llenado la barriga de piedras y de que el leñador casi lo decapitara.  Cuando llegó la muerte a su cueva el lobo le dijo.    - ¡Ay! señora muerte, que feliz estoy de que haya llegado al fin. Si hice algo malo, no fue mi intención. Sufro tanto después de todas las palizas que me dieron. Tengo mucha hambre y ya parezco un palillo de lo flaco que estoy. Así que, máteme ¡oh! muerte querida. Sufro mucho y ya no deseo vivir para ser El Lobo Feroz.La muerte pensó en ello y decidió acabar con su sufrimiento, pero antes de afilar su hoz le preguntó.    - ¿Es verdad que eres un demonio?
    - No señora muerte, solo me han confundido por mi apariencia. La verdad soy una pobre criatura que busca algo que comer.
La muerte le hizo prometer que nunca más engañaría a las personas para conseguir lo que deseaba. A cambio, le concedió una segunda oportunidad y le prometió que algún día se volverían a ver.
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Published on January 05, 2021 04:31

El Mito de la Sombra


Los antiguos maestros tenían varias hipótesis sobre el origen de la Sombra. la versión de la Estirpe Dorada decía que en el inicio de los tiempos, la luz y la oscuridad eran hermanas, pero al crecer tomaron caminos diferentes. Una de ellas se apoderó del Norte y la otra del Sur. Los deseos de poder hicieron que se volvieran enemigas y comenzaran a atacarse. La luz repelaba a la Sombra con tal ímpetu que esta última nunca ha pudo vencerla y se conformó con vagar por las tierras destruyendo todo a su paso. Habían sido planicies verdes y fructíferas, cubiertas de ríos, pequeños lagos y ciénagas que permitían la vida de diferentes animales. Bestias muy diferentes a las que circulan hoy en día (Tomado del libro Piel de Serpiente).
La segunda hipótesis dice que la Sombra nació de la Luz, era su hija, pero que ésta la rechazó por no considerarla digna de hermosura. Entonces deambuló por las tierras, por el sur, por el este y por el oeste buscando quién la adoptara. Finalmente terminó viviendo sola en el Norte, donde el resentimiento hacia su madre por haberla abandonado creció. Con el tiempo, adoptó la forma humana con el único propósito de extenderse y dominar todas las tierras donde existía la Luz (Tomado del libro Piel de Serpiente).
En otras versiones, se cree que en los comienzos del Bosque Dorado, cuando los primeros humanos cultivaron las tierras productivas que el Árbol de Fuego les regalaba. El pueblo de esos días, comenzó a sentir miedo porque algunos de los nacidos en los últimos años se comportaban de forma diferente. Con aparentes dones que los volvieron peligrosos, así que fueron eliminados por orden directa del líder.
La leyenda cuenta que uno de ellos sobrevivió a esa terrible desgracia, una niña que se llamaba Maya, quien creció sola, huyendo de las tierras del Sur. La Sombra la cobijó convirtiéndola en el Primer Beltza, tan poderoso y fuerte que impuso una guerra sangrienta para exterminar a toda la Estirpe por haberla rechazado, ya que los consideraba culpables de su desgracia. La energía que fluía libremente por su sangre, más el poder que le había otorgado la Sombra, la volvieron inestable y peligrosa. Deseosa de poder (Tomado del libro Xué Poniente). Lamentablemente su derrota no fue completa y aún circula por las tierras del Sur trayendo destrucción y muerte.
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Published on January 05, 2021 04:29

Cuentos maradei

F. Maradei
Por el placer de LEER y de escribir. Cuentos
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