F. Maradei's Blog: Cuentos maradei, page 8

October 16, 2020

15. Las Fauces del Jaguar

Por A. Maradei


Vio a su amigo llegar de forma agitada, se movía como un felino esquivando los obstáculos que se aparecían en el camino. Saltó y sobrepasó casi volando una roca inmensa en lugar de bordearla. Cayó sobre sus dos pies, pero no se detuvo, parecía impulsado por una energía inexplicable. Siguió avanzando con grandes zancadas acercándose a él y de pronto, en lugar de detenerse, pasó de largo.

–¡Espera! ¿Qué pasa? – gritó Mohaw.

– CORRÉEE – fue la respuesta de Nym que ya se encontraba a diez pasos de distancia.

Su amigo emprendió la huida siguiéndolo de cerca. Al trotar a toda velocidad sobre el lecho del riachuelo disparan gotas de agua para todos lados. El jaguar más grande que habían visto en toda su vida bramó y Mohaw sintió el vacío en la boca de su estómago. Venía pisándole los talones y los chicos corrían con los ojos desorbitados de miedo.

– ¡Apúrate! te van a alcanzar – le gritó Nym, pero no se giró, si lo hacía perdería celeridad y se convertiría en la cena.

Los jóvenes se internaron rápidamente a la protección del pueblo. Siempre mantenían el fuego encendido para espantar a los animales, era una forma efectiva de impedir su ingreso sin hacerles daño.

Se ensuciaron de barro completamente cuando cayeron dando vueltas en el suelo muertos de cansancio. Mohaw resoplaba en el piso con el corazón temblando como un volcán a punto de explotar mientras que Nym estallaba en risas nerviosas. Sus piernas ahora como gelatina no podían mantenerlo en pie.

– ¿Lo conseguiste?

Nym levantó la mano como una bandera de guerra mostrando orgulloso un mechón de pelo de color cobre totalmente apelmazado.

– Dámelo – le dijo arrebatándoselo – ¿Cómo lo lograste? – preguntó Mohaw.

– Dormía y me acerqué despacio … tomé un poco que estaba enredado entre las ramas, pero al retirarlo lo desperté sin querer – para Nym de todos los animales del bosque, el Jaguar era su preferido.

– No se lo diremos a nadie – murmuró su cómplice.

– Claro que no, es pelo de jaguar es lo único que importa – y se lo quitó. –  Me traerá buena suerte, ahora tengo su poder en mis manos.

Mohaw dibujó una sonrisa.

– Por fin te encuentro – dijo la voz de una mujer.

Su cabeza tapaba el sol, pero Nym no necesitaba ver su rostro para saber de quién se trataba.

– Hola mamá – respondió y se levantó de un salto para verla a los ojos.

Venía con su hermana mayor. Entonces recordó por qué lo estaban buscando; hoy la presentarían al sacerdote que había llegado desde el pueblo del Agua. Se despidió de su amigo y comenzaron a caminar en dirección del templo de la Luz. Mientras marchaban Enola, su madre, trataba infructuosamente de arreglarlo para que estuviera presentable.

–––––––

 

Era el mediodía, y el astro se observaba en lo más alto de la bóveda del templo. Los haces de luz ingresaban para formar un círculo perfecto en el suelo, este se movía de forma imperceptible mostrando a su paso una infinidad de figuras y formas geométricas que decoraban las paredes rocosas del lugar.

– ¡Nym detente! – le gritó su madre mientras lo cogía de la mano para alejarlo de la tarima.

El pequeño había tomado las piedras de luz que reposaban sobre las superficies curvas del lugar y había comenzado a tirarlas para jugar con ellas. Enola, era una gran devota de Gata; dios del fuego y del trueno al mismo tiempo porque él era capaz de invocar a la lluvia. Gracias a ella, que se derramaba con dulces y cristalinas gotas se podía alimentar los cultivos y los ríos.

– Ven acá – continuó diciendo.

Esta sentada junto con su hija mayor, observando al más travieso e inquieto de la familia, Nym. Su madre tomó una de las rocas para mostrársela y lo llamó. El pequeño que tenía cinco años era tan inteligente como su padre; uno de los sacerdotes del templo. Amaba que le contaran historias cargadas de magia y misticismo. En cambio, su hermana pasaba largas horas estudiando la bóveda celeste, en especial todo lo que se relacionara con Sia, la diosa del Agua.

El chico se acercó y Enola cerró su puño para destruir una de las piedras de luz ante sus ojos. Al hacer fuerza se desmoronó entre sus manos como lo hace la arcilla seca, dejando al descubierto una pequeña gota de luz resplandeciente. La soltó y esta quedó suspendida en el aire.

El brillo que producía se reflejaba en las miradas asombradas de los niños. Nym abrió sus ojos color miel y con su dedo índice apuntando hacia el pequeño destello se acercó para tocarlo. El copo de luz se quedó adherido a su dedo por unos segundos, pero al rato se diluyó en el ambiente para confundirse con los rayos del sol que entraban desde el cielo.

Se encontraban en el lugar sagrado esperando a que Koda, su esposo, los pudiera atender. Había llegado una comitiva buscando niños para ser educados como protectores de Sia y querían presentarles a su hija mayor.

Nym miró el Corazón de Piedra que se mantenía erguido en la mitad del templo. Aquel objeto de dimensiones descomunales era el núcleo central de todo lo que existía alrededor de ellos. Las rocas de Luz se encontraban por todos lados, a medida que se acercaban al corazón eran más numerosas. Los guardianes de la Luz lo protegían porque su forma atraía a los rayos que caían del cielo. Sin ellos no existía el fuego y tampoco la lluvia, así que los campos se secarían y todos los animales morirían. Con el pasar de los siglos, para los habitantes se hizo imprescindible proteger todo lo que Gata representaba y por eso se hacían llamar el pueblo de la Luz.

– ¿Puedo ir al río? – preguntó a su madre, se aburría sin poder jugar.

En ese momento, su padre salió con un hombre que vestía una bata larga de color azul oscuro y supuso que era del pueblo del Agua. Su mamá le presentaba a su hermana al sacerdote y luego su papá hablaba y hablaba de mil cosas aburridas que él no entendía mientras esperaba que lo pudieran llevar a nadar.

Ya era pasada la tarde, cuando su mejor amigo se asomó por el umbral del templo haciéndole señas para que saliera.

– ¿Ya me puedo ir? – le dijo a su madre, pero nadie lo escuchaba y su hermana lo miró recriminándole la interrupción.

Mohaw siguió haciéndole caras, así que poco a poco comenzó a retroceder para perderse de allí.

– ¡Vamos! ¡Vamos! – le dijo a su amigo y los dos pequeños salieron en dirección del arroyo.

_____

 

– Deben venir corriendo – les gritó una de las mujeres.

– ¿Qué sucede? – preguntó Enola alterada.

– Tu hijo.

Salieron a toda prisa sin tener otra imagen que la de Nym en su cabeza. No le habían dado tiempo para que explicara lo que sucedía, pero por el tono de desesperación que había utilizado para llamarlos, pensaban en lo peor. Koda había sido más rápido que ella y le tomó ventaja. Cuando llegó sin poder respirar y con el corazón sobresaltado como un caballo brioso, su esposo y el sacerdote del pueblo del Agua ya se encontraban allí totalmente estáticos ante lo que estaban viendo.

Al sentirla llegar, Koda levantó la mano para que se detuviera. El animal había levantado los ojos y la miraba amenazándola. Ella se mantuvo callada, sabía que su esposo tenía una destreza especial con los animales, pero estaba nerviosa y temblaba al ver a su hijo tan cerca del jaguar.

– No lo mires a los ojos … – decía con voz suave su padre a Nym con dificultad, casi no podía hablar, estaba muy angustiado porque al más mínimo error el resultado podría ser catastrófico. – Comienza a retroceder lentamente.

Los guerreros del pueblo también habían llegado y habían templado sus arcos. Estaban listos en caso de que la criatura atacara al niño. El jaguar rugió al verlos y el sacerdote tuvo que intervenir para que bajaran las flechas. El segundo gruñido llamó a las nubes del cielo que se tornaron negras y de pronto el sol se ocultó amenazando con llover. Nadie movía un ápice de su cuerpo mientras Koda con su brazo levantado trataba de acercar a Nym hacia él.

– Pisa hacia atrás suavemente – le ordenó a su hijo y el pequeño comenzó a obedecerle, pero apenas levantó su pierna para moverla, el jaguar rugió.

El río comenzó a vibrar y una cortina fina de agua comenzó a ascender desde el lecho cubriendo al niño y a la bestia. Koda se adelantó para atrapar a Nym, pero la pared se lo impidió. Elona se acercó para intentarlo, pero ahora, niño y bestia estaban inmersos en una esfera cristalina donde todos podían ver el interior. De pronto, comenzó a llover.

Nym observaba con sus ojos de par en par al jaguar, que al igual que él, estaba nervioso. El susurro tranquilizador producido por las ondas de agua que subía y bajaban para mantener la pared estable, producía frescura en el interior de la cápsula donde se encontraban, lo que hizo que él se cubriera el pecho con las dos manos, pero no dejó de mirar al jaguar ni por un segundo.

De pronto, el sonido de una roca que se fracturó llegó a sus oídos y automáticamente ambos miraron el lecho del río. De ella salió una pequeña esfera de luz, como la que había visto en el templo unas horas antes. Subió lentamente para ubicarse frente a ellos y después simplemente se dividió. Las dos lágrimas que brillaban con intensidad tomaron rumbos diferentes y unos segundos después, ingresaban por sus bocas.

El chico sintió el calor descender por su garganta y bajar por su pecho para extenderse por todo su cuerpo. El jaguar se sentó en sus cuartos traseros y produjo un sonido suave e intermitente con su garganta mientras lo miraba.  Nym sonrió, y de repente la esfera que los había cubierto se desplomó cayendo al río, levantando una estela de agua que chocó con los habitantes que se encontraban alrededor. Cuando el panorama se despejó, pudieron ver a un pequeño de cinco años que posaba sutilmente su mano sobre la cabeza de un enorme felino, que aún sentado casi le duplicaba en altura.

La lluvia había menguado de intensidad y ahora eran abrazados por pequeñas partículas que los rociaban de cabeza a pies. Koda se quedó sin respiración al verlos. Las gotas de agua se deslizaban por su rostro aún paralizado por el miedo y trató de avanzar para retirar a su hijo de allí, pero Enola lo detuvo con su mano.

El jaguar se levantó de súbito y sin mirar a nadie, se alejó a grandes zancadas perdiéndose en la vegetación de la selva. Fue hasta ese momento, que su madre se acercó para abrazar a Nym mientras lo besaba en la cara incansablemente.

– Creo que la diosa ya escogió y estamos enfrente de uno de sus protectores – le dijo el sacerdote que ya se encontraba al lado de Koda.

Él con lágrimas en los ojos asintió sutilmente.


Copyright © 2020 Fernanda Maradei. 

Todos los derechos reservados. Obra protegida por derechos de autor.


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Published on October 16, 2020 16:48

October 9, 2020

14. La Cueva Secreta

Por A. Maradei

Respiraba el aire impregnado de sal mientras la brisa cálida enredaba sus cabellos. Por fin había terminado de realizar las labores que le habían asignado para ese día y no había mejor descanso que recostarse al lado de la playa y sentir la arena húmeda colarse por entre sus dedos. El sonido del vaivén de las olas la adormilaban y se recostó para mirar el cielo azul que comenzaba a oscurecer. El tintín de una pequeña campanita llegó a sus oídos. El sol brilló ante sus ojos deslumbrándola y tuvo que colocar su mano para poder detallar una figura oscura que caminaba a lo largo del paisaje que besaba las aguas. Se sentó tan rápido como si se hubiera soltado un resorte en su espalda y volvió a mirar para distinguir de qué se trataba.

Una vieja tortuga con un caparazón robusto avanzaba lentamente, pero apresuró el paso apenas vio que Thani la miraba. Bordeaba la costa y de vez en cuando el agua salada tocaba sus pequeñas patas para borrar las huellas que, un segundo antes había dibujado.

La joven sonrió y mientras se deleitaba viéndola desaparecer con el sol enfrente de ella, algo brilló en la parte alta de su vieja armadura. Destellaba expidiendo rayos que cambiaban de color como si fueran una fiesta de luz. Thani abrió los ojos y sin pensarlo corrió para asegurarse de que aquello que veía no era una ilusión.

La tortuga apresuró aún más la marcha cuando sintió que la joven la perseguía, pero era imposible ir más rápido y de pronto comenzó a caminar en el vacío; la habían levantado.

Thani observaba el oro y las gemas que tenía adherida a lo largo del caparazón. El resplandor que irradiaba hacía que sonriera porque no podía creer lo que había descubierto. De pronto, el animal se movió bruscamente escapándosele de las manos. Entonces la soltó, pero sin perderle de vista. El animal continuó caminando por la playa con su paso apresurado.

– ¡Espera! Necesito retirarte todo – dijo y decidió que debía seguirla, todavía tenía algunos minutos antes de que el sol se ocultara completamente.

Al verla huir se compadeció por ella, así que se mantuvo distante para evitar estresar aún más a la tortuga que parecía esmerarse por intentar desaparecer, pero todo era en vano, y el animal sentía que su perseguidora no le quitaba la mirada. Llegó hasta el risco que anunciaba el final de la playa y se detuvo.

– Ya no tienes para dónde más correr – hablaba con tono burlón. – Solo quiero retirarte lo que llevas encima, a ti no te sirve, pero a mí … – de un momento a otro desapareció.

Thani salió corriendo para capturarla, pero ya no estaba. Se quedó quieta detallando el lugar para determinar hacia dónde había cogido, pero los últimos rayos de luz se esfumaron y la oscuridad llegó de forma intempestiva.

“Mañana regresaré” se prometió y respiró profundo cuando recordó las esmeraldas y el oro que debían ser suyos.

Al día siguiente, salió más temprano de lo normal.

Desde que se despertó sólo tenía una cosa en mente; descubrir el lugar en dónde la tortuga se escondía. Arregló su cabello ondulado con una media cola para evitar que el viento le tapara la cara y no la dejara ver, tomó un cuchillo de hoja corta que le servía para cocinar y lo guardó en la cinta de su vestido que hacía de cinturón para poder retirar las gemas del caparazón. En menos de media hora estaba pisando la arena mirando en dirección al risco.

Buscaba con sus manos cada una de las comisuras de la roca, pero no encontraba nada. Volvió a intentarlo y repitió lo que había hecho tocando con impaciencia las ásperas paredes. El sol descendía a toda velocidad. Cuando trabajaba los días eran largos, pero hoy que necesitaba un poco más de tiempo, el astro la traicionaba apresurando la noche.

Se sentó desanimada sobre una de las últimas salientes que descansaban sobre la arena y suspiró.

“¿Qué fue lo que hiciste?” repasaba las imágenes en su cabeza, adivinando lo qué pudo haber pasado el día anterior. De repente un brillo llamó su atención. Venía de una de las grietas que estaba sumergida en el mar. Se convenció de que no podía ser otra cosa sino la tortuga y después de retirar sus zapatos se internó en el agua. El frío se coló inmediatamente entre los huesos y sintió un escalofrío cuando este tocó la parte baja de su espalda. Llenó de aire sus pulmones y sin ni siquiera pensarlo, llevada más por la curiosidad insensata que por la razón, se sumergió con la luz del día que se despedían para dar comienzo a la noche.

Thani era una excelente nadadora, de ser por ella viviría metida en el océano las veinticuatro horas al día. La sensación de libertad que le provocaba no podía ser igualada por nada que ella hubiera conocido antes. Con sus ojos abiertos para poder mirar a través del agua, se dirigió hacía el brillo que se asomaba sobre el filo de la roca y cuando llegó, lo bordeó para descubrir qué había detrás.

Se asombró al percatar una entrada que se formaba entre dos losas verticales y por primera vez dudó de que estuviera haciendo lo correcto. Subió para tomar aire y miró hacia el sol, aún tenía unos minutos más. Se mantenía a flote mientras reflexionaba sobre si retirarse y regresar a nado hasta la playa o continuar, fue cuando vio que la tortuga que había visto el día anterior nadaba en círculos alrededor de ella y luego se sumergió.

La siguió con la mirada, ya no había duda ese era el lugar. La curiosidad se apoderó de ella y comenzó a bucear para seguir a la poseedora de su riqueza. Atravesó con dificultad el umbral que permitía el acceso, gracias a su contextura delgada no tuvo inconveniente en entrar en los treinta centímetros de apertura y siguió nadando. El trayecto era largo y en la medida en que avanzaba la oscuridad se apoderaba de la poca luz que se reflejaba. Temió terminar ahogada si no se devolvía inmediatamente, pero cuando se detuvo por unos segundos vio un destello de claridad más adelante. Entonces se animó a continuar y tensionó sus músculos para apresurar la marcha, se estaba quedando sin oxígeno. Se impulsó hacia arriba y al salir tomó una bocanada de aire para llenar sus pulmones completamente.

Estaba en una cueva de roca gris, el ambiente era lúgubre y las paredes parecían llorar al mostrar unas lágrimas oscuras que se deslizaban perezosamente por el muro. Mientras miraba alrededor para detallar todo, la tortuga se introducía por una grieta nuevamente.

“No te me escaparás” pensó y apretó la boca mientras se colocaba de pie y se apresuraba para agarrarla por una de sus patas.

El animal produjo un gemido débil mientras Thani la levantaba del suelo y acariciaba con sus ojos las joyas de su caparazón.

–Esto será rápido y luego podrás seguir tu camino– le murmuró como si pudiera entenderle. Sacó el pequeño cuchillo y trató de desprender cada una de las piedras, pero por más que lo intentaba no podía alcanzarlas. Trataba de hacerlo con minuciosidad, pero pretender tomar las joyas, para luego guardarlas en sus ropas y sostener el reptil al mismo tiempo, no era tarea fácil y después del tercer intento la tortuga cayó al piso y caminó hacia el interior de la cueva.

Thani la siguió con la mirada. Alzó sus cejas al encontrarse con una montaña de oro y piedras preciosas que se encontraban en el fondo de una cámara que apenas había visto. A diferencia del espacio que tenía a sus espaldas, este estaba iluminado, aunque no sabía de dónde provenía tanta luz y en uno de sus costados bajaba una cortina de agua que se perdía en el piso de la loza. Entró despacio embelesada por la cantidad de riquezas que había y se lanzó a tomar todas las que pudiera coger con la mano, pero al igual que antes, se le escapaban. Era imposible, por más que ensayaba se le escurrían por entre los dedos.

– Debes tomar del agua – escuchó que le decían, pero no había nadie a su alrededor, solo la tortuga que la miraba fijamente desde el fondo de la cueva. – Si quieres el tesoro, debes tomar un poco de la fuente.

Thani observó con el ceño fruncido el reptil que se mantenía estático en frente de ella, pero a varios pasos de distancia en una actitud serena, expectante. Caminó hasta la pared de agua y después de meter el dedo, la saboreó. Era dulce.

“¿Cómo es posible?” pensó y miró nuevamente a la tortuga que no había cambiado de posición. Así que con sus manos haciendo un cuenco, bebió un poco y se mantuvo atenta. Había esperado sentir algo anormal en su cuerpo, pero nada había pasado.

Aún sintiendo los ojos inquisidores del pequeño animal, caminó hasta la montaña de oro y piedras preciosas. Se acuclilló y antes de hundir sus manos respiró profundo.

Sus ojos se llenaron de alegría. No podía creerlo, ahora era la mujer más rica de todo el territorio, ya no tendría que trabajar nunca más. Entonces la prudencia llegó a su cabeza. Solo tomaría lo suficiente para vivir un tiempo y después regresaría por más. Llenó sus bolsillos todo lo que pudo y emprendió su viaje de regreso en medio de la noche.

Al día siguiente, cuando abrió sus ojos por culpa de la luz que se colaba por su ventana, una ráfaga de imágenes se amontonaron en su cabeza y al recordar lo que había pasado, su corazón saltó de emoción queriendo salir de su pecho. Se levantó despacio y miró en dirección de la única mesa de su bohío. La bolsa de tela que le había servido para guardar sus riquezas estaba esperando pacientemente a que su ama la tomara con sus manos. Thani dibujó una sonrisa y se abalanzó para comprobar que lo había logrado.

Durmió toda la mañana como no lo había hecho en años y después de alistarse con su mejor atuendo, salió en dirección del mercado para comprar todo lo que necesitara. Al llegar, vio a su mejor amiga y se apresuró a alcanzarla.

– ¡Nuna! ¡No sabes lo que me ocurrió ayer!

La chica pasó por su lado sin ni siquiera mirarla y siguió de largo. Thani no podía creerlo ¿cómo podía ser tan egoísta? Lo más seguro era que estuviera brava con ella por no haber asistido al trabajo hoy, pero ¿no saludarla? Eso no se lo perdonaría. La ignoró de la misma forma como ella lo había hecho y se internó entre la gente para ir a buscar sus nuevas mudas.

Llevaba más de veinte minutos mirando mil vestidos diferentes, con telas increíbles traídas de otros pueblos. Sabía que debía ser discreta, pero había uno entre todos los demás, al que era incapaz de decirle que no. Se aventuró a preguntar su precio, había tomado la decisión de que se lo merecía.

– ¿Me gustaría saber cuánto cuesta este vestido? – preguntó.

– Tres monedas de oro – respondió la señora.

“No es tan costoso” pensó y comenzó a hurgar en la bolsa de su cinturón.

– Tome joven – escuchó la voz de la vendedora. – Espero que le queden bien.

Ella giró en redondo para darse cuenta de que no había hablado con ella, la venta se la había hecho a un chico que le entregó las monedas a cambio de unos zapatos.

– Buenos días – dijo aclarando su garganta. – Quisiera este vestido.

La señora siguió de largo y se dirigió a otra persona que estaba comprando en el fondo.

– SEÑORA – pronunció con voz gruesa, era imposible que la gente fuera tan maleducada. se acercó para tomar el traje con sus manos y mostrárselo, pero se le escurrió por entre los dedos. Lo intentó nuevamente, pero no podían tocarlo y se le hizo un nudo en la garganta. Un escalofrío se apoderó de su cuerpo y retrocedió instintivamente. Trató de hablar con dos personas más, pero nadie la miraba, era como si no estuviera allí.

Corrió lo más rápido que pudo, sintiendo su corazón galopar a mil por hora mientras un cosquilleo nervioso le recorría todo el cuerpo. Llegó a la playa, pero esta vez no se retiró los zapatos para entrar al agua. Se sumergió e ingresó a la cueva del tesoro con la respiración entrecortada. Todo estaba en la misma forma como lo dejó, la montaña de oro y piedras preciosas reposaba al lado de la cortina de agua.

“La tortuga” pensó y la rabia comenzó a desplazar el miedo.

– ¿Dónde estás miserable? – gritó y retumbó con mil voces que repetían sin sentido lo que habían escuchado.

Algo en el fondo se movió y entrecerró sus ojos para enfrentarlo. La figura avanzó con lentitud ubicándose bajo uno de los haces de luz que inexplicablemente viajaban a través de las rocas.

– Gracias por regresar – dijo con una sonrisa.

– ¿Quién eres tú? – espetó Thani con una voz nerviosa y molesta a un joven de piel morena y ojos cafés que poco a poco comenzó a diluirse como el humo de una vela.

– ¡Espera! ¿Quién eres? ¿Qué eres?

El chico desapareció manteniendo su expresión alegre, pero nunca respondió, y el báculo que sostenía en su mano, hecho del más fino oro con una esmeralda que brillaba intensamente retumbó al caer sobre la loza del piso. Una voz que salió del interior de la cueva le confirmó lo que estaba pensado.

– ¡Felicitaciones! Porque ahora eres la nueva guardiana del tesoro.


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Published on October 09, 2020 14:26

October 2, 2020

13. La Cascada de Fuego

Por A. Maradei


Ya ni siquiera corría, rodaba por la colina. Perdió el equilibrio cuando lo impactó la energía que escondía la cascada de Fuego. Su cuerpo golpeaba los arbustos y matorrales en su aparatoso descenso. En su cabeza solo podía conservan un único pensamiento.

“Detente … detente” suplicaba mientras se golpeaba con todo lo que aparecía a su paso.

Cuando abrió los ojos estaba solo en medio de la selva. Al mover su cuerpo, sintió un dolor agudo que le erizó la piel del cuello, era su pierna, estaba rota. Se sentó con dificultad y se arrastró ayudándose de las manos para apoyarse en el tronco de un árbol, pero fue inútil el dolor no lo dejaba moverse.

“¿Cómo es posible que todo hubiera salido tan mal?” pensó.

Lo había planeado por meses. Se había preparado para defenderse en caso de un ataque. Entrenaba a diario para fortalecer no sólo sus músculos, también su resistencia a la fatiga. Era rápido, mucho más que cualquiera de los de su tribu e inteligente. Por varios años consecutivos fue proclamado el mejor guerrero. Había estudiado cada uno de las piezas de cuero que consiguió durante sus travesías a lo largo del territorio, pero mantuvo el secreto de lo que había encontrado para evitar que se le anticiparan y por eso vivía solo. Ahora en medio de la vegetación y herido sin poder levantarse, se lamentaba de no tener a un amigo que lo ayudara. Percibió que algo se quemaba y miró a su alrededor. Era lo último que le faltaba, morir en un incendio forestal y que nadie hubiera conocido su hazaña. La mejor aventura de todos los tiempos.

Una pequeña estela de humo apareció delante de sus ojos y bajó la vista.

“El suelo” pensó horrorizado y retrocedió ayudado de sus manos. El dolor lo hizo gemir por un segundo y apretó la boca mientras aguantaba la respiración. Las trazas de ceniza y el olor a hollín lo perseguían, y nuevamente estaban ante sus ojos.

– Pero ¿qué es lo que sucede? – se dijo sin entender.

Repitió su última acción para corroborar lo que ya su visión había mostrado. El fuego se producía cuando sus manos apoyaban el piso. La yerba al contacto con su piel se encendía inmediatamente. No cabía en su asombro cuando sintió cómo el calor se esparcía por todo su cuerpo hasta llegar a su pierna. Después de un momento, el dolor disminuyó y se tocó para comprobar que se había sanado. Había conseguido lo que por años había perseguido, pero la alegría era amarga al ver que en sus manos se delineaban trazos brillantes de color amarillo y naranja como el fuego. Las líneas brillaban y al tocarlas podía percibir el calor que fluía a través de su piel.

Regresó hasta su viejo bohío a las afueras del pueblo. Con el pasar del tiempo comenzó a aislarse de los demás para mantener su secreto a salvo. A veces, no se reconocía porque del guerrero amiguero que fue, solo quedaba un ermitaño que no hablaba con nadie. Constantemente se repetía que sus amigos lo entenderían cuando lo hubiera logrado y entonces todo volvería a ser como antes.

Llegó un poco antes del amanecer a su casa. La costumbre hizo que cogiera el pomo con su mano y este se encendió enseguida. Las llamas crecieron devorando sin piedad su única morada, sus recuerdos, su vida. Se quedó pasmado, absorto por los mil pensamientos que atormentaban su cabeza. Ni siquiera se le ocurrió entrar y salvar lo poco que tenía, al fin y al cabo, él ahora era el mismo fuego.

Los habitantes llegaron para ayudarlo, pero no había mucho que hacer y nada que rescatar. Se quedó mirando como las llamas bailaban sin cesar en un frenesí destructivo y mordaz, destruyendo en minutos lo que había construido por años.

– ¿Se encuentra bien? – le preguntó un viejo que se acercaba levantando su mano para ayudarlo.

Newén retrocedió bajando sus brazos para evitar tocarlo. La actitud frenó al anciano que levantó sus cejas al notar las líneas de fuego en la piel.

– Estoy bien– le contestó en voz baja al líder del pueblo.

Una mujer también se aproximó, pero el viejo la detuvo para que no avanzara.

– Está maldito – le dijo.

Aquellas palabras golpearon su alma con tanta fuerza, que aún después de meses, Newén las mantenía grabadas en su memoria como si las hubiera escuchado la noche anterior. Él quería poder, quería ser el más fuerte de todos, ser invencible para que le temieran, y lamentablemente, lo había conseguido. Pero el regalo de la cascada de Fuego trajo consigo otras cosas y ahora deambulaba solitario por el mundo. Poco a poco comenzó a añorar su vieja vida, cuando era solo un joven en busca de desafíos y de aventuras que compartía con sus amigos y aunque no era poderoso, era amado y respetado por ser el mejor guerrero de su tribu.

Un día, mientras caminaba bordeando uno de los tantos ríos que recorrían el territorio, una chica salió de imprevisto entre la vegetación y chocó con él de frente rebotando en el suelo como una pelota.

– ¡Augh! – se quejó tocándose su brazo con cuidado.

– ¡Lo siento! – dijo aún aturdido.

No supo de dónde había salido e inmediatamente un lobo blanco saltó sobre él clavándole los colmillos y moviendo su cabeza para desgarrar la piel. Cayó de espaldas sobre el piso golpeándose con fuerza y levantando una estela de polvo que los cubrió por unos minutos. Un segundo después, el animal salía despavorido con humo saliendo de su pelaje. Se internó nuevamente en la selva. Aullaba y sus quejidos se escucharon varios kilómetros a la redonda.

Newén se levantó con sangre en sus brazos que ya ensuciaba sus ropas, pero el calor de su interior hacía su trabajo y el dolor empezaba a menguar. Buscó a la chica con sus ojos y la encontró aún sentada cubriéndose la quemadura que él le había provocado, pero a diferencia de los demás en su mirada no había miedo sino curiosidad.

– ¿Te encuentras bien?

– Me has lastimado – refunfuñó mientras se colocaba de pie y su cara era seria.

La joven se acercó al riachuelo y mojó su brazo para aliviar el dolor.

– Si … ya te pedí disculpas.

No lo miraba, estaba concentrada buscando algo de su morral. Desocupó su contenido y decenas de pequeños frascos se esparcieron por toda la orilla. Cogió uno y después de untar con él un lienzo comenzó a colocárselo para taparse con cuidado la quemadura.

– Espero que no me deje una cicatriz – dijo al terminar.

– ¿Eres una curandera?

Al escuchar su voz, la joven se giró para mirarlo, parecía que había olvidado su presencia por unos momentos. Avanzaba y a cada paso que daba lo hacía despacio alargando su cabeza para detallarlo completamente, hasta que quedó enfrente de Newén.

– ¿Qué sucedió contigo? – preguntó.

Se quedó mudo sin saber qué responder. En los años que llevaba vagando por el mundo, había recibido comentarios de todo tipo. Desde maldito hasta monstruo, pero nunca nadie le había preguntado qué había ocurrido. Así que le contó su historia y lo que había pasado en la cascada de Fuego cuando intentó tomar la energía de ella. Liu lo escuchó detenidamente y hasta preparó la fogata y la cena con tal de que él no se detuviera, estaba concentrada escuchando cada una de las historias que narraba.

– Entonces estás maldito – resumió. La cara de tristeza que puso Newén le decía que debía seguir hablando para hacerse entender, así que continuó. – Me acabas de contar que la cascada de Fuego se ilumina con el sol cada cuatro años esperando al elegido, solo a él le dará su poder … creo que tú no lo fuiste.

– ¡¿Eh?!

– Creo que cuando trataste de tomar la energía, la fuerza que sentiste fue su rechazo hacia ti. Conclusión: no eres el elegido así que te maldijo.

– Gracias … por nada – estaba molesto, aunque en el fondo sabía que era cierto. Él ya había llegado a la misma conclusión.

Al ver la cara de malestar que había puesto Newén, Liu siguió indagando.

– ¿Qué esperas que te dijera?

– No lo sé … llevo horas contándote todo por lo que he pasado y tal vez … tal vez creí que por primera vez alguien me entendería … tú también …

– Yo también ¿qué?

– Por la forma como sabes preparar un campamento y el equipaje que llevas … diría que deambulas como yo … viajas de allí para acá, tienes pocos amigos y tal vez eres una … ¿aventurera?

Que alguien pensara que ella era aventurera, le causó mucha risa y soltó una carcajada que ahuyentó a los pequeños animales que merodeaban cerca del lugar. Una persona tan reflexiva como lo era ella no podía dejar nada a la suerte, eso simplemente explicaba que él no la conocía en lo absoluto. La verdad es que Liu vivía sola desde la muerte de sus padres, viajando de pueblo en pueblo para aprender el oficio de la curación y ganarse la vida. Podía ser todo, menos una aventurera, pero era cierto, llevaba años recorriendo los caminos sola y un poco de compañía era lo que necesitaba hacía mucho tiempo.

Después de ese ese día, no se separaron y mientras se desplazaban de un lugar a otro, buscaban la cura para la maldición de Newén. Se convirtieron en buenos amigos y ella se dio cuenta del rechazo que los demás le tenían, era como si portara una enfermedad contagiosa. Lo curioso era que, era él quien evitaba tocar a los demás, así que nadie lo tocaba. Aunque la mayor parte del tiempo su actitud era alegre, Liu sabía que aquello lo estaba matando, su cuerpo se degradaba por culpa del fuego que llevaba por dentro.

La travesía de tantos años lo regresó a su punto de partida y ahí estaban, contemplando la cascada de Fuego en toda su majestuosidad. Su amiga, lo convenció para que subieran hasta la cueva dónde él había tomado la energía. Entraron con cautela, pero el lugar parecía muerto. Newén le había contado que la energía recorría las paredes y podía verse a simple vista, pero lo que tenían ante sus ojos era roca, no había nada más.

– No fue una maldición – dijo Liu mirando con detalle su alrededor.

– ¿Qué estás diciendo?

– ¡Míralo! Este lugar no tiene magia.

Giró sobre sí mismo para observarlo completamente desde el suelo hasta el techo y luego se acercó a una de las paredes. Colocó su mano sobre ella y la sintió fría, áspera, arenosa.

– Crees que…

– Recibiste el poder que estabas buscando. La cascada de Fuego te lo dio.

Aquella revelación lo dejó sin habla y retrocedió un paso porque no tenía sentido. Había buscado grandeza, pero lo que había encontrado había sido soledad.

Algo carraspeó la roca y los dos voltearon a mirar al interior de la cueva. Unos ojos naranjas se asomaban desde la penumbra y avanzaban lentamente. El hocico ancho terminado en punta mostraba unos colmillos largos que los amenazaba. El animal bufó al verlos.

Los dos retrocedían, Newén mantenía su bastón de metal en la mano que ardía con su contacto. Esperaba cualquier movimiento del dragón para atacar.

– Vete de acá Liu … corre yo te protegeré – le dijo a su amiga.

– ¡No! espera … no quiere atacar.

Él la miró sin comprender, tenían un animal de más de 4 metros de altura que los miraba fijamente y ella estaba tranquila, observándolo con curiosidad. Tenía la misma mirada del día en que se conocieron. Liu levantó sus manos y avanzó un paso mientras le hablaba a la bestia.

– No queremos hacerte daño – se percató de que tenía un huevo entre sus garras y volteó a mirar a Newén. – ¿Por qué la cascada dona su poder cada cuatro años?

– ¿Por qué? ¿De qué hablas? Este no es un buen momento para que debatamos las viejas escrituras.

– Vamos Newén piensa ¿Por qué?

– Porque cada cuatro años la temperatura del territorio se eleva y todo el ambiente se vuelve caluroso. La sequía baja el nivel del agua y es posible entrar a la cueva a través de la cascada para …

– Poner un huevo.

– ¿Poner un huevo?

– ¿Vas a seguir repitiendo todo lo que diga? – refunfuñó su amiga y el dragón gruñó.

No había dejado de mirar a Newén y con sus garras acercó el huevo hacia él.

– ¿Qué sucede? – dijo él retrocediendo nuevamente.

– ¿No te das cuenta? – puso sus ojos en blanco. – Podrás ser un excelente guerrero, pero te falta sentido común. – lo regañó e hizo una pausa esperando a que él entendiera.

– ¿Vas a decírmelo? O quieres que nos quedemos aquí toda la tarde con este animal mirándome como si me fuera a comer.

– El poder que le robaste a la cascada le pertenece a los dragones.

– Pero las escrituras decían que sería el más poderoso de todas las criaturas.

– ¡Aja! – y Liu volvió a abrir sus ojos, pero en vista que Newén no entendía sus insinuaciones tuvo que explicarle. – Los dragones son las criaturas más poderosas.

– Ahhh … ya entendí.

La bestia volvió a bufar con delicadeza mientras le mostraba su huevo.

– ¿Qué debo hacer? – le susurró y luego miró al dragón para dirigirse a él. – ¿Dime cómo puedo ayudar a tu cría y con gusto lo haré?

– Devuélvele el poder a la gruta – respondió y ambos retrocedieron con torpeza al escuchar la voz profunda que salía del animal. – Si me das el fuego de tu interior, serás el guerrero más noble de todos … ahí está el poder que buscabas.

Newén avanzó con paso firme hacia una de las paredes.

– Ya la toqué antes y no pasó nada – se quejó.

– Debes abrir tu corazón – respondió.

– Está bien – extendió su mano que brillaba con sus líneas naranjas que lo habían acompañado durante los últimos años. – Abre tu corazón – murmuró “Cómo si eso fuera tan fácil” pensó.

Cerró los ojos y lo primero que vino a su mente fue Liu, con sus ojos negros de pestañas largas y su cabello que recogía en trenzas. Pensó en sus viajes y sus conversaciones interminables sobre las leyendas y cuentos de su pueblo. En su boca y sonrió, y luego en su piel tersa que nunca había podido tocar aún si lo deseaba desde hacía ya varios meses. Después, todo se tornó blanco y se sintió caer.

Cuando despertó estaba al lado del riachuelo, viendo la cascada de Fuego en todo su esplendor. La luz del sol la tocaba y la hacía brillar tanto que parecía arder como la lava de un volcán. El tono naranja resaltaba con el azul del cielo y fue cuando vislumbró a un dragón que volaba con un pequeñín persiguiéndolo. Lo siguió con la mirada hasta que sus ojos se toparon con unos que lo estaban observando con intensidad y sonrió.

– Lo logramos – le dijo una boca de labios rojos mientras acariciaba su cabello retirándoselo de la frente.

– ¡Me estás tocando!

Liu asintió con una expresión llena de alegría.

– Ahora estás sano.

Así que Newén se sentó para poder mirarla mejor y por primera vez la tocó. Pasó sus dedos sobre su mejilla con delicadeza, sintió su piel suave y luego enredó su mano entre sus trenzas.

– Todo es gracias a ti – murmuró y tomó con sus manos el rostro de la mujer más bella ante sus ojos y la besó con dulzura.


Copyright © 2020 Fernanda Maradei. 

Todos los derechos reservados. Obra protegida por derechos de autor.


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Published on October 02, 2020 16:53

La Cascada de Fuego

Por A. Maradei


Ya ni siquiera corría, rodaba por la colina. Perdió el equilibrio cuando lo impactó la energía que escondía la cascada de Fuego. Su cuerpo golpea los arbustos y matorrales en su aparatoso descenso. En su cabeza solo podía conservan un único pensamiento.

“Detente … detente” suplicaba mientras se golpeaba con todo lo que aparecía a su paso.

Cuando abrió los ojos estaba solo en medio de la selva. Al mover su cuerpo, sintió un dolor agudo que le erizó la piel del cuello, era su pierna, estaba rota. Se sentó con dificultad y se arrastró ayudándose de las manos para apoyarse en el tronco de un árbol, pero fue inútil el dolor no lo dejaba moverse.

“¿Cómo es posible que todo hubiera salido tan mal?” pensó.

Lo había planeado por meses. Se había preparado para defenderse en caso de un ataque. Entrenaba a diario para fortalecer no sólo sus músculos, también su resistencia a la fatiga. Era rápido, mucho más que cualquiera de los de su tribu e inteligente. Por varios años consecutivos fue proclamado el mejor guerrero. Había estudiado cada uno de las piezas de cuero que consiguió durante sus travesías a lo largo del territorio, pero mantuvo el secreto de lo que había encontrado para evitar que se le anticiparan y por eso vivía solo. Ahora en medio de la vegetación y herido sin poder levantarse, se lamentaba de no tener a un amigo que lo ayudara. Percibió que algo se quemaba y miró a su alrededor. Era lo último que le faltaba, morir en un incendio forestal y que nadie hubiera conocido su hazaña. La mejor aventura de todos los tiempos.

Una pequeña estela de humo apareció delante de sus ojos y bajó la vista.

“El suelo” pensó horrorizado y retrocedió ayudado de sus manos. El dolor lo hizo gemir por un segundo y apretó la boca mientras aguantaba la respiración. Las trazas de ceniza y el olor a hollín lo perseguían, y nuevamente estaban ante sus ojos.

– Pero ¿qué es lo que sucede? – se dijo sin entender.

Repitió su última acción para corroborar lo que ya su visión había mostrado. El fuego se producía cuando sus manos apoyaban el piso. La yerba al contacto con su piel se encendía inmediatamente. No cabía en su asombro cuando sintió cómo el calor se esparcía por todo su cuerpo hasta llegar a su pierna. Después de un momento, el dolor disminuyó y se tocó para comprobar que se había sanado. Había conseguido lo que por años había perseguido, pero la alegría era amarga al ver que en sus manos se delineaban trazos brillantes de color amarillo y naranja como el fuego. Las líneas brillaban y al tocarlas podía percibir el calor que fluía a través de su piel.

Regresó hasta su viejo bohío a las afueras del pueblo. Con el pasar del tiempo comenzó a aislarse de los demás para mantener su secreto a salvo. A veces, no se reconocía porque del guerrero amiguero que fue, solo quedaba un ermitaño que no hablaba con nadie. Constantemente se repetía que sus amigos lo entenderían cuando lo hubiera logrado y entonces todo volvería a ser como antes.

Llegó un poco antes del amanecer a su casa. La costumbre hizo que cogiera el pomo con su mano y este se encendió enseguida. Las llamas crecieron devorando sin piedad su única morada, sus recuerdos, su vida. Se quedó pasmado, absorto por los mil pensamientos que atormentaban su cabeza. Ni siquiera se le ocurrió entrar y salvar lo poco que tenía, al fin y al cabo, él ahora era el mismo fuego.

Los habitantes llegaron para ayudarlo, pero no había mucho que hacer y nada que rescatar. Se quedó mirando como las llamas bailaban sin cesar en un frenesí destructivo y mordaz, destruyendo en minutos lo que había construido por años.

– ¿Se encuentra bien? – le preguntó un viejo que se acercaba levantando su mano para ayudarlo.

Newén retrocedió bajando sus brazos para evitar tocarlo. La actitud frenó al anciano que levantó sus cejas al notar las líneas de fuego en la piel.

– Estoy bien– le contestó en voz baja al líder del pueblo.

Una mujer también se aproximó, pero el viejo la detuvo para que no avanzara.

– Está maldito – le dijo.

Aquellas palabras golpearon su alma con tanta fuerza, que aún después de meses, Newén las mantenía grabadas en su memoria como si las hubiera escuchado la noche anterior. Él quería poder, quería ser el más fuerte de todos, ser invencible para que le temieran, y lamentablemente, lo había conseguido. Pero el regalo de la cascada de Fuego trajo consigo otras cosas y ahora deambulaba solitario por el mundo. Poco a poco comenzó a añorar su vieja vida, cuando era solo un joven en busca de desafíos y de aventuras que compartía con sus amigos y aunque no era poderoso, era amado y respetado por ser el mejor guerrero de su tribu.

Un día, mientras caminaba bordeando uno de los tantos ríos que recorrían el territorio, una chica salió de imprevisto entre la vegetación y chocó con él de frente rebotando en el suelo como una pelota.

– ¡Augh! – se quejó tocándose su brazo con cuidado.

– ¡Lo siento! – dijo aún aturdido.

No supo de dónde había salido e inmediatamente un lobo blanco saltó sobre él clavándole los colmillos y moviendo su cabeza para desgarrar la piel. Cayó de espaldas sobre el piso golpeándose con fuerza y levantando una estela de polvo que los cubrió por unos minutos. Un segundo después, el animal salía despavorido con humo saliendo de su pelaje. Se internó nuevamente en la selva. Aullaba y sus quejidos se escucharon varios kilómetros a la redonda.

Newén se levantó con sangre en sus brazos que ya ensuciaba sus ropas, pero el calor de su interior hacía su trabajo y el dolor empezaba a menguar. Buscó a la chica con sus ojos y la encontró aún sentada cubriéndose la quemadura que él le había provocado, pero a diferencia de los demás en su mirada no había miedo sino curiosidad.

– ¿Te encuentras bien?

– Me has lastimado – refunfuñó mientras se colocaba de pie y su cara era seria.

La joven se acercó al riachuelo y mojó su brazo para aliviar el dolor.

– Si … ya te pedí disculpas.

No lo miraba, estaba concentrada buscando algo de su morral. Desocupó su contenido y decenas de pequeños frascos se esparcieron por toda la orilla. Cogió uno y después de untar con él un lienzo comenzó a colocárselo para taparse con cuidado la quemadura.

– Espero que no me deje una cicatriz – dijo al terminar.

– ¿Eres una curandera?

Al escuchar su voz, la joven se giró para mirarlo, parecía que había olvidado su presencia por unos momentos. Avanzaba y a cada paso que daba lo hacía despacio alargando su cabeza para detallarlo completamente, hasta que quedó enfrente de Newén.

– ¿Qué sucedió contigo? – preguntó.

Se quedó mudo sin saber qué responder. En los años que llevaba vagando por el mundo, había recibido comentarios de todo tipo. Desde maldito hasta monstruo, pero nunca nadie le había preguntado qué había ocurrido. Así que le contó su historia y lo que había pasado en la cascada de Fuego cuando intentó tomar la energía de ella. Liu lo escuchó detenidamente y hasta preparó la fogata y la cena con tal de que él no se detuviera, estaba concentrada escuchando cada una de las historias que narraba.

– Entonces estás maldito – resumió. La cara de tristeza que puso Newén le decía que debía seguir hablando para hacerse entender, así que continuó. – Me acabas de contar que la cascada de Fuego se ilumina con el sol cada cuatro años esperando al elegido, solo a él le dará su poder … creo que tú no lo fuiste.

– ¡¿Eh?!

– Creo que cuando trataste de tomar la energía, la fuerza que sentiste fue su rechazo hacia ti. Conclusión: no eres el elegido así que te maldijo.

– Gracias … por nada – estaba molesto, aunque en el fondo sabía que era cierto. Él ya había llegado a la misma conclusión.

Al ver la cara de malestar que había puesto Newén, Liu siguió indagando.

– ¿Qué esperas que te dijera?

– No lo sé … llevo horas contándote todo por lo que he pasado y tal vez … tal vez creí que por primera vez alguien me entendería … tú también …

– Yo también ¿qué?

– Por la forma como sabes preparar un campamento y el equipaje que llevas … diría que deambulas como yo … viajas de allí para acá, tienes pocos amigos y tal vez eres una … ¿aventurera?

Que alguien pensara que ella era aventurera, le causó mucha risa y soltó una carcajada que ahuyentó a los pequeños animales que merodeaban cerca del lugar. Una persona tan reflexiva como lo era ella no podía dejar nada a la suerte, eso simplemente explicaba que él no la conocía en lo absoluto. La verdad es que Liu vivía sola desde la muerte de sus padres, viajando de pueblo en pueblo para aprender el oficio de la curación y ganarse la vida. Podía ser todo, menos una aventurera, pero era cierto, llevaba años recorriendo los caminos sola y un poco de compañía era lo que necesitaba hacía mucho tiempo.

Después de ese ese día, no se separaron y mientras se desplazaban de un lugar a otro, buscaban la cura para la maldición de Newén. Se convirtieron en buenos amigos y ella se dio cuenta del rechazo que los demás le tenían, era como si portara una enfermedad contagiosa. Lo curioso era que, era él quien evitaba tocar a los demás, así que nadie lo tocaba. Aunque la mayor parte del tiempo su actitud era alegre, Liu sabía que aquello lo estaba matando, su cuerpo se degradaba por culpa del fuego que llevaba por dentro.

La travesía de tantos años lo regresó a su punto de partida y ahí estaban, contemplando la cascada de Fuego en toda su majestuosidad. Su amiga, lo convenció para que subieran hasta la cueva dónde él había tomado la energía. Entraron con cautela, pero el lugar parecía muerto. Newén le había contado que la energía recorría las paredes y podía verse a simple vista, pero lo que tenían ante sus ojos era roca, no había nada más.

– No fue una maldición – dijo Liu mirando con detalle su alrededor.

– ¿Qué estás diciendo?

– ¡Míralo! Este lugar no tiene magia.

Giró sobre sí mismo para observarlo completamente desde el suelo hasta el techo y luego se acercó a una de las paredes. Colocó su mano sobre ella y la sintió fría, áspera, arenosa.

– Crees que…

– Recibiste el poder que estabas buscando. La cascada de Fuego te lo dio.

Aquella revelación lo dejó sin habla y retrocedió un paso porque no tenía sentido. Había buscado grandeza, pero lo que había encontrado había sido soledad.

Algo carraspeó la roca y los dos voltearon a mirar al interior de la cueva. Unos ojos naranjas se asomaban desde la penumbra y avanzaban lentamente. El hocico ancho terminado en punta mostraba unos colmillos largos que los amenazaba. El animal bufó al verlos.

Los dos retrocedían, Newén mantenía su bastón de metal en la mano que ardía con su contacto. Esperaba cualquier movimiento del dragón para atacar.

– Vete de acá Liu … corre yo te protegeré – le dijo a su amiga.

– ¡No! espera … no quiere atacar.

Él la miró sin comprender, tenían un animal de más de 4 metros de altura que los miraba fijamente y ella estaba tranquila, observándolo con curiosidad. Tenía la misma mirada del día en que se conocieron. Liu levantó sus manos y avanzó un paso mientras le hablaba a la bestia.

– No queremos hacerte daño – se percató de que tenía un huevo entre sus garras y volteó a mirar a Newén. – ¿Por qué la cascada dona su poder cada cuatro años?

– ¿Por qué? ¿De qué hablas? Este no es un buen momento para que debatamos las viejas escrituras.

– Vamos Newén piensa ¿Por qué?

– Porque cada cuatro años la temperatura del territorio se eleva y todo el ambiente se vuelve caluroso. La sequía baja el nivel del agua y es posible entrar a la cueva a través de la cascada para …

– Poner un huevo.

– ¿Poner un huevo?

– ¿Vas a seguir repitiendo todo lo que diga? – refunfuñó su amiga y el dragón gruñó.

No había dejado de mirar a Newén y con sus garras acercó el huevo hacia él.

– ¿Qué sucede? – dijo él retrocediendo nuevamente.

– ¿No te das cuenta? – puso sus ojos en blanco. – Podrás ser un excelente guerrero, pero te falta sentido común. – lo regañó e hizo una pausa esperando a que él entendiera.

– ¿Vas a decírmelo? O quieres que nos quedemos aquí toda la tarde con este animal mirándome como si me fuera a comer.

– El poder que le robaste a la cascada le pertenece a los dragones.

– Pero las escrituras decían que sería el más poderoso de todas las criaturas.

– ¡Aja! – y Liu volvió a abrir sus ojos, pero en vista que Newén no entendía sus insinuaciones tuvo que explicarle. – Los dragones son las criaturas más poderosas.

– Ahhh … ya entendí.

La bestia volvió a bufar con delicadeza mientras le mostraba su huevo.

– ¿Qué debo hacer? – le susurró y luego miró al dragón para dirigirse a él. – ¿Dime cómo puedo ayudar a tu cría y con gusto lo haré?

– Devuélvele el poder a la gruta – respondió y ambos retrocedieron con torpeza al escuchar la voz profunda que salía del animal. – Si me das el fuego de tu interior, serás el guerrero más noble de todos … ahí está el poder que buscabas.

Newén avanzó con paso firme hacia una de las paredes.

– Ya la toqué antes y no pasó nada – se quejó.

– Debes abrir tu corazón – respondió.

– Está bien – extendió su mano que brillaba con sus líneas naranjas que lo habían acompañado durante los últimos años. – Abre tu corazón – murmuró “Cómo si eso fuera tan fácil” pensó.

Cerró los ojos y lo primero que vino a su mente fue Liu, con sus ojos negros de pestañas largas y su cabello que recogía en trenzas. Pensó en sus viajes y sus conversaciones interminables sobre las leyendas y cuentos de su pueblo. En su boca y sonrió, y luego en su piel tersa que nunca había podido tocar aún si lo deseaba desde hacía ya varios meses. Después, todo se tornó blanco y se sintió caer.

Cuando despertó estaba al lado del riachuelo, viendo la cascada de Fuego en todo su esplendor. La luz del sol la tocaba y la hacía brillar tanto que parecía arder como la lava de un volcán. El tono naranja resaltaba con el azul del cielo y fue cuando vislumbró a un dragón que volaba con un pequeñín persiguiéndolo. Lo siguió con la mirada hasta que sus ojos se toparon con unos que lo estaban observando con intensidad y sonrió.

– Lo logramos – le dijo una boca de labios rojos mientras acariciaba su cabello retirándoselo de la frente.

– ¡Me estás tocando!

Liu asintió con una expresión llena de alegría.

– Ahora estás sano.

Así que Newén se sentó para poder mirarla mejor y por primera vez la tocó. Pasó sus dedos sobre su mejilla con delicadeza, sintió su piel suave y luego enredó su mano entre sus trenzas.

– Todo es gracias a ti – murmuró y tomó con sus manos el rostro de la mujer más bella ante sus ojos y la besó con dulzura.


Copyright © 2020 Fernanda Maradei. 

Todos los derechos reservados. Obra protegida por derechos de autor.


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Published on October 02, 2020 16:53

October 1, 2020

El Colibrí de Plata

Les presento mi último libro EL COLIBRÍ DE PLATA. Una historia fantástica que toma matices de nuestra riqueza Indioamericana. Lucía entrará a un mundo nuevo donde un jaguar, un oso de anteojos, una rana dorada y un colibrí de plata cambiarán su vida por completo, convirtiéndola en una protectora del pueblo del Agua. Puedes descargar una muestra gratis del libro en Amazon para que comiences a leer. 
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Published on October 01, 2020 07:36

September 25, 2020

12. Akiqake

Por A. Maradei

 

Vivía cerca de uno de los bosques más densos del territorio, de árboles antiguos con gruesos troncos y ramas caídas. Su pueblo nunca los talaba porque sabía que eran el refugio de miles de animales que a su vez alimentaban a otros, y la subsistencia dependía de mantener el equilibrio. Por eso el estilo de vida que por siglos promulgaban de generación en generación consistía en mantener la armonía en la tierra. Sus creencias eran tan importantes en sus vidas que las divulgaban a cualquier sitio que visitaban. Con el tiempo se hicieron llamar los guardianes del Bosque y podían alimentarse de la energía que fluía de la naturaleza, así como comunicarse con los animales que vivían en la arboleda.

Cada año tenía lugar una celebración para fortalecer el lazo con Kie el dios que cuidaba los árboles y los animales. El pueblo adornaba con luces y cintas de colores las ramas grandes y pequeñas, creando una barrera multicolor en uno de los claros más amplios de toda la arboleda. La fiesta era una de las más importantes porque los chicos y chicas que cumplían quince años descubrirían cuál era el animal sagrado que junto con sus dones, el dios le asignaría para el resto de sus vidas. Al final cuando la muerte los visitaba, devolvían aquel regalo al mundo y el ciclo se repetiría indefinidamente.

Suk estaba emocionado por saber cuál sería el suyo. La ansiedad por conocerlo no lo había dejado dormir bien, ni comer con el mismo apetito de antes. Esa mañana salió apresuradamente del bohío para encontrarse con Atik su compañero de aventuras, mientras escuchaba a su madre que le recordaba que debía estar puntual para la ceremonia, la cual comenzaría al finalizar la tarde.

– Ahí estaré – le contestó y le apuntó con sus dos manos al mismo tiempo mientras las movía para indicarle que era evidente que no se le olvidaría.

Lo encontró probándose todos los pantalones que tenía, que por cierto solo eran tres, pero era gracioso verlo como se colocaba uno e inmediatamente se lo quitaba para luego colocarse el otro y así sucesivamente, como si aquello influyera en la decisión que Kie tendría sobre el animal que recibiría. No se trataba de la forma como vestías, los ancianos decían que el dios se sumergía en el interior de sus almas para conocer lo que había oculto en sus corazones y de esa forma darles el mejor don que pudieran desarrollar a lo largo de sus vidas.

Suk lo esperó, era un chico de corazón noble siempre dispuesto a ayudar a los demás. Paciente y siempre reflejaba una sonrisa en su rostro.

– Creo que ya estoy listo – sentenció su amigo.

– Ya era hora – se quejó Suk. – Vamos o llegaremos tarde.

– ¿Cuál crees que nos tocará? – le preguntaba Atik mientras apresuraban el paso y se internaban en el bosque.

– Espero que sea un oso, quiero tener su fuerza … ¿y tú?

– No estoy seguro, cualquiera es igual de bueno ¿no te parece?

– No … esto importante Atik, con el vivirás hasta que envejezcas.

– Pero igual, no vale la pena pensar en eso porque Kie es el que escoge – rezongó.

La mayoría de las personas ya estaban reunidas en pequeños grupos. Los sacerdotes también se encontraban y al verlos llegar les hicieron señas para que los acompañaran, ya casi estaban todos los quinceañeros reunidos. Lucían sus mejores ropas y se veía la emoción en sus rostros.

Suk respiró profundo porque estaba nervioso y cuando se disponía a reunirse con los demás una pequeña mano lo detuvo y giró en redondo, ya sabía de quiénes se trataba.

– ¿Nos contarás todo lo que pase en la ceremonia? – le dijo la pequeña Illay a su hermano mayor.

– Si, por favor, por favor, por favor – imploró Lex.

Eran mellizos, su hermana era mucho más alta que él y ambos idolatraban a Suk.

– ¿Dónde está mamá?

Ambos la señalaron y su madre sonrió. Se veía orgullosa por lo que estaba sucediendo.

– Prométenos que nos dirás lo que sucedió – le dijo entusiasmada la niña.

– Si digo que si ¿me dejarán en paz?

Los hermanos asintieron con fuerza.

– Bien, entonces les describiré todo, pero ahora tengo que irme … me están esperando.

Los sacerdotes dieron el discurso propio de la ceremonia y luego invitó a los jóvenes a que los acompañaran. El ritual era en un lugar sagrado y solo en presencia de los chicos, los padres y demás acompañantes debían esperarlos en el claro.

Caminaron hasta la cima de la montaña y la temperatura comenzó a bajar. Estaban tan alto que se desplazaban entre las nubes sin casi poder ver a más de dos metros de distancia. Se guiaban por la voz del sacerdote mayor que hablaba casi gritando para que el grupo de chicos lo siguieran. Tenían que llegar hasta los nacimientos de agua cerca de la laguna. Cuando el líder dio la orden, cada uno se internó entre la niebla para buscar uno de donde debía beber. Luego llevar un poco hasta la laguna y depositarla. Durante la travesía, mantenían un pequeño fuego encendido para que Kie pudiera ver sus almas mortales. Solo en ese momento, la presencia del animal asignado sería percibido en el espíritu del joven.

Miles de pequeñas luces deambulaban a través de la montaña como luciérnagas que revoloteaban entre una bruma blanca y densa. El sacerdote aguardaba y poco a poco empezaron a llegar los jóvenes sonrientes con su nueva virtud.

– Me tocó el oso – se escuchó al primero que llegó.

– El mío es una rana – dijo una chica con sus ojos brillando de alegría.

En la medida que aparecían entre las nubes, retomaban inmediatamente su regreso al claro del bosque en compañía de sus familiares y amigos.

Atik apareció a los quince minutos emocionado buscando a su amigo para contarle que le había tocado el jaguar. No lo podía creer, simplemente era fabuloso. En vista de que no lo vio, se quedó esperándolo, pero uno de los sacerdotes le pidió que se retirara. Media hora después, casi todos habían regresado, solo faltaba Suk. En algunos casos, el dios Kie se demoraba un poco más de lo normal en decidir, pero era inusual tanto retraso.

Su mamá llegó corriendo y antes de que pudiera dejar que alguien le recriminara por incumplir las normas, habló rápidamente para tratar de explicarse.

– No están – dijo sin poder respirar y con las manos cruzadas en su pecho. Se arrodilló desesperada. Lloraba y los sacerdotes después de un tiempo lograron calmarla y poder entender lo que decía. – Han desaparecido … se fueron buscando a su hermano.

______

 

 

Suk estaba en la laguna, había subido y bajado dos veces más repitiendo el procedimiento que le habían explicado, pero no sentía nada y comenzó a temer que el dios no le fuera a dar ningún animal sagrado. Solo una vez en toda la historia del pueblo del Bosque había ocurrido que Kie no había dado su regalo a un chico. Los sacerdotes contaban que había sido porque su corazón era egoísta y mentiroso, pero él no era nada de eso. Le preocupaba lo que diría su madre, esa mañana estaba orgullosa.

¿Qué le diré ahora? pensó y apretó la boca.

– ¡SUK! – escuchó que gritaban su nombre y volvió a la realidad. – ¡SUK! – la voz lloraba y sonaba desesperada.

Se levantó y empezó a buscar entre la bruma que no le permitía ver absolutamente nada.

– ¿Quién me llama? – dijo con voz gruesa.

– ¡SUK VEN!

Esta vez la reconoció y sintió el vacío en su estómago.

– ¿Dónde estás Illay?

– AQUÍ.

Giró en redondo por su lado derecho y se quedó a observar un momento mientras sostenía con fuerza la lámpara de aceite para que alumbrara entre la bruma.

– ¿Ves la luz?

– SI … VEN RÁPIDO – dijo la pequeña y rompió en llanto.

Suk no esperó más y comenzó a caminar a ciegas siguiéndose más por el instinto que por su vista. La llamaba constantemente y corregía sus pasos para llegar hasta donde se encontraba su hermanita. Después de unos minutos interminables, la encontró en el borde de la laguna. Estaba mojada completamente y temblaba por culpa del frío.

– ¿Qué estás haciendo aquí? – le susurró mientras la abrazaba.

– Te buscábamos y Lex cayó al agua – murmuró débilmente.

Los ojos de Suk se abrieron de par en par y miró con detalle la superficie de la laguna entre la bruma. Lo detectó rápidamente y mientras se quitaba la blusa le hablaba a su hermana con la voz temblorosa por el miedo que estaba sintiendo.

– ¿Sabes cómo regresar?

La pequeña asintió entre sollozos.

–Toma la lámpara y regresa … diles dónde estoy y que vengan rápido.

Illay salió corriendo mientras él se introducía a las frías aguas de la laguna. Nadó con fuerza y en la medida en que avanzaba, veía con mayor claridad al pequeño. Estaba abrazando a una roca con fuerza y tenía los ojos cerrados.

– Lex soy yo – dijo con voz serena para no asustarlo más de lo que ya estaba. – Suéltate y avanza hasta donde yo estoy.

– No puedo – gimió. – La corriente me lleva.

– Si puedes, vamos, ven acá.

El chico lo miró y cerró su boca antes de soltarse, pero el movimiento del agua comenzó a alejarlo de sus brazos. El pequeño gritó con desespero, así que Suk nadó con más ímpetu para poder tomarlo y lo logró. Se mantuvo a flote utilizando sus piernas y evitando que los remolinos del fondo lo tiraban hacia abajo. No supo cuánto tiempo pasó, pero al final salió con su hermanito de la laguna. Lo abrazó y le hablaba para que no se durmiera, lo cubría con su cuerpo para que se mantuviera caliente mientras esperaban a los demás, pero los minutos pasaban y nadie aparecía.

Él comenzaba a ceder y sus ojos se cerraban poco a poco, fue cuando vio una intensa llama que aparecía entre la neblina. Pensó en la lámpara que le había dado a Illay y sonrió porque los habían encontrado, pero la luz creció y parecía acercarse a toda velocidad hacia él, como cuando ves un cometa desde el cielo.

De pronto, lo golpeó en el pecho. La sensación de calor lo cubrió completamente y al abrir los ojos vio como su hermano se alumbraba a causa de él. Brillaba y ahora ninguno de los dos sentía frío. Acarició el pelo de Lex que dormía con una sonrisa y fue en ese momento que sintió a Kie.

“Un dragón” pensó “¿Un dragón? … ¡Soy un dragón!” exclamó lleno de gozo y sus temores desaparecieron. Kie le hablaba y sabía que con ese poderoso don siempre protegería al que lo necesitara, porque no había ningún animal sagrado más grande que ese.

Acunó a su hermano entre sus brazos y bajó brillando la pendiente que separa la laguna de los llantos de su madre.

_____

 

Después de aquel día, Suk vivió más como dragón que como hombre, siendo un fiel sirviente de Kie, de corazón noble y protector acérrimo del bosque. Cuando llegó la hora de devolver aquel don al mundo para mantener la armonía de la tierra, el dios no se lo permitió y en cambio lo convirtió en Akyqake, el Dragón del Bosque.

La próxima vez que vayas a un bosque, cierra tus ojos y si prestas atención, escucharás el aleteo de un dragón en la copa de los árboles más ancianos y si levantas la mirada, podrás ver su brillo escurriéndose entre las ramas.


Copyright © 2020 Fernanda Maradei. Todos los derechos reservados. Obra protegida por derechos de autor.

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Published on September 25, 2020 17:26

September 18, 2020

11. El reflejo

Miraba el reflejo de su rostro sobre el agua de la laguna. Le gustaba imaginar que su hermana gemela aún estaba con ella. Nunca se separaban, iban juntas a cualquier lugar como si fueran una sola persona. Pero en días como hoy, la extrañaba aún más que nada en el mundo.

– ¡Ylín ya está listo!

Su madre había preparado su plato favorito con motivo de su cumpleaños número trece. Se limpió las lágrimas de los ojos y se levantó despacio para luego correr a su encuentro.

– ¿Qué hacías mirando el agua? – le preguntó inocentemente.

– Creo que vi una rana dorada – mintió. No le gustaba que su mamá se preocupara, ya tenía suficiente con los problemas del día a día para que ella le sumara un poco más.

La muerte de Nina había sido inesperada y tanto ella como su madre aún no aceptaban su partida, pero nunca hablaban de eso. No era un tema de conversación en la familia. Así que después de comer y de despedirse con un beso en la mejilla de su madre, salió a buscar a Roka su mejor amigo.

El bosque era parte del pueblo. Desde pequeños sabían que no debía ser alterado porque de él dependía la subsistencia de todo el ecosistema. Caminaba con tranquilidad para no afectar a los animales y los espíritus que allí habitaban. Entró en silencio y se dirigía al claro que se formaba al lado del río, allí con seguridad encontraría a su amigo. A él le gustaba pescar y el día era perfecto; no llovía y el sol se asomaba cálido y brillante en un cielo azul intenso.

Lo buscó durante toda la mañana y no lo encontró, entonces la tristeza volvió a invadirla y apretó sus labios para no llorar. Se dirigió a un pequeño riachuelo en el claro y se recostó sobre una roca mirando en dirección de la cascada mientras su mente viajaba junto con Nina. La caída de agua parecía mágica porque la luz chocaba sobre los hilos que se formaban creando pequeños arcoíris que decoraban con mil colores esa parte del bosque. Los colibríes se acercaban para bañarse tranquilamente sin temor alguno a ser atrapados y las mariposas revoloteaban entre los bejucos para tomar el polen de las flores.

Todo era hermoso y aún así su alma sentía que le faltaba su otra mitad. Tocaba el agua fría, parecía ceda de un color blanco que burbujeaba al chocar con las rocas que formaban el lecho del riachuelo. Visualizó su rostro sobre el manto líquido que caía debido a la fuerza de la gravedad. En la cascada podía ver su imagen de cuerpo entero sin ningún problema. Dejó que la fantasía llenara su mente y se contempló imaginando que su reflejo era Nina.

– ¿Quieres jugar? – le dijo con voz clara.

– ¡Si! Hollín – se respondió a ella misma y se echó a reír, esa era la forma como su hermana la llamaba cuando quería jugar.

Luego flexionó su tronco hacia adelante, pero el reflejo no lo hizo y en cambio le guiñó el ojo. Aquello la asustó tanto que dio un paso hacia atrás y la figura se esfumó. Se inclinó un poco hacia un lado para mirar por detrás de la caída de agua, pero no había nada, solo la pared de roca. Respiró profundo mientras sentía sus manos temblar, entonces las empuñó con fuerza. Dio un paso hacia adelante y entrecerró sus ojos para tratar de ver el reflejo nuevamente y allí se encontraba, pero esta vez sonreía.

Ylín comenzó a mover sus manos y la figura la remedó. Saltó varias veces en un solo pie y el reflejo hizo lo mismo. Se rascó la cabeza y se movía como si fuera un mono, y al voltear a mirar, la figura la estaba imitando. Comenzó a reírse a carcajadas de las tonterías que estaba haciendo, parecía que había regresado a su niñez junto con Nina. Ese era su juego favorito, su madre les huía cuando las veía en esa actitud porque no paraban de reírse mientras se copiaban perfectamente la una de la otra. Para las personas del pueblo, saber quién era quién, era imposible porque ellas eran dos gotas de agua y eso lo hacía más gracioso para las gemelas.

De pronto, el reflejo levantó su mano y le indicó que se acercara. Ylín arqueó sus cejas, no podía ser cierto lo que estaba observando con sus propios ojos. La que parecía su hermana volvió a sonreír.

– ¿Nina eres tú? – preguntó dubitativamente, pero con voz clara.

La figura asintió y dibujó una amplia sonrisa en su rostro. Después de ese día, la joven visitaba el bosque a diario para jugar con su hermana en la cascada. No importaba a qué hora llegara, ella siempre la estaba esperando con una expresión alegre en su rostro. Se comunicaban a través de señas; nunca fue un problema para las dos, con solo mirarse ya se entendían correctamente.

Ese día había llegado con Roka, porque no le había creído ni una sola palabra de lo que le había contado y la había llamado mentirosa. El peor error que alguien podía cometer era decirle que lo que estaba diciendo no era cierto, así que con la expresión contraída por la rabia que estaba sintiendo lo había retado.

– Te da miedo venir ¿cierto?

– ¿Miedo de qué? es una cascada.

– No es una cascada, es el espíritu de Nina.

– No le tengo miedo a los espíritus … ¿quién crees que soy? ¿un cobarde?

– Pruébalo – lo desafió – De lo contrario, pensaré que si lo eres.

Roka comenzó a caminar con paso fuerte en dirección al bosque, mientras Ylín lo seguía de cerca hasta que llegaron al claro del bosque al mediodía.

– No podemos demorarnos, va a llover – le dijo a regañadientes su amigo mirando al cielo.

– Ven y te darás cuenta que no miento.

El chico la siguió, obedeciendo a cabalidad las órdenes que la joven le daba. Se ubicó en el mismo lugar que ella lo hacía y le indicó hacia donde mirar para que pudiera ver el reflejo, pero Roka negó con la cabeza.

– Lo estás haciendo mal, déjame a mí.

Le cedió el paso y ella se ubicó de la misma forma cómo lo venía haciendo las últimas semanas, pero tampoco vio nada y se rascó la cabeza. No entendía lo que estaba pasando. Después de intentar varias posturas y de acercarse y alejarse un sin número de veces, se le ocurrió una idea.

– Es mejor que te ocultes, puede que este nerviosa con tu presencia.

– ¿Por qué iba a estar nerviosa? Si nos conocemos desde siempre.

– No lo sé – se encogió de hombros ­– pero hazme caso … yo te avisaré si la veo.

Así que Roka se escondió entre la vegetación a esperar. Estaba aburrido, pero no se marchaba porque de lo contrario Ylín lo perseguiría por días diciéndole que era un cobarde y él, no era nada de eso. Apretó la boca y se sentó mientras dibujaba con una rama en el suelo.

Ella se ubicó enfrente de la cascada y abrió su boca para llamarla, pero no tuvo que hacerlo porque inmediatamente la vio y sonrió.

– ¿Dónde estabas? – le preguntó. – Voy a decirle a Roka que llegaste …

Cuando intentó retroceder, la joven del otro lado alzó sus manos para detenerla y luego le indicó que hiciera silencio.

– ¿Por qué? – preguntó. – Él ha sido nuestro amigo de toda la vida.

Su hermana negó sutilmente y luego la miró. Levantó su mano para ofrecérsela con una actitud cálida y movía su cabeza para indicarle que la tomara. Ylín estaba confundida, cómo iba a lograr hacerlo si solo estaba el reflejo sobre una caída de agua, pero Nina insistió sin dejar la expresión en su rostro. Ella dudaba y miró en dirección de Roka, pero lo vio concentrado jugando con un palo.

“Típico … espera que me invites a pescar y te diré lo aburrido que es para mí” y luego pensó en la invitación de su hermana “¿Por qué estoy dudando? Es Nina …”

Tomó una buena bocanada de aire y estiró su mano en dirección de la cascada. Sintió el agua fría tocar su piel, estaba fresca, deliciosa y la introdujo un poco más hasta llegar a la muñeca. Unos dedos rozaban los suyos y alzó su vista para mirar los ojos que estaban del otro lado. Sonreían y sus manos se entrelazaban. Su corazón se iluminó y su pecho se llenó de esperanza al sentir como Nina la empujaba hacia el interior del chorro de agua.

En la medida en que su brazo ingresaba la sensación de tibieza que había sentido al principio, se transformó en un frío intenso que la hizo retroceder, pero su hermana cogió su mano con fuerza y la jaló. El movimiento hizo que perdiera el equilibrio empujándola hacia adelante. La temperatura del otro lado era tan baja que su piel comenzó a dolerle y alzó sus ojos para buscar desesperadamente a Nina.

Ella dibuja una expresión de complacencia en su rostro, pero había algo que parecía falso, irreal.

– ROKA – gritó con toda su fuerza aprisionada por el miedo que no la dejaba pensar con claridad.

Había clavado sus botas sobre las rocas para impedir que se la llevara al otro lado, pero las piedras lizas como una baldosa no facilitaban la tarea y sintió que se deslizaba poco a poco. Tomó agua cuando su cabeza atravesó el umbral y su piel se erizó al sentir un viento helado que movía su cabello violentamente.

En ese momento se dio cuenta que la criatura que la tiraba de la mano no era Nina. Su cuerpo etéreo dibujaba un rostro huesudo con ojos azules que brillaban como si fueran estrellas y en la parte superior de su cabeza, emergieron dos cuernos terminados en punta. Ya no sonreía, por el contrario, tenía una expresión contraída de forma maligna y dibujaba una línea gruesa en lo que se suponía eran sus labios.

– “SUÉLTAME” – gritó Ylín, pero no salió ningún sonido.

En cambio, el ser que la sujetaba con rabia e introducía sus largas uñas puntiagudas en su piel, gruñía como un perro rabioso en su afán de introducirla completamente a su mundo.

Estaba aterrorizada y buscaba con su otro brazo, algo con que sostenerse para contrarrestar la fuerza que la bestia producía. En ese momento, sintió que alguien tomaba su mano y pensó en su amigo, sus dedos se entrelazaron y el empuje en sentido contrario la estiró al máximo.

Por unos segundos creyó que todo sería en vano, sus botas seguían resbalándose y poco a poco su tronco comenzaba a ingresar en aquel ambiente frío y hostil, pero Roka la aferraba hacia él con firmeza y después de varios minutos de forcejeo, cayeron hacia atrás el uno encima del otro en el riachuelo.

Mojados, se sentaron con dificultad en la pequeña playa que se formaba al lado del río y su amigo se quedó mudo al ver la marcas en su brazo. Parecía como si un animal salvaje la hubiera arañado con sus garras afiladas. Ella lo abrazó entre sollozos porque no podía creer en lo que había pasado. Roka la estrechó con fuerza y se quedaron allí por varios minutos mientras lograban retomar la calma.

Regresaron y le contaron a su madre todo lo que había pasado. Ella la calmó y la acompañó durante toda la noche para que pudiera dormir sintiéndose segura. Al día siguiente, cuando regresaron a investigar iban acompañadas del Chamán del pueblo, pero lo que encontraron fue aún más extraño todavía, la cascada había desaparecido y el riachuelo se había secado como si nunca hubiera estado allí.

Copyright © 2020 Fernanda Maradei. 

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Published on September 18, 2020 18:22

September 11, 2020

10. La Tierra de Cenizas


Un estruendo sordo hizo que levantara su rostro para mirar al cielo. El sonido aumentaba de intensidad y luego apareció una luz roja que centelleaba. Se desplazaba con rapidez barriendo el cielo hasta formar un arco que después de unos segundos, se perdió en el horizonte. Las ondas de choque que producían el ruido al pasar forzosamente a través del aire se apaciguaron, así que Zaid continuó con lo que estaba haciendo. Desde que la guerra en el norte había empezado, era normal escuchar noticias sobre sucesos extraños que no tenían explicación para ellos.– Esas tierras están malditas – había dicho su abuela una noche frente a la fogata después de escuchar el rugido de un dragón.Se refería a las tierras septentrionales más allá del mar central. Se decía que gracias a una alianza las tierras del sur ahora dominaban a los dragones, además combatían con las tierras del norte para detener un espectro maligno que se hacía llamar Maya y que amenazaba con destruir todo. Para ellos, aquello no era más que cuentos fantásticos para entretener a los más pequeños.– Guerreros, magia, brujos … puff – dijo la abuela botando aire por su boca. – tonterías para justificar todo lo que hacen.Vivían al lado de la playa, en la zona árida limitada por el agua. Los Bedú eran nómadas y pacíficos, así que todo lo que ocurría fuera de su pueblo, no les gustaba.Zaid pensaba en las palabras de su abuela cuando un estallido lo sobresaltó y miró para todos lados buscando el lugar donde aparentemente había caído algo del cielo. Alka su perro lobo empezó a aullar y a retroceder de forma nerviosa. Él se preocupó tanto que cogió su enorme cabeza con las dos manos para tratar de calmarlo mientras le susurraba suavemente al oído.El animal logró serenarse, y después de unos minutos y de mucha valentía, comenzaron a internarse en las arenas del desierto para buscar aquello que había descendido de las nubes, fuera lo que fuera. El calor era sofocante, así que se tapaba completamente la cabeza, dejando al descubierto solo los ojos. Desde lo lejos se podía ver un sutil destello que se confundía con las ondulaciones que el aire caliente provocaba y que distorsionaban el paisaje, pero estaba seguro que allí encontraría lo que estaba buscando.Ya estaban muy cerca de los cerros donde se encontraban las fuentes de agua dulce del territorio. Sabía que en unos minutos llegaría al sitio y la tensión de sus venas aumentó. Sentía el palpitar de su corazón en el oído y la boca de su estómago en la garganta, pero aún así, Zaid continuaba hacia adelante porque su pueblo era valiente, o bueno, eso era lo que siempre le repetía su abuela.Los más viejos mantenían sus discursos de fortaleza y coraje que caracterizaba al pueblo Bedú, pero varias veces había visto a sus amigos y familiares emprender una rápida huida cuando las cosas se complicaban, era la respuesta predominante en las situaciones peligrosas. En parte, esa era la razón de haber elegido un estilo de vida nómada, cuando las cosas se ponían difíciles simplemente se movían.Tomó su espada con ambas manos y avanzó lentamente para bordear el risco y ver lo que estaba del otro costado. Alka se mantenía a su lado, levantando el hocico mientras olía el aire que estaba impregnado de azufre y metano.El tono negro producido por el hollín de la vegetación que se había incendiado había manchado sus botas y su pantalón. El perro lobo llevaba la peor parte, porque su melena comenzó a llenarse de ceniza que se adhería sutilmente sobre el pelo, pero cuando Zaid pasaba su mano para eliminarlo, este se esparcía embarrándolo todo.Estaban a solo dos pasos del borde exterior de la roca, cuando escucharon un sonido gutural y él retrocedió pegándose a la pared. Ese movimiento terminó manchándole completamente las ropas. Maldijo para sí mismo, pero Alka después de olerlo siguió avanzando y él sin darse cuenta, observó como la cola de su perro se esfumaba de su vista.– ¡ALKA! – dijo con una voz firme, pero sin gritar. No sabía lo que encontraría del otro lado.Entonces escuchó a su perro gemir y como poseído por una necesidad apremiante de protegerlo, se apresuró y cruzó el umbral. Todo estaba petrificado, la textura de la poca vegetación era áspera como si fuera de roca. El ambiente mantenía un tono gris opaco, así como las flores y el suelo que conservaban el mismo aspecto inerte. La pata delantera de Alka se había atorado en las raíces de uno de los árboles y gemía buscando zafarse. El pelo de la nuca estaba erizado y mostraba los dientes incesantemente en dirección del árbol más grande.Zaid corrió hacia él, pero el animal desesperado por huir había complicado la situación. Su pata ahora estaba lastimada con el filo de la raíz ahora convertida en piedra. Mientras intentaba infructuosamente liberarlo, una bruma densa y oscura comenzó a avanzar. Esta se enredaba en sus botas, haciendo una pequeña presión en sus tobillos.– Alka cálmate o no podré sacarte – había terror en su voz y el canino lo sabía, podía oler el miedo que expedía su amo.Zaid sacudió con fuerza sus pies mientras se mantenía de cuclillas para ayudarlo; quería despegar la neblina que se enredaba en su cuerpo. Al sentirla en sus piernas, la piel se enfrió y a sus oídos llegó el murmullo de un sonido gutural. Era como escuchar una canción, pero entre susurros y por tanto era imposible entenderle. Sin embargo, el sonido se metía en su mente y trataba de controlarlo. Así que se concentró para impedir que lo dominara mientras aquella cosa reptaba hasta llegar a su tronco.Alka gruñó apenas recuperó la libertad retrocediendo y mostrando sus colmillos. El pelo de su dorso aún estaba erizado, pero su amo no se movía. Entonces, brincó sobre él y mordió su mano con la fuerza justa para no lastimarlo, pero si para sacarlo de allí. Un segundo después, ambos salían a rastras del lugar. Zaid utilizaba sus manos y pies para moverse, avanzaba más forzado por la insistencia de su perro que por sus propios deseos. A cada paso que daba se lastimaba con las rocas afiladas, pero Alka no lo dejaba renunciar.Al cruzar el peñasco, la influencia de aquella cosa menguó y ambos pudieron respirar profundamente. Estaban sucios, llenos de hollín y polvo de cabeza a pies. El perro sangraba y se lamía su pata para limpiarla infructuosamente, mientras él colocaba la mano sobre su cabeza.– Vamos … debemos avisar a los demás sobre esto – dijo con voz débil.Se sentía agotado mentalmente y lo que había sentido mientras estuvo seducido por la bruma no lo dejaba pensar con claridad, era como si una parte de él deseara regresar allí sin importar las consecuencias. Se obligó a ponerse de pie y acarició la cabeza de Alka mientras miraba en dirección del pueblo, esperaba que sus piernas no flaquearan. Debía tener la fortaleza de los hombres de Bedú, así que tomó todo el aire que pudo contener sus pulmones y movió su pierna para caminar.“El primer paso es el más difícil” pensó y apretó la boca mientras intentaba avanzar para poder comenzar a huir.El segundo resultó más sencillo. Comenzaba a moverse con más rapidez, cuando Alka giró en redondo mostrando sus dientes y gruñendo. Zaid no quiso voltear a mirar porque estaba sintiendo su presencia. Era incapaz de seguir y quedó paralizado sin poder moverse. Algo respiró desde arriba, el aire era caliente y sofocante, y cuando alzó la mirada la vio. Entonces todo se tornó negro y el mundo desapareció ante sus ojos.El aullar desgarrado de dolor de un lobo llegó a los oídos del pueblo, acompañado por las nubes negras que comenzaron a acumularse en los cerros.– La maldita guerra nos ha alcanzado – murmuró la abuela y todo Bedú huyó de allí sin mirar atrás.

Copyright © 2020 Fernanda Maradei. Todos los derechos reservados. Obra protegida por derechos de autor.
Cuento relacionado con el libro PLUMAS DE CUERVO



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Published on September 11, 2020 16:19

10. La Tierra de las Cenizas (Plumas de Cuervo)

Por A. Maradei

Un estruendo sordo hizo que levantara su rostro para mirar al cielo. El sonido aumentaba de intensidad y luego apareció una luz roja que centelleaba. Se desplazaba con rapidez barriendo el cielo hasta formar un arco que después de unos segundos, se perdió en el horizonte. Las ondas de choque que producían el ruido al pasar forzosamente a través del aire se apaciguaron, así que Zaid continuó con lo que estaba haciendo. Desde que la guerra en el norte había empezado, era normal escuchar noticias sobre sucesos extraños que no tenían explicación para ellos.– Esas tierras están malditas – había dicho su abuela una noche frente a la fogata después de escuchar el rugido de un dragón.Se refería a las tierras septentrionales más allá del mar central. Se decía que gracias a una alianza las tierras del sur ahora dominaban a los dragones, además combatían con las tierras del norte para detener un espectro maligno que se hacía llamar Maya y que amenazaba con destruir todo. Para ellos, aquello no era más que cuentos fantásticos para entretener a los más pequeños.– Guerreros, magia, brujos … puff – dijo la abuela botando aire por su boca. – tonterías para justificar todo lo que hacen.Vivían al lado de la playa, en la zona árida limitada por el agua. Los Bedú eran nómadas y pacíficos, así que todo lo que ocurría fuera de su pueblo, no les gustaba.Zaid pensaba en las palabras de su abuela cuando un estallido lo sobresaltó y miró para todos lados buscando el lugar donde aparentemente había caído algo del cielo. Alka su perro lobo empezó a aullar y a retroceder de forma nerviosa. Él se preocupó tanto que cogió su enorme cabeza con las dos manos para tratar de calmarlo mientras le susurraba suavemente al oído.El animal logró serenarse, y después de unos minutos y de mucha valentía, comenzaron a internarse en las arenas del desierto para buscar aquello que había descendido de las nubes, fuera lo que fuera. El calor era sofocante, así que se tapaba completamente la cabeza, dejando al descubierto solo los ojos. Desde lo lejos se podía ver un sutil destello que se confundía con las ondulaciones que el aire caliente provocaba y que distorsionaban el paisaje, pero estaba seguro que allí encontraría lo que estaba buscando.Ya estaban muy cerca de los cerros donde se encontraban las fuentes de agua dulce del territorio. Sabía que en unos minutos llegaría al sitio y la tensión de sus venas aumentó. Sentía el palpitar de su corazón en el oído y la boca de su estómago en la garganta, pero aún así, Zaid continuaba hacia adelante porque su pueblo era valiente, o bueno, eso era lo que siempre le repetía su abuela.Los más viejos mantenían sus discursos de fortaleza y coraje que caracterizaba al pueblo Bedú, pero varias veces había visto a sus amigos y familiares emprender una rápida huida cuando las cosas se complicaban, era la respuesta predominante en las situaciones peligrosas. En parte, esa era la razón de haber elegido un estilo de vida nómada, cuando las cosas se ponían difíciles simplemente se movían.Tomó su espada con ambas manos y avanzó lentamente para bordear el risco y ver lo que estaba del otro costado. Alka se mantenía a su lado, levantando el hocico mientras olía el aire que estaba impregnado de azufre y metano.El tono negro producido por el hollín de la vegetación que se había incendiado había manchado sus botas y su pantalón. El perro lobo llevaba la peor parte, porque su melena comenzó a llenarse de ceniza que se adhería sutilmente sobre el pelo, pero cuando Zaid pasaba su mano para eliminarlo, este se esparcía embarrándolo todo.Estaban a solo dos pasos del borde exterior de la roca, cuando escucharon un sonido gutural y él retrocedió pegándose a la pared. Ese movimiento terminó manchándole completamente las ropas. Maldijo para sí mismo, pero Alka después de olerlo siguió avanzando y él sin darse cuenta, observó como la cola de su perro se esfumaba de su vista.– ¡ALKA! – dijo con una voz firme, pero sin gritar. No sabía lo que encontraría del otro lado.Entonces escuchó a su perro gemir y como poseído por una necesidad apremiante de protegerlo, se apresuró y cruzó el umbral. Todo estaba petrificado, la textura de la poca vegetación era áspera como si fuera de roca. El ambiente mantenía un tono gris opaco, así como las flores y el suelo que conservaban el mismo aspecto inerte. La pata delantera de Alka se había atorado en las raíces de uno de los árboles y gemía buscando zafarse. El pelo de la nuca estaba erizado y mostraba los dientes incesantemente en dirección del árbol más grande.Zaid corrió hacia él, pero el animal desesperado por huir había complicado la situación. Su pata ahora estaba lastimada con el filo de la raíz ahora convertida en piedra. Mientras intentaba infructuosamente liberarlo, una bruma densa y oscura comenzó a avanzar. Esta se enredaba en sus botas, haciendo una pequeña presión en sus tobillos.– Alka cálmate o no podré sacarte – había terror en su voz y el canino lo sabía, podía oler el miedo que expedía su amo.Zaid sacudió con fuerza sus pies mientras se mantenía de cuclillas para ayudarlo; quería despegar la neblina que se enredaba en su cuerpo. Al sentirla en sus piernas, la piel se enfrió y a sus oídos llegó el murmullo de un sonido gutural. Era como escuchar una canción, pero entre susurros y por tanto era imposible entenderle. Sin embargo, el sonido se metía en su mente y trataba de controlarlo. Así que se concentró para impedir que lo dominara mientras aquella cosa reptaba hasta llegar a su tronco.Alka gruñó apenas recuperó la libertad retrocediendo y mostrando sus colmillos. El pelo de su dorso aún estaba erizado, pero su amo no se movía. Entonces, brincó sobre él y mordió su mano con la fuerza justa para no lastimarlo, pero si para sacarlo de allí. Un segundo después, ambos salían a rastras del lugar. Zaid utilizaba sus manos y pies para moverse, avanzaba más forzado por la insistencia de su perro que por sus propios deseos. A cada paso que daba se lastimaba con las rocas afiladas, pero Alka no lo dejaba renunciar.Al cruzar el peñasco, la influencia de aquella cosa menguó y ambos pudieron respirar profundamente. Estaban sucios, llenos de hollín y polvo de cabeza a pies. El perro sangraba y se lamía su pata para limpiarla infructuosamente, mientras él colocaba la mano sobre su cabeza.– Vamos … debemos avisar a los demás sobre esto – dijo con voz débil.Se sentía agotado mentalmente y lo que había sentido mientras estuvo seducido por la bruma no lo dejaba pensar con claridad, era como si una parte de él deseara regresar allí sin importar las consecuencias. Se obligó a ponerse de pie y acarició la cabeza de Alka mientras miraba en dirección del pueblo, esperaba que sus piernas no flaquearan. Debía tener la fortaleza de los hombres de Bedú, así que tomó todo el aire que pudo contener sus pulmones y movió su pierna para caminar.“El primer paso es el más difícil” pensó y apretó la boca mientras intentaba avanzar para poder comenzar a huir.El segundo resultó más sencillo. Comenzaba a moverse con más rapidez, cuando Alka giró en redondo mostrando sus dientes y gruñendo. Zaid no quiso voltear a mirar porque estaba sintiendo su presencia. Era incapaz de seguir y quedó paralizado sin poder moverse. Algo respiró desde arriba, el aire era caliente y sofocante, y cuando alzó la mirada la vio. Entonces todo se tornó negro y el mundo desapareció ante sus ojos.El aullar desgarrado de dolor de un lobo llegó a los oídos del pueblo, acompañado por las nubes negras que comenzaron a acumularse en los cerros.– La maldita guerra nos ha alcanzado – murmuró la abuela y todo Bedú huyó de allí sin mirar atrás.

Copyright © 2020 Fernanda Maradei. Todos los derechos reservados. Obra protegida por derechos de autor.
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Published on September 11, 2020 16:19

September 4, 2020

09. Inmortal (El Colibrí de Plata)

Por A. Maradei
Esa mañana Ioth se había levantado muy temprano porque la bella Awaq le había aceptado una invitación por primera vez en toda su vida. Y eso, déjenme decirles, es mucho tiempo. En aquel entonces las personas o Muyska como ellos se llamaban, eran seres inmortales. Los dioses los habían dotado con la virtud de nunca envejecer. Para esto viajaban a las lagunas y al sumergirse en sus aguas, la piel vieja se desprendía y emergían como nuevos.Para Ioth, Awaq era la mujer más hermosa de toda la tribu. En su juventud tenía un cabello lacio de color negro que siempre adornaba con flores. Lo limpiaba con diferentes aceites de plantas aromáticas, por tanto, siempre que caminaba su aroma se impregnaba y perduraba en el ambiente. Además, su piel trigueña y su sonrisa pícara embelesaba a cualquiera. Ella era el amor platónico de su vida y durante varias generaciones o lagunas como decían ellos, había intentado que por lo menos lo mirara sin conseguirlo.Pero aquella tarde, Ioth había atravesado el parque central del pueblo tan rápido como se lo permitía su vejez. Estaba tan concentrado en llegar a tiempo que tropezó torpemente con Awaq y faltó poco para que la tumbara. Su encuentro fue inesperado, él había diseñado tantas tretas para conquistarla y nunca había funcionado nada, pero ese día que las obligaciones lo apremiaban, fue cuando accidentalmente se encontraron y ella por primera vez lo miró. Los dos habían envejecido y él ya no era un hombre apuesto, pero, sin embargo, Awaq se había fijado en él y después de aquel día el romance que siempre había esperado llegó.Por eso, Ioth embriagado con las mieles del amor, le había propuesto que nadaran esa noche en la laguna. Desde las primeras horas de la mañana, junto con su amigo Iska habían organizado cada detalle de la velada que él tendría con Awaq. Desde los manjares que pensaba ofrecerle cuando se hubieran rejuvenecido, hasta los pétalos de rosa, las velas esparcidas por toda la orilla y una enorme fogata para alumbrar la noche. Necesitaba que todo fuera perfecto para la mujer más perfecta ante sus ojos.– No te preocupes, todo saldrá cómo lo planeamos – le dijo afablemente su amigo al notarlo tan nervioso.Él asintió, pero después de tantos años, aquello que estaba viviendo era como un sueño del que no quería despertar jamás.– ¿Por qué me miras de esa forma? – le preguntó Awaq al ver que los ojos de su amado no dejaban de admirarla.– Quiero recordar tu rostro antes de que entremos a la laguna.– ¿Para qué? si estoy vieja y arrugada.– También me gustas vieja y arrugada – contestó y ella rió a carcajadas. Sus ojos brillaban, entonces Ioth la amó un poco más.Se sumergieron juntos en la laguna y juntos salieron convertidos en jóvenes. Caminaban a través del agua entre risas y besos. El cabello lacio de Awaq brillaba bajo la luz de la luna y caía pesadamente mientras lo tomaba con sus manos para escurrirlo. Ioth no podía evitar acariciar su rostro, era tan suave y sedoso como la piel de un durazno. Ella elevó sus ojos y sonrió sutilmente esperando a que él la besara. Ahora tenían muchos años más de vida para estar juntos, hasta que decidieran regresar a las aguas de la laguna y continuar así eternamente.Pero el perfecto amor que ambos se profesaban empezó a poner celosa a Xhube, la diosa de la brujería y la oscuridad. Ella siempre utilizaba su belleza para encantar a los hombres y llevarlos al interior de la tierra. Su corazón soberbio y egoísta no le permitía entender a otra persona que no fuera ella misma. Ahora convertida en diosa poseía un poder que los humanos no tenían. Aunque para los demás era solo una bruja.Xhube los esperó en la orilla irguiéndose ante ellos.– Ioth ven hacia mí – dijo con una voz sobrenatural.Ambos se quedaron impávidos viendo la figura esbelta de una mujer con cabello de plata que se mantenía firme en la orilla. Awaq tomó la mano de su amante y sus dedos se entrelazaron. Ninguno de los dos avanzó y los ojos de Xhube comenzaron a brillar con un color rojo mientras hablaba nuevamente. El tono que usaba era alto, tan fuerte que lastimaba a los oídos.– Ven con tu verdadero amor – sus pies tocaban el agua que se iluminaba sutilmente con el brillo de mil estrellas reflejadas sobre la superficie. Xhube recibía el poder de Chía la diosa de la luna.Siguió avanzando y mientras se introducía a la laguna, Awaq observaba como la cara de aquella mujer se distorsionaba por momentos, mostraba un rostro marchito por el tiempo con dos cuencas como ojos y una bruma oscura que se enredaba por su cuerpo. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de quién se trataba y temió por lo que eso significaba.– Déjanos, no queremos problemas – su voz sonó débil y se aferró con fuerza a su novio.Él estaba estático, tan quieto que sus dedos ya no estaban cogiendo su mano. Entonces, Awaq temió lo peor, porque sabía que Xhube desaparecía a los hombres. Tenía que luchar por él, pero no sabía cómo. Lo llamó varias veces y lo atraía hacia ella para que se detuviera, pero estaba hipnotizado. Avanzaba y con cada paso que daba se aleja de Awaq.Quedó paralizada con el agua hasta su cintura, viéndolo partir sin remedio siguiendo aquella mujer de traje negro y cabellos color plata. Lo perdía y se dio cuenta que su existencia sin él no tenía sentido. Ioth le había contado que ella fue su amor platónico desde siempre y curiosamente ella nunca se había dado cuenta. Pero ahora después de conocerlo, no entendía cómo iba a continuar viviendo.– IOTH – gritó con rabia y dolor, pero él continuó. Ya casi llegaban a la arboleda.Awaq comenzó a correr entre las aguas para salir rápidamente de allí y luego avanzó un poco más para alcanzarlo. Se aferró a su mano y lo miró de frente.– Detente – sollozó. – Escucha mi voz. – él se había detenido, pero no la miraba. – Soy Awaq, el amor de tu vida.– Vete, ya lo perdiste. Ninguno es capaz de resistirse – Xhube hablaba con desprecio.– ¿Para qué lo quieres? Tú ni siquiera lo amas ­– repuso encarándola.La bruja mantenía el brillo rojo en sus ojos mientras arrugaba su nariz como si le fastidiara su presencia. Cuando abrió su boca para ordenarle a Ioth que avanzara, Awaq la empujó con fuerza. Nunca había sentido tanta rabia ni tanto coraje en toda su vida. La diosa levantó la mano para tomarla por el cuello y la elevó mientras la asfixiaba. Ella se retorcía para tratar de liberarse, y mientras pateaba desesperadamente sintiendo que perdía el conocimiento, Iska apareció de repente y atacó por detrás hiriendo a Xhube en la espalda con uno de los leños que ardían intensamente.Awaq cayó al piso y antes que hechizara a Iska de la misma forma como lo había hecho con Ioth, tomó un madero de la fogata y se abalanzó sobre ella quemándole las cuencas vacías donde intermitentemente aparecían dos ojos de pupilas rojas. La bruja se retorció de dolor al sentir arder su cuerpo. Odiaba a Xué el dios Sol y cuando decidió adorar a Chía, todo lo relacionado con él la lastimaba como la luz o el fuego.– Pero ¿qué has hecho? – gritó mientras retrocedía.Awaq había tomado el brazo de Ioth, pero él estaba estático aún sumergido en el encantamiento que la bruja le había lanzado.– Larguémonos de aquí – hablaba con desespero Iska, sus ojos saltones brillaban por el pánico que estaba sintiendo.– No irán a ninguna parte – gruñó Xhube. Estaba ciega y se movía dando vueltas guiándose por los ruidos que ellos emitían. – ¿Quieres estar con él? pues adelante …Movió sus manos en el aire, los buscaba con desespero, pero sin saber a dónde apuntar alzó su rostro en dirección de la luna. De sus manos se desprendía una luz roja que se disolvía entre una bruma oscura, poco a poco sus palabras empezaron a ser claras, y de pronto, Awaq e Iska envejecieron instantáneamente. Se miraron a los ojos y después comenzaron a descubrirse a ellos mismos; observaban la piel de sus manos maltratadas por el tiempo. Ioth despertaba de su estado de letargo, pero a diferencia de ellos, él continuaba siendo joven.­            – A ti también te castigo Ioth – siguió hablando Xhube. – Verás morir a los tuyos antes de que sea tu turno.Luego simplemente se desvaneció dejando una estela de olor putrefacto en el aire.Awaq abrazó a su amado con lágrimas en los ojos. Él acarició su mentón y levantó su rostro para que lo mirara. Su novia había vuelto a envejecer y la luna traicionera mostraba las líneas de su rostro y las canas de su cabello.– Amo tus arrugas – le dijo mientras secaba sus lágrimas con sus dedos. – Yo siempre te amaré … ¿no te había dicho que eres el amor de mi vida? – le murmuró Ioth con una sonrisa y la besó dulcemente.El castigo de Xhube se cumplió y él tuvo que despedirse de su amada y de su mejor amigo siendo aún muy joven. Con el tiempo, él también envejeció y murió, pero con una sonrisa en su rostro porque en su corazón sabía que iba a encontrarse con su amada Awaq en el mundo de los muertos. Y fue así como la leyenda cuenta, que fue la diosa de la brujería la que hizo mortales a todos los humanos y Xué en castigo, la convirtió en lechuza.
Copyright © 2020 Fernanda Maradei. Todos los derechos reservados. Obra protegida por derechos de autor.Cuento relacionado con el libro EL COLIBRÍ DE PLATA

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Published on September 04, 2020 16:18

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F. Maradei
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